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Graham Stock: “La covid no es el motivo de los problemas de deuda”

El estratega de BlueBay para América Latina y Mercados Emergentes cree que los Gobiernos deberían orientar el gasto “hacia la gente que se siente marginada”

Graham Stock, estratega de BlueBay para América Latina.
Graham Stock, estratega de BlueBay para América Latina.

Graham Stock (Cornualles, Inglaterra, 1967) estudió castellano en el colegio y a los 16 años, en su primer gran viaje al extranjero, se fue a Puertollano a vivir con una familia que no conocía y profundizar en sus estudios de lengua española. “Y me encantó”, explica. Eso le llevó a graduarse en Estudios Hispánicos en la Universidad de Sheffield. “Quería estudiarlo todo de España... la cultura, lengua, literatura, y luego de América Latina. Pero me di cuenta también de que si quería trabajar toda la vida en eso, necesitaba otra herramienta. Esa herramienta fue la economía. Y tuve la gran suerte de combinar las dos cosas con una carrera en mercados emergentes especializándome en América Latina”.

La vida le ha llevado a enseñar inglés en Colombia, a trabajar como economista para el Gobierno de Papúa Nueva Guinea y en el Economist Intelligence Unit antes de cubrir América Latina y otras zonas para JP Morgan en Nueva York y Londres. Desde 2013 es estratega de bonos soberanos para el equipo de mercados emergentes de la gestora de activos BlueBlay.

Stock ha representado a BlueBlay en la reciente reestructuración de la deuda tanto de Argentina como de Ecuador, que terminó en un acuerdo que define como “aceptable para todos”, aunque “más por la manera que por el resultado”. En especial, subraya, en el caso ecuatoriano porque “las dos partes entendieron que el objetivo principal era llegar a un acuerdo bastante rápido porque era un paso previo para las negociaciones del Gobierno con el Fondo Monetario Internacional, y eso nos servía a todos”, relata.

La crisis de la covid ha generado preocupación en España por la posibilidad de que acabe provocando otra de esas recurrentes crisis de la deuda externa en América Latina. “Sí, puede ocurrir, pero la covid es la gota que colma el vaso en el sentido de que si un país ya tiene una brecha fiscal excesiva y luego tiene que gastar más en salud y en transferencias para compensar el desempleo y, al mismo tiempo, la economía se contrae debido a los cierres, todo eso es un desafío más para la sostenibilidad de la deuda”, matiza. Y subraya que “países como Chile, Colombia o México, que tienen una base fiscal bastante sólida, pueden gastar más y recaudar menos y que la deuda siga siendo sostenible”. “En los casos tanto de Ecuador como de Argentina, la covid fue un elemento adicional pero no el motivo de la reestructuración o de los problemas con la deuda”, enfatiza.

Los inversores suelen rehuir a los países emergentes en los que la deuda supera el 50% del PIB, pero Stock matiza que el peso de la deuda no es el único factor. Si bien esa confianza en los Estados “se evalúa sobre todo por el precio de la deuda”, en ocasiones los mercados son favorables a prestar dinero a los Gobiernos a tasas de interés asumibles porque tienen confianza en que, aunque tengan que gastar más este año para confrontar la covid e incluso el año que viene para recuperar la economía, en el futuro van a ajustar, van a recuperar el equilibrio. Normalmente se asigna un grado de inversión por las agencias de calificación de riesgo y, algo más importante, un rendimiento bajo para los bonos que emiten”, explica. Y cita los ejemplos de México, Colombia, Perú o Chile, donde los Gobiernos “manejan sus presupuestos de una forma bastante conservadora y el mercado les galardona con rendimientos bajos”. “Hay otros países que tienen una historia más problemática de falta de cuidado en cuanto a la deuda y el presupuesto, como Argentina o Venezuela, y tienen que pagar mucho más o incluso se les cierran los mercados porque los inversores no están dispuestos a arriesgarse prestándoles dinero”, añade.

Salvar el Amazonas

BlueBay está entre las empresas que han abierto un diálogo con Brasil para concienciar al país de la importancia económica a largo plazo que tiene salvaguardar la selva amazónica. Aunque el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, es un negacionista climático: “Lo que hemos aprendido en estos meses es que hay varias voces dentro de la Administración, dentro del Gobierno de Bolsonaro. Hemos hablado mucho con el banco central, con ministros, con miembros del Congreso en Brasilia. Hay mucha gente que entiende el peligro que hay en este campo, el peligro de que sus costos de financiación suban a raíz de su falta de cuidado por el medio ambiente. Obviamente, el presidente tiene otro punto de vista, pero el hecho de crear espacio para las voces que simpatizan con esta causa dentro del Gobierno, dentro del sector financiero en Brasil y de la sociedad civil, puede jugar un papel muy importante”, sostiene.

Graham Stock cree que la creciente polarización de la política en muchas partes del planeta es “una de las consecuencias de los desafíos que enfrentamos, empezando con la crisis financiera global de 2008 y la presión que eso implicó para el gasto público, pero también para la confianza de la gente en los mercados y en sus Gobiernos”. “Todo eso empezó un proceso de polarización que continúa y que se intensificó con cosas como el Brexit, tensiones dentro de la Unión Europea en cuanto a la política fiscal y la distribución de los costos de esa crisis entre norte y sur, entre regiones ricas y regiones más pobres; y en Estados Unidos, entre las zonas que se sienten más protegidas ante la economía global y los Estados que sienten que se han quedado atrás”, detalla. “Y se ve por todos lados. Obviamente en los cambios en los medios de comunicación, en la atomización de la información. Cuando nosotros miramos las posibilidades de invertir en distintos países, siempre incluimos esos factores, cómo es la distribución de los ingresos, si hay un grado de desigualdad muy obvio que implica tensiones políticas”, añade.

Y cita el ejemplo de las protestas que empezaron el año pasado en Chile, “anteriores a la covid”. “La chispa fue un aumento muy pequeño del coste del transporte público, pero esa chispa tuvo un impacto muy grande precisamente por la desigualdad que se ve en la sociedad chilena. La clase obrera y la clase media no veían los beneficios de las tasas de crecimiento y del éxito que ha tenido Chile en las últimas décadas. Y se ve también ahora en Perú, donde hay un desgaste enorme con la clase política. Se ha visto en la reacción en los pueblos por la forma que se ha gestionado la covid”.

La consecuencia de eso, resume, es que los Gobiernos tienen que ser más conscientes de esas brechas. “Tienen que cuidar sus presupuestos, pero es un indicador de que tendrían que estar gastando más en salud, en educación, y mejorando la calidad de esos servicios. Más que aumentar el gasto, hay que mejorar la calidad y orientar el gasto hacia la gente que se siente marginada”, concluye.


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