El triunfo de Arce en Bolivia: aciertos y errores del pasado reciente
El nuevo presidente no posee una personalidad carismática, pero encarna la renovación y el retorno al crecimiento y la recuperación del trabajo, y promete que su Gobierno durará sólo un periodo quinquenal
Por qué Arce
Las preguntas previas a las elecciones presidenciales en Bolivia eran no sobre si Luis Arce ocuparía el primer lugar en las preferencias, lo que se daba por descontado, sino si habría de llegar al 50% de las preferencias para evitar un ‘ballotage’. Pero distintos factores confluyeron para llevarlo a una victoria amplia. Por lo pronto jugó a su favor la división de la oposición centro derechista, hecho que llevó a Jeanine Áñez a abandonar su proyecto personal y ceder la candidatura a Carlos Mesa, mientras la ultra derecha consagró la candidatura del líder de las revueltas callejeras anti-Morales de 2019, Luis Fernando Camacho. Una oposición dividida que mantuvo su subestimación de la capacidad organizativa del Movimiento al Socialismo (MAS), con fuerte base indigenista y campesina. Los observadores afines al partido mayoritario señalan también un contenido racista y de poca afinidad con los sectores populares en la derecha boliviana.
Uno de los factores de desgaste del ‘evismo’ fue, sin duda, la atmósfera de corrupción que lo envolvía, pero poco hizo la Administración Áñez por exhibir formas distintas, comenzando por la comisión de nuevos pecados de nepotismo. Además, y como hecho común a todas las economías del mundo, la malhadada pandemia del Covid-19 sumió a Bolivia en una recesión (se estima en 6% la caída del PBI en 2020) y a su gobierno de transición en un mayor descrédito, lo que colaboró también para evitar la segunda vuelta.
Es un hecho que los gobiernos que sufren la pandemia y no logran prontos resultados padecen un castigo electoral, Los que administran con éxito la cuestión sanitaria pueden en cambio lograr éxitos rotundos. Pero del otro lado, es claro que Arce, sin ser un líder en el sentido tradicional por no poseer precisamente una personalidad carismática o caudillesca, encarna esa renovación en el MAS, apoyado sobre sus pasados éxitos, destacando que al final de todo, para ganar una elección, “es la economía, estúpido”. Y él supo concentrar su mensaje de campaña electoral en el retorno al crecimiento y la recuperación del trabajo, dentro de un tono componedor y no absolutista, prometiendo también que su gobierno durará sólo un periodo quinquenal.
Efectivamente, Arce puede reclamar para sí el pasado éxito de Bolivia, el llamado ‘milagro boliviano’, con una tasa decenal acumulada de crecimiento superior al 5% anual (con la excepción del año en curso), que se debió en buena medida a su sana administración de la economía, basada inicialmente en la producción y exportación de hidrocarburos, mediando su nacionalización para la apropiación estatal de hasta un 50% de los ingresos, que fueron empleados en políticas de inclusión social de las mayorías indígenas postergadas, en una Bolivia que contiene 42 diferentes etnias aborígenes.
Pero no se trató solo del aprovechamiento estratégico del petróleo y el gas, cuyas ventas a Brasil y la Argentina significan el principal ingreso de exportación del país, sino también el desarrollo de los recursos naturales en conjunto en materia agrícola y minera. El impulso del cultivo de soja se sumó al de la agricultura tradicional del pimiento, las hierbas aromáticas y las hortalizas, atrayendo incluso a productores extranjeros (notablemente los argentinos) mediante un sistema económico estable y de baja carga impositiva. La extracción del litio se sumó como nueva ‘rising star’ a otras producciones mineras tradicionales, como las del estaño y la plata.
Esta combinación de éxito productivo, con orientación exportadora y políticas de inclusión social con prudencia fiscal, que posibilitó acumular fuertes superávit en periodos de mayores precios de los ‘commodities’, aseguró también la estabilidad macroeconómica y buen clima social, todo lo cual constituyó la clave del éxito, es decir, del ‘milagro’. Y el regreso de esos factores fue la clave de lo que esperaban (y esperan) los votantes del MAS.
Qué panorama se abre ahora
La derecha esperaba desalojar al MAS y llegó a acariciar el poder, aprovechando entre otras razones el rechazo ciudadano a la corrupción y el totalitarismo que podría encarnar Evo Morales, por eso su actual sucesor en el MAS ha aclarado que su antiguo socio podrá volver a la función pública cuando terminen sus cuestiones judiciales, que combinan acusaciones de corrupción y de estupro. En el contexto latinoamericano no es descartable que Morales pueda desembarazarse de estos problemas, pero la actitud de Arce señala de algún modo el deseo colectivo de una alternativa, esto es que, aún dentro de la continuidad del MAS en el gobierno, haya un efectivo pase de la antorcha.
El otro factor objetivo de limitación al totalitarismo es que el MAS obtuvo solo mayoría simple en las cámaras del Congreso, es decir, gobernabilidad razonable pero acompañada de la necesidad de acordar las reformas más profundas que requieran mayoría calificada (2/3) para su aprobación parlamentaria. El diálogo y el consenso de presentarse serán naturalmente un cambio político respecto del pasado. Es decir, que Arce bien puede ser una encarnación de una renovación antes que la continuidad del antiguo régimen. Se verá.
En cualquier caso, el éxito del MAS en esta nueva etapa dependerá de la proyección de la economía boliviana al futuro. Si bien no se agotó el periodo previo de apropiación del excedente de los hidrocarburos, de despegue de la agricultura, más la búsqueda de nuevos recursos minerales, ya nada será tan sencillo. Con ese solo impulso el crecimiento no promete ser el mismo.
No en vano Arce se propone ahora promover nuevos desarrollos industriales asociados a los hidrocarburos, así como nuevas alternativas comerciales, que podrían estar lideradas por China si Bolivia lograra sumarse al proyecto de la ‘ruta de la seda’ y, por supuesto, también se plantea completar el despliegue de la producción de litio, es decir, alcanzar de ser posible etapas que superen la sola extracción de sus sales.
No es fácil entonces el desafío que debe enfrentar Arce. Por un lado, mostrarse como una personalidad independiente, continuadora pero no ya seguidista de Morales, evitando los climas de corrupción, totalitarismo y personalismo que desgastaron al antiguo líder. Por otro lado, debe concretar su propuesta de renovado crecimiento con mayor desarrollo de las fuerzas productivas, frente a una derecha que esperará como siempre una nueva oportunidad.
* Mario Alejandro Scholz es abogado, académico especialista en Relaciones Internacionales y colaborador del Panel América Latina del Observatorio de Política Exterior de la Fundación Alternativas
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.