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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El sueño europeo en 2020

La lista de desafíos es larga: Brexit, cambio climático, bajo crecimiento, guerra comercial, unión bancaria y fiscalidad

Andreu Missé
La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, la semana pasada en Bruselas.
La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, la semana pasada en Bruselas.Thierry Monasse (Getty Images)

La lista de desafíos que afronta la Unión Europea en 2020 es tan alargada que su simple enunciado llenaría esta columna. Por citar los más candentes tenemos: Brexit, cambio climático, bajo crecimiento, afirmación como potencia geopolítica, integración de la defensa, emigración, modelo social, guerra comercial, unión bancaria y fiscalidad. Todos ellos en medio de un mundo cada vez más convulso. Vistas así las cosas el proyecto europeo parece misión imposible.

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En la historia de la Unión pesan más los recuerdos de los fracasos que los logros. El mayor éxito, que ni se ve ni valora, es su propia existencia. Constituye una instancia que resuelve por la vía política y jurídica graves problemas evitando conflictos mayores. La Unión se ha construido a base de cesiones voluntarias de soberanía impulsadas con el propósito de alcanzar el sueño europeo de una sociedad más segura, próspera y justa. Una idea que es un revulsivo en el mundo de hoy donde nada va más contra corriente que propugnar la cesión de soberanía para igualar los derechos de las personas.

La UE se ha levantado sobre la base de acuerdos mínimos que ha avanzado con pactos de mayor calado hasta crear un derecho común, con tribunales que son referencia internacional, y una moneda común. Hace una década el euro se daba por muerto. Hoy el 74% de europeos lo consideran una cosa buena. El 36% de los pagos internacionales se hacen en euros y un 40% en dólares. Esta década será clave para que el euro se convierta en una de las tres divisas, junto al dólar y el renminbi, que configuren el sistema mundial, como ha señalado en Financial Times Kalin Anev Janse, secretario general del Mecanismo Europeo de Estabilidad.

Después de la salida del Reino Unido, la Unión Europea se mantendrá como la segunda economía global, con el 16% del PIB mundial; con poco más del 5% de la población del planeta, que aporta casi el 60% de la ayuda oficial al desarrollo y sobre todo un referente mundial de derechos, como ha sido la primera en regular la protección de datos.

El ejercicio de la cesión de soberanía ha desarrollado una cultura que permite afrontar retos como el cambio climático, que ya ningún Estado puede resolver de forma aislada. La Comisión Europea presidida por Ursula Von der Leyen ha propuesto un Pacto Verde Europeo (European Green Deal) con el objetivo de ser el primer continente climáticamente neutro, es decir, con emisión neta nula de gases de efecto invernadero en 2050. Para 2030 quiere reducir las emisiones al 50%. No es un brindis al sol. Entre 1990 y 2018, las ha reducido en un 23% mientras la economía creció un 61%.

El Pacto Verde Europeo pretende ser la palanca para estimular el crecimiento y desarrollar el Pilar Europeo de Derechos Sociales. Podría significar un impuso económico y social como el new deal de Roosevelt en 1933. Supondría la actualización del sueño europeo en 2020 si logra regular las finanzas y reducir las desigualdades. La Unión, cuando empezó en 1957, tampoco era más que un sueño. 

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