Ampliar el horizonte temporal
Ampliar el horizonte temporal
En los dos últimos años las previsiones para el crecimiento de la economía mundial han resultado erróneas, ya que no se ha producido la esperada aceleración. Al contrario, la pérdida de dinamismo de la Unión Europea y algunos países en desarrollo como Brasil, México, India o Rusia han sido las claves para que el PIB global haya avanzado cada vez a un menor ritmo. De nuevo, las expectativas apuntan a una aceleración (muy tímida, de apenas una décima, hasta el 3,1%) que podría cumplirse gracias a, entre otros factores, los estímulos monetarios implantados en 2019 y la menor tensión entre Estados Unidos y China. Si se confirman los acuerdos y se retiran las trabas al comercio mundial, éste volvería a crecer y, con ello, el PIB. Condiciones monetarias expansivas, recuperación de las transacciones comerciales de bienes y servicios y, ojalá, un mayor dinamismo de la inversión empresarial, como palancas para el crecimiento.
Más visibilidad tenemos respecto a la evolución de la inflación, la variable económica más fácil de predecir en los últimos ejercicios gracias a su relativa estabilidad. Los riesgos de deflación (al menos en la zona euro), de los que se advertía entre 2014 y 2015, han desparecido; así como de las presiones al alza (en Estados Unidos) como consecuencia del ingente aumento de la base monetaria y de la persistente caída de la tasa de paro por debajo de registros antes considerados como "aceleradores de la inflación". El escenario central para 2020 es un avance de los precios en el rango 1% —1,5% en el caso de la zona euro y cercano al 2,0% en Estados Unidos—. De esta forma, nos enfrentamos una vez más a un "hueco" entre el principal factor de deterioro de la capacidad adquisitiva del ahorro, la inflación, y su generador, esto es, el tipo de interés libre de riesgo.
Éste, para el euro, se sitúa en el 0,0% (o, incluso, en negativo) sin que se pueda anticipar un aumento en este año. Seguirá rota, por lo tanto, la tradicional relación entre inflación y tipo de remuneración a más corto plazo. Este es el principal reto para la gestión del ahorro, dado que para mantener la capacidad adquisitiva de los ahorradores la vía más convencional ya no sirve, como tampoco fue en el caso de los ejercicios 2019 y 2018. Si se quiere conseguir una rentabilidad por encima del 1,5% no queda otro remedio que asumir riesgo, esto es, volatilidad. Según nuestras estimaciones, del orden del 3% anualizado, lo que implica, como ya observamos en 2018, poder sufrir pérdidas (en la zona del 4%). La otra cara de la moneda: la posibilidad de conseguir revalorizaciones superiores, como las de 2019 (del 6%). Recuerde: si opta por asumir riesgos como vía para garantizar su poder adquisitivo, debe ampliar su horizonte temporal de análisis a plazos más largos como tres o cinco años.
David Cano y Francisco Lomba son profesores de Afi Escuela
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