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El riesgo de deflación en España pone a prueba al BCE

El Banco Central Europeo ha insistido hasta ahora en que la inflación se recuperará el próximo año

La presidente del BCE, Christine Lagarde, en una rueda de prensa el 12 de marzo en Fráncfort.
La presidente del BCE, Christine Lagarde, en una rueda de prensa el 12 de marzo en Fráncfort.KAI PFAFFENBACH (Reuters)

Cuando el coronavirus se mostró con fuerza en Europa a mitad de marzo, Manuel Vegas, presidente de la asociación española de directores de hoteles, pidió que se evitara recortar los precios de las habitaciones en más de un 25%. En su lugar, bajaron hasta un 60%, y él considera que no se volverá a los precios de 2019 hasta por lo menos 2023. La caída de los precios se puede ver en toda Europa, ya que las restricciones económicas y la inseguridad laboral deprimen el gasto. El miedo a los descensos pronunciados que se mantengan en el tiempo es una trampa deflacionaria que arrastra los salarios y, en última instancia, hace que toda la economía se derrumbe. Esto es precisamente lo que más preocupa a gente como Vegas.

Las economías más débiles y las que dependen más de servicios como el turismo son las que corren el mayor riesgo y ponen una vez más en peligro gran parte del sur de Europa. De las siete naciones de la zona euro en el Mediterráneo y el Adriático, solo Francia y Malta tienen tasas de inflación positivas. La de España es de -0,8%, la de Grecia es de -2%. El caso español está en el pelotón de los más castigados y el riesgo de deflación pone a prueba el optimismo del BCE. El Gobierno no ve este peligro de entrar en una inflación negativa y prevé que los precios suban un 0,9% el próximo año. Aunque la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas), una de las casas de análisis más reputadas, corrige esta estimación positiva y calcula que los precios queden este año en el -0,3% (media anual) y en el -0,7% en 2021.

Altos cargos del Gobierno argumentan que el resto del bloque comunitario no es inmune a este peligro latente. La inflación bajo cero en lugares como Alemania puede explicarse en gran medida por los recortes de impuestos y la reducción de las facturas de energía, pero la percepción de la caída de los precios puede arraigar si convence a los consumidores de que pospongan el gasto con la esperanza de una bajada de precios más adelante. “Estamos viendo un aumento en la porción de bienes cuyos precios aumentan muy poco o caen, lo cual es una señal de riesgo” en la zona euro, dijo Óscar Arce, el economista jefe del Banco de España, en una entrevista el mes pasado.

Hasta ahora, el Banco Central Europeo (BCE) no parece muy preocupado por esta cuestión. Si bien es casi seguro que impulsará un estímulo monetario la próxima semana, será solo para contrarrestar la conmoción de la segunda ola de la pandemia. Proyecta que la inflación, actualmente la más débil desde 2016 con un -0,3%, volverá a ser positiva el próximo año.

La presidenta Christine Lagarde declaró el 29 de octubre que no preveía amenazas deflacionarias “en absoluto”. Isabel Schnabel, miembro de la junta ejecutiva, dijo esta semana que el objetivo del estímulo debería ser mantener las condiciones financieras actuales, no hacerlas aún más flojas. Así, el BCE tendrá que encontrar un equilibrio siempre difícil en su reunión de la próxima semana: está casi obligado a aprobar más medidas ante la atonía de la economía por las restricciones de la pandemia, pero lo tendrá que hacer con tino para sortear las tensiones que tiran a la baja en los precios.

Algunos economistas consultados comparten la opinión de que un rápido repunte del crecimiento tras superar la crisis acabará cualquier presión deflacionaria. Es decir, una vez dejado atrás el shock económico del coronavirus, los precios volverán a lo que era habitual hace un año. “Cuando la economía vuelva a estar en forma, veremos los precios aumentar de nuevo”, dijo Jesús Fernández-Villaverde, profesor de la Universidad de Pennsylvania. “La gente se dará cuenta de que hay mucha demanda acumulada”.

Incluso el gobernador del Banco de Grecia, Yannis Stournaras, está apostando por ese rebote. Aunque reconoce que la caída de los precios de su país ha pospuesto el gasto y profundizado la recesión, dijo en una entrevista que “con la recuperación de la economía el próximo año, la tasa de inflación volverá a ser positiva”.

Un factor que podría ayudar al sur de Europa en particular es el fondo de la Unión Europea para la recuperación y el presupuesto mejorado de 1,8 billones de euros (2,2 billones de dólares), que desembolsará subvenciones y préstamos baratos a los países para ayudar a la recuperación de la pandemia.

Ese gasto, aunque temporal, contrarresta una debilidad subyacente en la zona del euro. Mientras que el BCE se esfuerza por estabilizar la inflación en poco menos del 2%, se trataría de un promedio para el conjunto del bloque, con el riesgo de que algunos países se queden atrás. El apoyo fiscal puede ayudar a cerrar esa brecha —una razón por la que el BCE ha defendido por mucho tiempo una facilidad permanente de este tipo—.

‘Japonización’ de la economía

Aun así, Jordi Gali, economista del Centro de Investigación de Economía Internacional de España, se pregunta si la pandemia podría haber tenido un impacto más profundo al inculcar permanentemente la cautela en los consumidores, con consecuencias para los precios. “Podemos estar en una situación en la que los ahorros siguen siendo anormalmente altos”, dijo Gali. “La preocupación es que podemos quedar atrapados en este nivel muy bajo de inflación que podría ser negativo o ligeramente negativo como en Japón durante gran parte de las últimas tres décadas”. Una situación que se gesta desde el inicio de la crisis del coronavirus, que ha disparado los depósitos bancarios de familias y empresas en los países ricos, según los últimos datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Tal es el riesgo que economistas como Arce, y su jefe, el gobernador del Banco de España Pablo Hernández de Cos, advierten del peligro al que se enfrenta la región del euro si el BCE no actúa con suficiente decisión. Incluso si sus colegas de Fráncfort no se creen ese argumento en la reunión de la semana que viene, podría ser un factor en las futuras decisiones sobre la relajación y el rediseño de su marco de política monetaria. De hecho, el Banco Central Europeo ya discute el cambio de la definición de su objetivo de estabilidad de precios, de manera que podría permitir el exceso de inflación después de largos períodos de debilidad. Está considerando un nuevo objetivo del 2%, en lugar de “cerca pero por debajo del 2%”.

Para Athanasios Orphanides, un antiguo miembro del consejo de gobierno del BCE, ese último cambio no es algo menor y debería ser promulgado inmediatamente en lugar de cuando la revisión estratégica termine, alrededor de la segunda mitad del próximo año. “Si el promedio es demasiado bajo, como el BCE ha estado manteniendo después de la crisis del euro, entonces más Estados entran en territorio de deflación”, dijo. “Esa es una razón por la que es una mala política para el BCE mantener este régimen de baja inflación”.

Es un punto de vista que los gerentes de los hoteles españoles reconocerían, incluso si no siguen los detalles de los debates políticos del BCE. “Estaremos viviendo con las cicatrices de esta crisis por algún tiempo”, dijo Vegas. “No solo en España, sino en toda Europa”.

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