Un filántropo afectuoso
Jaime Carvajal Hoyos tenía una de las visiones más claras, conciliadoras, afectuosas y brillantes
La vida me ha dado muchos regalos y uno de ellos ha sido trabajar con Jaime Carvajal en una de las facetas fundamentales en su vida, pero que no era su trabajo: la filantropía. El patronato, el consejo asesor, los premiados y el equipo ejecutivo de la Fundación Princesa de Girona han perdido hoy una de las visiones más claras, conciliadoras, afectuosas y brillantes con las que contábamos. Todavía recuerdo la mirada emocionada que nos cruzamos al escuchar el pasado invierno en Barcelona las palabras de la Princesa, nuestra presidenta de honor e hija de quien me consta era amigo leal y discreto.
“Siempre con los jóvenes”, dice nuestro lema. Y ahí estuvo Jaime, siempre. Como mentor, transfiriendo sus conocimientos y su experiencia a la juventud, participando en cualquier actividad que implicara sentarse a su lado —¡incluso bailar animadamente!—, o provocando un reconocimiento especial para alguno de ellos. Sus distintas responsabilidades en el Gobierno y la gestión de nuestra entidad han sido para mí una fuente de aprendizaje constante, de seguridad y de tranquilidad. Con su consejo siempre se tomaban las mejores decisiones.
Jaime el filántropo hablaba igual de rápido que el financiero —perdóname, sé que te enfadaba que te lo dijera— y era también un hombre coqueto —recuerdo lo difícil que fue para él admitir que tenía que incorporar gafas de lectura a su vida, aunque le convirtieron en un hombre más interesante si cabe—. Sus puertas siempre han estado abiertas para nosotros: Arcano era nuestro pied-à-terre en Madrid para cualquier cosa, desde acoger nuestras reuniones de trabajo hasta custodiar durante una noche en su propio despacho todo el material de un rodaje… ¿Cómo conseguía que, encima, pareciera que era a él a quién le estábamos haciendo un favor?
Conocía la historia de cada uno de nuestros jóvenes premiados. Su admiración por ellos era manifiesta. Me gustaría poder transmitir con palabras los mensajes de todos ellos. Tras la incredulidad inicial por su muerte, el recuerdo de su sonrisa eterna, su apoyo incondicional, su afecto ilimitado. Ellos, como yo, han quedado sin palabras. Pero tenemos un tesoro.
En diez años jamás ha faltado a ninguna de sus citas con la fundación. Nunca ha dejado de atender nuestra llamada, a cualquier hora. Va a ser difícil seguir sin su mirada atenta y afectuosa. Intentaremos no defraudarle de ahora en adelante.
Mònica Margarit es directora general de la Fundación Princesa de Girona.
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