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“No quiero ni voy a cerrar mi negocio, pondré todo mi esfuerzo para no hacerlo”

Pequeños comerciantes luchan por mantener sus establecimientos abiertos pese al varapalo de los tres meses de cierre por la crisis sanitaria

Erika Rosete
Alfonso y Ana González, dueños de la cafetería-librería La Ciudad Invisible, en Madrid.
Alfonso y Ana González, dueños de la cafetería-librería La Ciudad Invisible, en Madrid.SANTI BURGOS

Cientos de pequeños negocios y comercios en España se plantean la difícil decisión de continuar trabajando pese a la incertidumbre futura y después de tres meses de cierre completo. En el barómetro hecho en marzo pasado por la Confederación española de la pequeña y mediana empresa, Cepyme, mostró que en el inicio de la crisis sanitaria, el 96% de los consultados consideraban que la crisis afectaría de forma “negativa” o “muy negativa” a su negocio y esperaban un empeoramiento de la economía para este año. Según datos de la Asociación de Trabajadores Autónomos, nueve de cada diez de ellos verán disminuir su facturación este año en relación con años anteriores, y de ellos, casi un 70% señala que la caída será superior al 40%.

“Los que hayan podido sobrevivir [al confinamiento] van a tener un endeudamiento muy alto y muchos de ellos se van a plantear seguir adelante”, afirma Andrés Gómez, presidente de la Asociación de Comerciantes y Empresarios de Aravaca (Madrid), que estima que la restauración y las agencias de viaje son los que lo tienen peor. Es el caso de Norberto Azor, propietario de una agencia de viajes en la madrileña plaza de Cuatro Caminos. Tras dos meses y medio de inactividad intenta seguir adelante con un negocio que depende de las medidas que vayan adoptando los países de destino y de las condiciones de las aerolíneas. “La reapertura va mal, no avanza la venta, la gente tiene miedo a viajar”, cuenta. Pero se aferra a su negocio: “No quiero ni voy a cerrar, voy a poner todo mi esfuerzo para no hacerlo”, insiste.

Para Alfonso y Ana Gónzález, dueños de la cafetería y librería de viajes La Ciudad Invisible, en el centro de Madrid, la situación no es distinta. Después de ocho años de trabajo han tenido que cerrar temporalmente, hasta septiembre, y se plantean si seguirán abiertos el resto del año. Sus clientes les han convencido de abrir una campaña de crowdfunding con la que han recaudado más de 5.000 euros y les ha devuelto un poco de confianza en su futuro. “Esto no se nos había pasado por la cabeza y la verdad es que la respuesta nos ha puesto la piel de gallina por toda la gente que nos sigue y nos apoya. Ahora podemos plantearnos la viabilidad del negocio a corto plazo. Ha sido conmovedor”.

Para Andrés Gómez, una de las herramientas que el pequeño y mediano comercio tendría que usar para remontar son las nuevas tecnologías y la incursión de sus negocios en plataformas web, un tema en el que, asegura, muchos comerciantes han sido reticentes. Y es eso lo que ha salvado, por ejemplo, la tienda de ropa de mujer de Jeisy Tejada, de 37 años, quien pudo tener ventas pequeñas durante los meses en que su boutique cerró. “He visto a mi alrededor muchas tiendas de mi estilo cerradas, que no pudieron mantenerse”, cuenta.

Ante la crisis, los propietarios de estos negocios demuestran el común deseo de mantenerse abiertos “hasta donde se pueda”. Y resaltan la compleja tarea de los trabajadores autónomos en tiempos como este. “Emprender supone siempre arriesgar tu patrimonio personal y asumir un riesgo y vivir permanentemente en ese riesgo. No a todo el mundo puede”, subraya González, uno de los dueños de La Ciudad Invisible.

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Erika Rosete
Es periodista de la edición mexicana de EL PAÍS.

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