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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La lucha contra el coronavirus va a ser dura: ¿por dónde comenzar?

Necesitamos una estrategia de transición de un confinamiento universal a uno focalizado, en el que la mayoría de la población puede salir de sus hogares a trabajar

Una mujer pasa junto a tres trabajadores en tareas de desinfección, este jueves en Bogotá.
Una mujer pasa junto a tres trabajadores en tareas de desinfección, este jueves en Bogotá.Fernando Vergara (AP)

América Latina y el Caribe han superado muchas crisis a lo largo de su historia, pero la pandemia provocada por la covid-19 es la primera en la historia reciente que combina una crisis sanitaria con una crisis económica. ¿Qué caminos pueden tomar los Gobiernos en medio de tanta incertidumbre? Discutimos algunas recomendaciones de política y su secuenciamiento en las primeras etapas del manejo de la crisis en un informe reciente, pero hay dos áreas que sobresalen: el manejo sanitario y el manejo inicial de la crisis económica.

El punto de partida es claro: el virus es altamente contagioso y, en ausencia de intervenciones para controlarlo, los sistemas de salud en la región estarán desbordados. La manera más efectiva de controlar una rápida propagación y evitar muertes requiere limitar el movimiento y el contacto entre las personas. Correctamente, muchos países dentro y fuera de la región han implementado un confinamiento estricto y universal. Sin embargo, el confinamiento conlleva costos económicos enormes. Necesitamos una estrategia de transición de un confinamiento universal a uno focalizado, en el que la mayoría de la población puede salir de sus hogares a trabajar, manteniendo medidas protectoras como el distanciamiento social y el uso de mascarillas. Las personas infectadas con el virus y sus contactos serían identificadas y puestas en cuarentena.

Un confinamiento focalizado exitoso requiere un dramático aumento de la capacidad de hacer pruebas moleculares (denominadas pruebas RT-PCR), a bajo costo para la población, para detectar pacientes asintomáticos y quebrar cadenas de contacto. Asimismo, es necesario dar seguimiento sistemático a los contactos de los pacientes infectados con el uso de datos electrónicos sobre su movimiento, rastreo de síntomas, y con personal numeroso para llevar a cabo el seguimiento persona a persona. Asegurar el cumplimiento del confinamiento para casos positivos y personas en contacto con ellos, así como para personas que vienen del extranjero, es fundamental.

Para mejorar la capacidad de respuesta del sistema de salud, todas las cirugías que no son de emergencia deben postergarse. La capacidad de respuesta sanitaria es una de las grandes debilidades de nuestros países para enfrentar el virus. Perú tiene 5,8 camas de UCI por 100.000 habitantes, mientras que Honduras tiene 0,4 por 100.000 habitantes. Ambos países están muy rezagados en relación con Italia, con 12,5 camas de UCI por 100.000 habitantes. Argentina y Uruguay tienen cuatro médicos por 1.000 habitantes, un valor muy similar al que se observa en países como España e Italia, pero en Bolivia y Guyana el número de médicos es menor a uno por 1.000 habitantes.

Deben suspenderse las normas que impiden que médicos y enfermeras en retiro o de otros países se sumen al sector salud durante la crisis y modificar los reglamentos de adquisiciones públicas y sanitarias para que nuevos productores, inclusive de otros países, sean elegibles. De hecho, la región debe, ahora más que nunca, aumentar sus esfuerzos de integración regional, en especial para fortalecer sus cadenas de suministros médicos. Ningún país puede enfrentar esta crisis solo.

En paralelo se está desencadenando una profunda crisis económica. Necesitamos intervenciones rápidas y focalizadas para proveer un piso de consumo mínimo a los hogares más vulnerables y para intentar prevenir las quiebras de empresas y el despido masivo de trabajadores. El confinamiento de la población, dada las altas tasas de informalidad laboral de la región, implica que muchos hogares han perdido la mayoría —o todos— sus ingresos. Esto afecta tanto a hogares tradicionalmente pobres como a una clase media emergente, pero vulnerable. Apoyar esta población, con transferencias monetarias en el menor tiempo posible, es urgente.

El freno en la actividad económica por el confinamiento ha causado que empresas solventes, pero temporalmente ilíquidas, puedan quebrar o recurran a despidos masivos de empleados. Para evitar esto y proteger el empleo, es fundamental proveer liquidez al mercado y reducir los costos no salariales del empleo formal. El poco espacio fiscal de varios países de nuestra región y el acceso a los mercados internacionales de crédito es un reto adicional. La capacidad de acceso a recursos varía entre países. Chile y Perú, por ejemplo, tienen bajo nivel de endeudamiento y acceso a los mercados internacionales de capital, mientras que Ecuador y Argentina no lo tienen. El rol de las instituciones multilaterales como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) será crítico, en dar asistencia técnica, mejorar la capacidad de los sistemas financieros, y priorizar la asignación de sus recursos en los países más vulnerables.

Es una situación sin precedentes y todos deberemos aprender sobre la marcha. Lo perfecto no puede volverse enemigo de lo bueno. Y en todo ello, es indispensable que los Gobiernos sean fuentes confiables de información para sus ciudadanos sobre los riesgos, las medidas que se están tomando, e inclusive sobre lo que aún no se sabe. Solo así se evitará la confusión y el pánico y se logrará la solidaridad para que todos trabajemos juntos para afrontar los retos que se vienen.

Norbert Schady y Ana María Ibañez son economistas e investigadores del Banco Interamericano de Desarrollo

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