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LA CRISIS DEL CORONAVIRUS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Empresa y sociedad: lecciones de la pandemia

La pandemia de la covid-19 ha derivado en una emergencia sanitaria mundial, acompañada de una crisis económica y social cuyos costes directos e indirectos están todavía por determinar

Operador de la Bolsa de Corea.
Operador de la Bolsa de Corea.Lee Jin-man

La pandemia de la covid-19 ha derivado en una emergencia sanitaria mundial, acompañada de una profunda crisis económica y social cuyos costes directos e indirectos están todavía por determinar. Ocurre también que la crisis se produce unos meses después del eco político y mediático del anuncio público, por parte de amplios y relevantes sectores empresariales en todo el mundo, de un nuevo propósito para la empresa que incluye en el mismo plano de igualdad el bienestar de todos los grupos de interés: empleados, accionistas, clientes, proveedores y sociedad (en inglés stakeholders). A la vista de esta confluencia, de crisis pandémica y revisión de los modelos empresariales, surge la pregunta de si la crisis sanitaria y sus extensiones aceleran o retrasan los cambios en los modelos de negocio que se anuncian desde distintas instancias.

Existen ya algunas valoraciones a este respecto con conclusiones discordantes. Klaus Schwab, presidente del World Economic Forum (Foro Económico Mundial), que lidera el movimiento a favor de un “capitalismo de los grupos de interés”, utiliza algunos ejemplos de empresas para defender su tesis de que existe una correlación positiva entre la implantación de modelos de gestión alrededor de los grupos de interés y las actuaciones solidarias y filantrópicas de las empresas en esta crisis del coronavirus (EL PAÍS, 6-4-2020). Schwab espera que la experiencia del coronavirus revalorice entre los ciudadanos el modelo de gestión orientado a los grupos de interés, al hacer más visibles las diferencias en comportamientos empresariales más o menos socialmente responsables, de manera que más empresas se verán empujadas a replantear su modelo de negocio.

Para Peter Goodman, columnista del New York Times, en cambio, las respuestas de las empresas a la crisis del coronavirus no están siendo consecuentes, aunque hay excepciones, con los cambios en las prioridades de gestión empresarial anunciadas públicamente hace tan solo unos meses. Su artículo (New York Times, 13-4-2020) señala la contradicción entre el compromiso de gestionar las empresas dando más relevancia a los intereses de los trabajadores y de la comunidad —que anunciaron públicamente el verano pasado las empresas de la Business Round Table (BRT) en Estados Unidos— y la práctica real de las empresas cuyos altos ejecutivos son miembros destacados de la BRT. Así, antes y durante la pandemia, han procedido a recomprar acciones, pagar dividendos a los accionistas y adjudicar elevados bonus a los directivos, mientras han dejado a su suerte a trabajadores, sin proporcionarles siquiera cobertura sanitaria.

La observación casual deja claro que en los tiempos difíciles hay empresas con muestras de mayor solidaridad que otras, como ocurre también entre las personas físicas. En medio de la mayor crisis de la historia reciente de la humanidad, como señala el propio Fondo Monetario Internacional (FMI), no es el mejor momento para hacer balance de si el llamado capitalismo de los grupos de interés supone un cambio significativo o no en la forma en la que las empresas responden voluntariamente a los retos de la sociedad. La capacidad de reacción de las empresas a la fuerte perturbación externa puede ser muy diferente e, incluso en el supuesto de que todos los accionistas y empresarios quisieran que las empresas trabajasen por el bien común, las distintas restricciones con las que operan las llevarían necesariamente a comportamientos también distintos. Por ello los esfuerzos colectivos deben concentrase ahora sobre todo en las certezas que nos deja la crisis. Estas son, en nuestra opinión, algunas de ellas.

La experiencia del coronavirus refuerza, si cabe, la conclusión, ampliamente aceptada, de que el sistema económico dominante en el mundo es una seria amenaza para la sostenibilidad económica, social y medioambiental de la humanidad. En este sentido, la crisis sanitaria y sus consecuencias económicas y sociales revalorizan iniciativas como los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS, de las Naciones Unidas. El camino está marcado y lo que se necesita es avanzar con paso firme.

La solución de “mercado”, por la cual cada empresa interpreta sus relaciones con los grupos de interés en el contexto del modelo de negocio y actúa en consecuencia, aunque pueda significar un avance, no es suficiente garantía para progresar a la velocidad adecuada por la senda de progreso, inclusión y sostenibilidad. Hace falta mayor liderazgo y coordinación. Las iniciativas en este sentido pueden variar, desde un nuevo contrato social entre empresas, Gobierno y sociedad, que fije estándares mínimos para todos en cuanto a la contribución de la empresa a la sociedad —como propone la Social Market Foundation del Reino Unido a través de un documento, Returning the Favour. A New Social Contract for Business firmado por su director James Kirkup, y del que se hace eco el Financial Times el 4-4-2020— hasta nuevas iniciativas legislativas más exigentes con las citadas obligaciones de las empresas hacia la sociedad.

Otra certeza derivada de la experiencia de la crisis es la importancia de la inversión en I+D+i de las empresas, y su apuesta por la digitalización, para poder hacer frente, de manera más solvente, tanto a los retos que plantea las crisis, como a las posibilidades de sentirse más útiles para ofrecer salidas y contraprestaciones a la sociedad. Además, las nuevas formas de relación de las empresas con sus trabajadores, clientes y proveedores, resultantes del impacto de esta crisis, van a necesitar cada vez más de los usos avanzados de las tecnologías digitales.

La factura económica de la crisis será muy alta y habrá que repartirla con criterios de suficiencia financiera y equidad, sin hipotecar las posibilidades de progreso (la I+D+i es cara). Cuando estalla la crisis financiera de 2008 las empresas españolas están muy endeudadas y los problemas de solvencia del sector productivo repercutieron en la solvencia del sector financiero, lo que agudizó más la crisis de la economía real. El sector público, en aquel momento con holgura financiera, acudió al rescate con una factura en forma de incremento de deuda pública de más de 600.000 millones de euros. La crisis del coronavirus llega en un momento en que el sector privado, en su conjunto, es solvente y la economía española evoluciona hacia un modelo de crecimiento con mejores fundamentos. Aunque el agregado esconde mucha heterogeneidad en el tejido empresarial español, hay que procurar hacer compatible la protección del capital y la continuidad de los proyectos empresariales sostenibles, con una participación equitativa del sector empresarial en el reparto de los costes críticos de la crisis.

La propuesta de trabajo del proyecto Empresa y sociedad que coordina la Fundación Alternativas (EL PAÍS, 26-11-2019) propone una visión holística sobre cómo articular la responsabilidad de las empresas con relación a sus impactos positivos y negativos en la sociedad. Dentro de la misma, la covid-19 debe interpretarse como un evento que puede acelerar la velocidad del cambio, pero no la dirección del mismo. La propuesta también presupone que tanto en el corto como el medio plazo entre las partes implicadas, empresas, Gobierno y sociedad, la colaboración y la buena fe dominan sobre la confrontación y el oportunismo.

Diego López Garrido es vicepresidente ejecutivo de la Fundación Alternativas; Francisco Ros es ingeniero de telecomunicaciones; Vicente Salas es profesor en la Universidad de Zaragoza e Ignacio Santillana es economista.

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