Las miles de flores que cercenó el virus
Agricultores dedicados al cultivo de estas plantas acusan pérdidas de hasta el 80% de sus ventas en plena primavera, temporada alta del sector
Cuando a primeros de marzo José Santamaría vio abrirse los primeros pétalos de su plantación de coloridas gerberas lo que menos podía imaginar es que acabarían tiradas por miles en un solar que ahora hace las veces de pudridero. Al agricultor de Chipiona (Cádiz) aún le cuesta trabajo asimilar que, justo en la primavera que debía traer hasta el 80% de las ventas a su sector de la flor cortada, la crisis sanitaria del coronavirus ha revertido su previsión de beneficios en unas pérdidas de las que aún no sabe si se recuperará. “Esto es una ruina grande. No sé quién va a ser capaz de sobrevivir”, tercia abatido el chipionero de 57 años.
La Cuaresma de las cofradías, las Fallas de Valencia, el Día de la Madre inglés (el pasado 22 de marzo), la Semana Santa, las comuniones, las bodas… En uno de los epicentros españoles de la flor cortada que es Chipiona, los empresarios aún no tienen los números totales que lo corroboren, pero ya suman los días del calendario de fiestas y eventos suspendidos como “lo peor que ha podido pasar en más de 40 años de historia de producción de flores”, asegura sin rodeos Luis Manuel Rivera, responsable en Andalucía del sector de la flor cortada de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG).
El purgatorio impuesto por el virus ha impactado de lleno en la costa noroeste de Cádiz, justo en la temporada alta del sector, la que los agricultores del lugar conocen como la de “la fuga de la flor”, según explica Rivera. La zona, repartida entre Chipiona y Sanlúcar, suma 350 hectáreas dedicadas a la flor cortada, un 60% de la producción andaluza. Por comunidades, Andalucía, Comunidad Valenciana y Cataluña suponen más 70% del total de exportaciones de planta viva y flor cortada de España. La caída impuesta por la crisis sanitaria amenaza unas exportaciones que en 2018 alcanzaron los 407 millones de euros, según cálculos de la federación de exportadores agrícolas Fepex.
Pese a dedicarse al campo y quedar por tanto incluida dentro de la lista de actividades esenciales durante el estado de alarma, lo de la flor cortada está lejos de ser un producto esencial. También dista mucho de los precios de producción y venta habituales del sector primario. “Cada hectárea de flor cortada equivale a cinco de hortalizas en cuanto a rentabilidad, producción, gastos y mano de obra”, compara Santamaría. Eso explica que, pese a ser un pequeño sector dentro del tejido agrícola, sea capaz de generar una mano de obra de más de 40.000 empleos anuales en España, según cálculos de COAG Andalucía.
Hartos de la presión de los precios bajos del campo y animados por la rentabilidad, muchos agricultores chipioneros se pasaron al cultivo del clavel hace casi medio siglo. Tras la crisis de 2007, invirtieron aún más dinero, se especializaron aún más y mejoraron sus cultivos con invernaderos tecnificados para poder plantar otras flores al gusto de Aalsmeer, el gran mercado europeo del sector ubicado en Ámsterdam (Países Bajos). Desde allí le llegó el primer signo de alarma a Rivera el pasado 9 de marzo, justo cuando había empezado a cortar los primeros tallos de sus 12.000 metros cuadrados de calas: “Me llamó el que me las comercializa porque la subasta de Holanda se había pegado un batacazo. De lo que había mandado, solo se iba a vender un 30%”.
A partir de ahí, como para el resto de España, todo fue a peor y los números de los agricultores comenzaron a descuadrarse. Santamaría debería estar recogiendo y vendiendo a destajo tallos de gerberas y antirrhinum, con un valor de entre 25.000 o 30.000 euros por semana. Sin embargo, todo lo que recolecta en estos días va a un solar que ha tenido que ceder el Ayuntamiento de Chipiona para servir como pudridero de flores: “Lo que tengo que cortar ya es para tirar”. La preocupación del agricultor ahora es cómo podrá renegociar con el banco los 50.000 euros que tuvo que pedir para plantar el cultivo de esta temporada.
La ruina se extiende también a las comercializadoras del sector que, junto a los agricultores, daban trabajo a casi 4.500 puestos de trabajo en la costa noroeste de Cádiz y que ahora se dan por perdidos. Para paliar tantas pérdidas en un sector tan peculiar, el Consejo de Ministros aprobó el pasado 31 de marzo que cultivos estacionales como el de la flor cortada se puedan acoger a prestaciones especiales cuando la caída de la facturación sea superior al 75%. Desde COAG Andalucía valoran el paso como positivo, pero aseguran necesitar más medidas para evitar que la quiebra se extienda a todas las explotaciones.
Mientras el pudridero de flores se llena, algunos de los empresarios del ramo hace días que se afanan en otra tarea más allá de contabilizar pérdidas. Con los plásticos de sus invernaderos, ya han elaborado 250 batas de plástico para sanitarios de hospitales de la provincia. Los agricultores saben que salir cuanto antes de esta crisis sanitaria será clave para que la vida normal regrese y, con ella, las fiestas decoradas con sus flores. “Esto va a ser un antes y un después, porque la economía se ha parado. Cuando la gente se recupere, va a comprar antes otras cosas. Esto no es un artículo de primera necesidad”, vaticina Rivera apesadumbrado.
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