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Rusia rechaza la propuesta de la OPEP y hunde el precio del petróleo a mínimos de tres años

El cartel proponía un recorte de la producción de 1,5 millones de barriles diarios, superior al de los peores momentos de la Gran Recesión, para hacer frente al desplome de la demanda por el coronavirus

El ministro ruso de Energía, Alexander Novak, este viernes en Viena a su llegada a la sede de la OPEP.
El ministro ruso de Energía, Alexander Novak, este viernes en Viena a su llegada a la sede de la OPEP.Ronald Zak (AP)
Ignacio Fariza

Y Rusia dijo no. Moscú ha echado por tierra este viernes el ambicioso tijeretazo a la producción de crudo propuesto por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), hundiendo aún más su precio, que ya estaba en caída libre por los riesgos económicos asociados al coronavirus. El barril de brent, el de referencia en Europa, se desplomaba un 5% poco después de que se aireasen las disensiones en un bloque y duplicaba sus pérdidas al cierre, hasta bordear los 45 dólares, en su peor jornada en cinco años, después de que se conociese la fumata negra.

La OPEP, liderada de facto por Arabia Saudí, proponía retirar del mercado 1,5 millones de barriles diarios, la mayor reducción de la oferta desde diciembre de 2008, meses después de la quiebra de Lehman Brothers. Pero el país euroasiático, tercera potencia petrolera mundial, negó la mayor, aceptando solo la prolongación de los recortes ya pactados: una minucia para compensar el brusco y repentino descenso en la demanda. Finalmente, ni siquiera se producirá esa extensión: la retirada de 1,7 millones de barriles pactada en diciembre pasado será papel mojado en tres semanas.

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La epidemia ha creado una situación “sin precedentes”, como reconocieron el jueves los ministros de Petróleo de la OPEP tras su reunión en Viena (Austria): menos desplazamientos en coche en China, muchos menos vuelos y varias industrias en problemas por los cuellos de botella en las cadenas de suministro. La compra de crudo por parte del gigante asiático se ha hundido, arrastrando consigo a la demanda global en su conjunto, que cae a un ritmo incluso mayor que en los peores momentos de la Gran Recesión. La situación exigía un mensaje contundente para cortar de raíz la sangría de precios: en un inicio de 2020 aciago, el barril de brent ha perdido casi la tercera parte de su valor. Pero en su lugar hubo silencio; un silencio estruendoso.

Parecía una jugada de farol de Moscú para evitar un recorte tan drástico como el que buscaba Arabia Saudí –el líder de facto de la OPEP–, pero ha acabado convirtiéndose en el desenlace final de la saga. Son malas, muy malas noticias para los países petroleros. En un órdago a mitad de partida, el Kremlin había dejado claro que sus finanzas públicas son lo suficientemente sólidas como para convivir con los precios actuales. No está claro que así sea. Pero sí hay algo seguro: que la situación es mucho más difícil para países de la OPEP como Venezuela, Libia o Nigeria, que necesitaban precios más altos como el comer. “Necesitamos hacer algo o las consecuencias serán drásticas para todos”, resumía un dirigente de un país del Golfo en declaraciones a Reuters antes de que comenzase la reunión de este viernes. Como el dilema del prisionero ha demostrado tantas y tantas veces, el riesgo de la no cooperación es que ambas partes corren el riesgo de acabar perdiendo.

En tiempos de zozobra como los actuales, los mercados financieros quieren golpes de efecto. El desplome bursátil obligó el martes a la Reserva Federal a jugar al contraataque, con la primera rebaja de tipos entre reunión y reunión desde la crisis. Aunque de forma más efectista que efectiva, era una forma de dejar claro que había llegado el momento de actuar. Que el peligro del coronavirus sobre la economía pasa de castaño oscuro. Y el FMI y la Unión Europea recogieron el guante 24 horas después: el primero, con un paquete de ayudas de 45.000 millones de euros para países en problemas; la segunda, con manga ancha fiscal para que sus Estados miembros puedan desviarse de la senda de déficit. Este viernes le tocaba a la OPEP+ y todo ha quedado en agua de borrajas: no quedaba otra que pasar de las musas al teatro y el cartel ampliado se ha quedado en las musas.

El hundimiento de la demanda requería una señal contundente por parte de los productores. El mercado de crudo es una piscina que llenan tres grandes mangueras –Estados Unidos, la OPEP y Rusia– y con un único desagüe –la demanda–. El primero de los chorros que la alimentan –EE UU, erigido ya en gran exportador y primer productor mundial– no ha dejado de incrementar su caudal en la última década, tanto que incluso la menor afluencia de la segunda y la tercera, con recortes artificiales como el que se esperaba para este viernes, ha sido insuficiente para que dejase de rebosar. A eso se ha sumado en las últimas semanas una disminución inesperada en la capacidad de evacuación: virus de Wuhan mediante, un factor que no estaba en ninguna hoja de ruta y que ha mutado de amenaza sanitaria a riesgo económico de primer orden, en el mercado sobran 3,8 millones de barriles diarios, según los cálculos de la consultora IHS Markit. Dicho de otra forma: el equivalente al 4% de la oferta mundial no encuentra hoy dueño y los puntos de almacenamiento están a rebosar en países como China. El no de Moscú complica aún más un panorama petrolero ya de por sí intrincado. Mientras, la barrera de los 50 dólares por barril ya es historia.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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