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La paradoja colombiana: cuando el crecimiento no basta para crear empleo

Crecer al 3,5% anual ya no es suficiente para reducir el desempleo en la cuarta economía de América Latina

Santiago Torrado
Mercado en el pueblo de Salento, Colombia.
Mercado en el pueblo de Salento, Colombia. Ulf Huebner (Alamy)

Colombia se precia de tener una de las economías más estables de América Latina. Este año, ciertamente, acumula motivos para celebrar: es el país que más crece de entre los cinco grandes —Brasil, México, Argentina, Chile y la propia Colombia— , el 3,2%, frente al ínfimo 0,1% de toda la región, según las últimas proyecciones del brazo de Naciones Unidas para el desarrollo de la región (Cepal). Y, lejos de desviar el rumbo, el año que viene se expandirá un 3,5%, frente a un todavía exiguo 1,4% latinoamericano, continuando un largo camino iniciado en la década de los sesenta: desde entonces, el país andino solo ha terminado un año —1999— en negativo. El siempre temido monstruo de la recesión está bajo control, la inversión extranjera llega a buen ritmo y el consumo interno es el principal motor de la actividad productiva. Sobre ese cuasi idílico horizonte, sin embargo, emerge un nubarrón amenazante: el desempleo.

En septiembre, la desocupación cerró en el 10,2%, el punto más alto para el noveno mes del año en lo que va de la década, cebándose, sobre todo, con los jóvenes, grupo en el que afectó casi a uno de cada cinco colombianos. En ocho de los primeros nueve meses de este año la tasa general superó el umbral simbólico de los dos dígitos, pero el problema viene de más atrás y amenaza con volverse crónico en una economía cuyas constantes vitales no explican el mal desempeño del mercado de trabajo. Y ha escalado puestos en la lista nacional de desasosiego hasta alcanzar el primer lugar: según la última encuesta de Gallup, el 88% de los consultados lo situaba como gran preocupación.

La pregunta es obvia: ¿por qué una economía que crece a buen ritmo no solo no crea empleo sino que lo destruye? Parte de los porqués tienen que ver con las fechas: en Colombia, apunta el analista Ricardo Ávila, la estacionalidad del empleo es muy alta. “El desempleo sube de manera considerable en el primer semestre del año y se reduce en el segundo. Es probable incluso que cuando salga el dato de noviembre volvamos a un dígito, pero sería flor de un día: el promedio de 2019 va a ser de dos dígitos sin duda alguna”, vaticina.

El ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, ha reconocido que la tasa de desempleo —“inaceptablemente alta”— es una de las preocupaciones centrales del Gobierno de Iván Duque. Y en verano reconoció que no tenía certeza sobre las causas ni las medidas apropiadas para corregirlo, una salida en falso que la oposición no tardó en criticar con ferocidad –Carrasquilla ya sobrevivió un intento de moción de censura–. A diferencia de entonces, esta vez apuntó a los “rezagos de la economía” provocados por algunos años de crecimiento bajo –2,0% en 2016 y 1,8% en 2017, por ejemplo, aunque ambas tasas ya las quisieran para sí otros países latinoamericanos–, las nuevas formas de contratación y el impacto de la masiva migración venezolana en el mercado laboral, principalmente.

Jorge Restrepo, profesor de economía de la Universidad Javeriana, esboza una razón más: es, dice, “muy caro generar empleo en Colombia”. Las causas son, dice, “un salario mínimo relativamente alto frente al ingreso medio [828.000 pesos, unos 240 dólares] y las dificultades para despedir”. “Hay un altísimo grado de protección al trabajador formal que impide que se creen trabajos de corta duración en ese sector o que se formalicen a los trabajadores que están en la informalidad”. Restrepo alerta, además, de las consecuencias económicas y sociales de la destrucción de empleo: impacta los niveles de pobreza, genera descontento, tensiones sociales y deteriora la actividad crediticia y del sector financiero.

Colombia ha sido, tradicionalmente, un país de alto desempleo en el contexto latinoamericano, complementa Ávila. “Hay varias explicaciones que tienen que ver con la informalidad [aunque es menor que en otros países latinoamericanos], pero lo cierto es que desde mediados de 2015 hemos tenido un retroceso”. Paradójicamente, crecer algo más del 3% es insuficiente. “En una economía que tiene una población joven, para que el desempleo baje hay que crecer por encima del 3,5 %”, señala. El riesgo para el país, en medio de su buena racha, tiene que ver con que la oleada de inestabilidad política del vecindario no afecte a la cuarta economía de América Latina.

Migrantes venezolanos

Marc Hofstetter, profesor de Economía de la Universidad de Los Andes, coincide en que el el crecimiento, pese a su brillo si se compara con el resto de la región, tiene que ser más alto para detonar la creación de empleo, y en que el salario mínimo, que el Gobierno aumentó en diciembre, es otra de las causas probables del reciente deterioro en el mercado laboral. Y descarta la tercera hipótesis: el impacto de la llegada de migrantes venezolanos que ha esgrimido el Ejecutivo de Duque: “La evidencia que ha producido el Banco de la República dice que su contribución sobre la tasa de desempleo es muy marginal”.

Tras poco más de un año en el poder, Duque afronta la delicada coyuntura desde una posición políticamente débil. En las últimas encuestas su tasa de desaprobación roza el 69%, carece de mayorías en el Legislativo y la oposición acaba de forzar la renuncia de su ministro de Defensa. A estos factores se suma la incertidumbre de su reforma tributaria, que debe volver a pasar por el Congreso después de que la Corte Constitucional hundió la legislación con la que ya contaba el Gobierno por problemas de trámite. Además, Duque se ha enfrentado esta semana a un paro nacional que, entre sus razones de convocatoria, esgrime una reforma de las pensiones y otra laboral, sobre la que no existen textos definidos. En ese contexto político, no parece viable abordar discusiones polémicas como el nivel del salario mínimo o los costos para crear un empleo formal.

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Sobre la firma

Santiago Torrado
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia, donde cubre temas de política, posconflicto y la migración venezolana en la región. Periodista de la Universidad Javeriana y becario del Programa Balboa, ha trabajado con AP y AFP. Ha cubierto eventos y elecciones sobre el terreno en México, Brasil, Venezuela, Ecuador y Haití, así como el Mundial de Fútbol 2014.

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