Insecto contra insecto: la (rentable) guerra de las plagas
Agrobío factura 30 millones con plaguicidas biológicos en los que depredadores ‘buenos’ sustituyen al uso de químicos
De las tres principales empresas del mundo capaces de producir docenas de millones de insectos al año —abejorros, chinches o ácaros —, que los agricultores luego sueltan para polinizar sus verduras o prevenir plagas, una de ellas es española, Agrobío. Este grupo, de La Mojonera (Almería), situada en medio de la mayor concentración de invernaderos de Europa, da servicio con sus plaguicidas ecológicos a más de 45.000 hectáreas de cultivos protegidos. En España sirve a Almería, Murcia y Málaga, y en el exterior tiene presencia en 40 países. Uno de cada cuatro abejorros que se utilizan en el mundo para polinizar tomates procede de sus tres fábricas, la de La Mojonera, y las de Antalya (Turquía) y Agadir (Marruecos).
Considerada como la gran pionera en España de los antiplagas bio, esta compañía viene avalada por un rápido crecimiento. Sus ventas han crecido en los últimos años a tasas anuales del 20%. La facturación, de 25 millones de euros en 2017 (año en el que ganó 1,7 millones), subió hasta los 30 millones el pasado año. “En 1997, en el segundo año de existencia de la empresa, vendíamos 15.000 colmenas de abejorros: ahora estamos sobre las 500.000”, comenta José Antonio Santorromán, cofundador y director de Agrobío. “Cada año tenemos que aumentar las instalaciones”, dice. Desde que se lanzó al mercado con sus insectos para polinizar el tomate, la empresa se ha ido ganando el favor de los agricultores. Fue la primera firma capaz de hacer frente a la Tuta Absoluta, una plaga del tomate llegada de Sudamérica que asoló las regiones ribereñas del Mediterráneo en 2007.
Fundada en 1995, inició su andadura con la producción de los abejorros polinizadores, una propuesta que cambió los modos de trabajar de los agricultores almerienses, y que hoy representa el 40% de su cifra de negocio. “En unos pocos años el 100% de los tomates eran polinizados con estos insectos”, explica Santarromán. Creados para el tomate de invernadero, los abejorros cumplen hoy funciones de polinización con pimientos, berenjenas, calabacines, fresas o frutales, incluso al aire libre. Antes de la apuesta de Agrobío, los agricultores polinizaban las flores del tomate con hormonas. Ahora lo hacen con una colmena (una caja) de abejorros compuesta por una reina y 100 obreros, que se dispersan por los cultivos. Cada hectárea exige 30 colmenas. “Además, los tomates son de mejor calidad”, asegura el directivo.
La segunda gran oportunidad de Agrobío llegaría en 2007, con la llamada crisis del pimiento. Pese a que la compañía llevaba varios años tratando de convencer a los agricultores de los invernaderos para que utilizaran sus insectos, estos preferían los plaguicidas químicos. “Hicimos muchos esfuerzos por difundir los insectos antiplagas, pero sin mucho éxito”. Eso hasta que se produjo una alarma sanitaria de la Comisión Europea contra los pimientos de la zona que estuvo punto de acabar con la producción local. “Se estaban utilizando masivamente productos químicos ilegales venidos de China, y en Bruselas se pusieran serios: o acaban con esas prácticas o les cerraban las explotaciones”, recuerda el empresario. Fue así como nació una nueva línea de negocio, la de control biológico, que no ha parado de crecer, con nuevos insectos predadores y aplicaciones y que es ya mayoritaria en Agrobío, acaparando el 60% de su facturación. Además, a los agricultores les vino bien: no solo era más sana, sino también más eficiente pues eliminaba el problema de las mutaciones y resistencias. Esto, además de que los pesticidas, eran perjudiciales para los trabajadores.
Dada la amenaza de cierre, las empresas agrícolas se apuntaron rápidamente. “Nunca se había visto tal reconversión en solo tres años. De tener 200 hectáreas con ese sistema en 2007 se pasó a 7.000 ya al año siguiente”. En la actualidad, el 80% del cultivo intensivo en Almería utiliza estos insectos buenos. En el pimiento llegan al 100%. Aquí se emplean chinches, ácaros y parasitoides. A los chinches, que se venden en botes de plástico de un cuarto de litro, se les suelta y enseguida se ponen a trabajar y van en busca de sus enemigos. “Los parasitoides, por su parte, ponen su huevo en un bicho malo, que una vez que nace en el cuerpo del otro, se lo come”.
Agrobío, más que un productor de insectos, prefiere definirse como una empresa biotecnológica. En la actualidad es miembro de las principales organizaciones de control biológico del mundo. “Cada año nuestro equipo acude a foros internacionales y acoge visitas de científicos, grupos de agricultores, técnicos y personalidades interesadas en conocer cómo funciona nuestro modelo”, dicen. La empresa está involucrada en Proyectos Europeos 2020 e Interconecta, un programa que buscar soluciones a retos como el control del pulgón o la araña roja. “Cada año”, dice Santorromán, “incorporamos unos 30 bichos nuevos, para diferentes plagas”.
Apuesta por el I+D
Para detectar los depredadores eficientes, en el departamento de I+D de la empresa (que consume el 10% de las ventas), consultan los datos de investigación básica de las universidades. “Hay millones de especies. Lo que hacemos es ver qué insecto puede ser utilizado contra una plaga y si lo podemos multiplicar nosotros, lo que no siempre es posible”. Todo ello obliga a la empresa a mantener una plantilla muy especializada: Entre los 170 trabajadores (140 en España) hay ingenieros técnicos, biólogos, ingenieros agrónomos, economistas o técnicos comerciales, que son los que asesoran a los agricultores.
Cuando Santorromán inició el negocio, hace 24 años, ya tenía otra empresa, Almeriplant, de comercialización de semilleros, que sigue existiendo. “Decidimos entrar en el negocio de los insectos al ver que había salido un experimento con estos bichos en el norte de Europa, que empezaban a utilizarse para polinizar el tomate, y que algunos agricultores los estaban importando de Holanda”. Dado el éxito de la empresa en Almería, Agrobío decidió aprovechar en 2007 su éxito en el campo almeriense con los antiplagas para empezar a exportar. “Nuestro principal cliente es Holanda, por su similitud con Almería en cuanto a los invernaderos, pero también vendemos bastante en Italia, Francia, Marruecos, Argelia o Jordania”. El gran reto ahora es entrar en EE UU e Iberoamérica.
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