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Un proyecto deSantander
Brexit

Europa pone a prueba su fortaleza con el plan de salida del Reino Unido

Pese a que aún no se haya materializado, los daños económicos del proceso ya se están dejando notar en la UE

Los participantes en el debate de Foro Futuro sobre el Brexit: de izquierda a derecha José Antonio Vega (director adjunto de Cinco Días), Belén Becerril (subdirectora del Instituto de Estudios Europeos de la Universidad CEU San Pablo), Enrique Feás (Economista del Estado y coeditor del blog NewDeal), Francisco Pérez (Director de Investigación del Ivie), Santiago Carbó (Director de Estudios Financieros de Funcas) y Fernando Fernández (Profesor de Economía del IE Business School).
Los participantes en el debate de Foro Futuro sobre el Brexit: de izquierda a derecha José Antonio Vega (director adjunto de Cinco Días), Belén Becerril (subdirectora del Instituto de Estudios Europeos de la Universidad CEU San Pablo), Enrique Feás (Economista del Estado y coeditor del blog NewDeal), Francisco Pérez (Director de Investigación del Ivie), Santiago Carbó (Director de Estudios Financieros de Funcas) y Fernando Fernández (Profesor de Economía del IE Business School). Pablo Monge

La salida del Reino Unido de la Unión Europea es un proceso que parece irreversible con efectos para todos. El que estos efectos sean más acusados y, por tanto, más negativos depende de si el Brexit se lleva a cabo de una manera abrupta, es decir, sin acuerdo, o de manera pactada. Sin embargo, por ahora no hay optimismo al respecto. Cinco expertos reunidos en el Foro Futuro, observatorio de tendencias económicas organizado por CincoDías y Santander, han mostrado sus reservas sobre la posibilidad de un Brexit “blando” teniendo en cuenta la situación actual.

“Lo que hay detrás de lo que ha pasa­do es que se ha lanzado el mensaje de que es posible la recuperación de la soberanía nacional entendida como en el siglo XX, lo cual no es viable en un mundo globalizado e interdependiente”, explica Fran­cisco Pérez, catedrático de Análisis Económico de la Universitat de València y director de investigación del Ivie.

El Brexit ha sumido a las instituciones comunitarias en más de dos años de eternas negociaciones con el Ejecutivo británico y ha llevado a la Cámara de los Comunes a un laberinto del que no se sabe cómo salir. Ni siquiera los malos resultados cosechados la semana pasada por conservadores y laboristas en las elecciones locales han servido de incentivo para que ambos partidos logren sellar un acuerdo transversal del Brexit, lo que ha obligado al Reino Unido a participar en los comicios europeos del 23 al 26 de mayo, una humillación para quienes hace ya casi tres años votaron a favor de la salida de la UE.

Una vacuna

Pero si algo bueno se puede sacar de un embrollo que prácticamente ha agotado la paciencia de Europa es que nadie parece dispuesto a seguir los pasos del Reino Unido. “El Brexit ha sido una vacuna. Nadie quiere estar en la piel de Theresa May. Ha puesto de manifiesto las ventajas de estar dentro de la UE y las desventajas de estar fuera”, sostiene la subdirectora del Instituto de Estudios Europeos de la CEU San Pablo, Belén Becerril.

Esta jurista se congratula al ver que las amenazas del presidente de EE UU, Donald Trump –que auguraba que al divorcio británico le seguirían muchos otros–, no se han cumplido y, lejos de atizar la desintegración del club, han logrado mantener la unidad e incluso moderar los discursos de los partidos más eurófobos. “Ni siquiera Le Pen, Orban o Salvini hablan ya de retirada. Con todos sus límites, creo que la mejor apuesta para el futuro de los europeos sigue siendo la UE”, asegura.

Efectos ya visibles

Parece que esa sería la única nota positiva, porque aunque no se haya materializado la salida, los efectos perjudiciales son ya evidentes. “La economía británica ha crecido un 2% menos de lo que debería” desde junio de 2016, recuerda el técnico comercial y coeditor del blog NewDeal, Enrique Feás. Lo mismo sostiene el director de Estudios Financieros de Funcas, Santiago Carbó, quien advierte de que las “deslocalizaciones ya están ocurriendo”, así como “la desaceleración en Reino Unido y en Europa, en buena parte debidas al Brexit”.

Fernando Fernández, profesor de Economía del IE Business School, añade a las deslocalizaciones la retirada de inversiones, el efecto en el comercio y “la mala prensa que Europa está proyectando hacia el resto del mundo”. Para este experto, hay otra consecuencia del Brexit muy dañina para Europa como es la pérdida de la plaza financiera global que es Londres. “Parte del negocio que mueve la City se va a ir a Shanghái o Nueva York porque, además, hay que sumar el gran suicidio que supone el impuesto sobre las transacciones financieras”, argumenta.

Por mucho que el divorcio se haya aplazado por segunda vez hasta el 31 de octubre, nada impide que el precipicio de una salida abrupta vuelva a darse tras esa fecha. Y a pesar de que en ese escenario “el shock sería mucho más importante para Reino Unido que para la UE”, apunta Francisco Pérez, los expertos avisan de que conviene no subestimar los efectos imprevistos de un cataclismo en la UE.

En el peor de los escenarios, un Brexit duro podría llegar a restar hasta un 8% del PIB británico en los próximos cinco años, según estimaciones del Banco de Inglaterra. Un impacto mucho mayor al 1,5% que el PIB comunitario podría dejarse en ese mismo periodo de tiempo, según los cálculos del FMI. No obstante, Feás insta a “no minimizar el impacto de una salida sin acuerdo” en el club comunitario. “Por mucho que los líderes europeos digan que estamos preparados, las consecuencias pueden ser más graves de lo que queremos creer. Nadie está realmente preparado”, alerta.

Evaluación difícil

Todo ello porque, según coinciden todos los expertos, los verdaderos costes de un no deal son extremadamente difíciles de evaluar. “Hay que tener mucho cuidado con la ruptura de las cadenas de valor, porque podrían tener muchos efectos interrelacionados y acumulativos muy difíciles de estimar”, prosigue Feás. Lo mismo ocurre con los costes financieros, ya que, agrega Carbó, “nadie puede descartar una fuga de capitales masiva”, lo que haría mucho daño a operadores, aerolíneas y bancos, y “traería necesariamente una recesión”.

Frente al cierre de filas logrado hasta el momento entre los 27 Estados miembros, Fernando Fernández teme además que un divorcio sin acuerdo ponga patas arriba el club y dé pie a una batalla interna. “Es imprevisible lo que puede suceder con la integración europea porque los intereses comerciales, económicos y financieros de los distintos países son muy diversos. Francia y Alemania son dos economías con dos exposiciones muy distintas a Reino Unido”, detalla.

El dilema comercial

Para lograr una salida ordenada, Feás defiende el establecimiento de una Unión Aduanera, como “condición necesaria, pero no suficiente, para evitar fricciones comerciales”, a lo que habría que sumar un régimen especial para la provincia de Irlanda del Norte, de tal forma que se evite una frontera física con Irlanda, ya que ello haría peligrar la frágil paz lograda con el Acuerdo de Viernes Santo de 1998.

Aparte de no solucionar todos los problemas, Belén Becerril ve muy difícil que los conservadores acepten una Unión Aduanera. “El problema es que no se puede prometer, como ha hecho Reino Unido, que no habrá frontera física [entre las dos Irlandas] y al mismo tiempo pretender tener sus propios acuerdos comerciales. Es un disparate”, critica.

Fernández se muestra pesimista respecto a la posibilidad de lograr un acuerdo. “Cuanto más desmenuzo la Unión Aduanera, más pienso que nos encaminamos a un no deal. Es muy difícil para el Reino Unido explicar a su pueblo que se van de la UE pero aceptando la legislación laboral, ambiental y de competencia comunitaria y acatando las decisiones de los tribunales europeos”, zanja.

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