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La penúltima bala de Duro Felguera

La centenaria compañía asturiana deja atrás lo peor de su última crisis y tendrá que demostrar su atractivo en 2019

María Fernández

En Bolsa se conoce a las empresas de pequeña capitalización y bajos precios como “chicharros”, valores que normalmente dan más disgustos que alegrías. Duro Felguera es, además de una de las más antiguas del país —se fundó en Asturias en 1858—, uno de esos peces de poco valor que nadan en el mercado. Sus acciones presentan la curva de un electrocardiograma plano: cotizan a unos 15 céntimos de euro desde su última gran crisis, de la que intenta salir desde el pasado verano.

La compañía de ingeniería, que a finales del siglo XIX llegó a ser la principal siderurgia del país, arrastra una montaña de problemas. En noviembre de 2017, el presidente del grupo, Ángel del Valle (yerno de Gonzalo Álvarez Arrojo, entonces principal accionista, con el 24%), se vio forzado a abandonar el puesto presionado por la banca, que le culpaba de haber dilapidado más de 400 millones. “Los Arrojo estuvieron más de 10 años al frente. Se contrató a personal de dudosa valía profesional con salarios desorbitados; no había ningún control de los diferentes departamentos”, recuerda Manuel Pérez Uría, responsable de Acción Sindical CC OO Asturias. Javier Campa, secretario de política sindical de UGT FICA del Principado, tacha de “demencial” la gestión: “Parecía imposible hacerlo peor”.

Una mentalidad cortoplacista, una caída importante de los márgenes por cada proyecto (que en las buenas épocas estaban en el 20% y terminaron en el 8%) y una combinación de errores con cierta mala suerte abocaron a la empresa, que hoy cuenta con 1.250 empleados, a plantearse despidos, aunque finalmente no se produjo ningún ERE. Y empezaron los match ball. Acacio Rodríguez, un consejero independiente que había sustituido a Del Valle, negoció con la banca la refinanciación para evitar el hundimiento. Es el único directivo de la etapa anterior que figura en el actual staff. En julio del año pasado logró un pacto con la banca acreedora con una quita del 75%. Paralelamente se amplió capital en 125 millones de euros y los antiguos accionistas se diluyeron hasta casi desaparecer. Entraron la ingeniería TSK (de Sabino García, que tiene el 3,3%) o el grupo catarí ACEC. Otros accionistas de referencia son Indumenta Pueri, con el 9,5% (de la familia dueña de Mayoral); La Muza Inversiones, con el 5% (sicav de la familia Urquijo), o el portugués Juan José Rodríguez-Navarro (4,1%).

Había que hacer borrón y cuenta nueva. Una auditoría interna encargada por el presidente destapó en octubre un agujero de 30 millones de euros por “desviación de determinados proyectos”. El 30 de noviembre se dio un golpe de timón en la gestión: el presidente dejó de ser ejecutivo y nombró consejero delegado a José María Orihuela Uzal, antiguo número dos de Sacyr. “Se hizo una revisión completa para hacer aflorar todos los problemas con la intención de dar una señal más clara a los inversores”, dice una fuente del sector.

Pero el resultado del año que acaba de terminar no es nada halagüeño. Hasta septiembre de 2018 las ventas netas se han reducido un 35% (310 millones), y las pérdidas de explotación sumaron 56 millones. La deuda financiera asciende a 85 millones sobre un pasivo total de 109 millones. Y la nueva contratación de ese año solo ha crecido en 69 millones —por la incertidumbre y la falta de avales—, de modo que tienen 892 millones en cartera frente a los 1.300 millones de hace un año.

Fuentes próximas al nuevo equipo gestor aseguran que Duro Felguera encara el año en la cuerda floja, pero con un renovado optimismo. “Seguramente no podrán acceder a proyectos grandes, pero tienen una gestión de riesgos más equilibrada e independiente de proyectos concretos”, creen los expertos. El plan estratégico que preparan deberá despejar muchas dudas, en especial el nuevo enfoque de negocio en distintos mercados. En Latinoamérica, por ejemplo, está la mitad de sus ventas y tienen importantes deudas en países como Venezuela, donde hay unos 90 millones pendientes de cobrar de un polémico proyecto firmado en 2009: una central de ciclo combinado llamada Termocentro que da servicio a Caracas por la que el país pagó 1.500 millones. La Fiscalía Anticorrupción española se querelló contra Duro Felguera hace dos años por presuntos delitos de corrupción y blanqueo tras detectar el pago de sobornos a políticos de aquel país para conseguir el proyecto. Preguntada por las consecuencias del procedimiento, la actual dirección asegura que colabora con la justicia. El año pasado realizó una investigación interna sin encontrar pruebas de “una conducta ilícita”.

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Duro Felguera arrastra más conflictos por la ejecución de otros contratos. Tiene en marcha varios arbitrajes internacionales y negociaciones en Argentina, Australia o India. En Buenos Aires reclama 30 millones por una central de ciclo combinado a su cliente General Electric. En Australia el monto suma 200 millones de dólares australianos (125 millones de euros) por la ejecución de una fábrica de mineral de hierro. En India reclaman a un socio local otros 50 millones por impagos.

Pese a lo anterior y tras poner en marcha una fuerte reducción de costes, fuentes de la plantilla destilan cierto optimismo. “No deja de ser una muy buena ingeniería con productos llave en mano. Su principal centro, el llamado tallerón situado en Gijón, está emplazado estratégicamente y tiene la confianza de muchos clientes”, recuerda Campa. “Empieza a notar más movimiento aunque la carga de trabajo no se recupera de la noche a la mañana”.

En el mercado surgen nuevos proyectos de inversión en energías renovables y gas, en especial en países que necesitan mejorar su capacidad de respaldo de otras energías. Duro Felguera tiene otra ventaja, y es que no necesita nuevas inversiones porque la compañía está sobredimensionada. El plan estratégico está a punto de darse a conocer y han nombrado, entre otros cargos, a un nuevo director de riesgos. “Hay que darle la vuelta a las cosas. Aumentar la contratación es el siguiente gran reto”, aseguran en la empresa. Y para ello ponen la mirada en reforzar su presencia local en países importantes, como México.

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Sobre la firma

María Fernández
Redactora del diario EL PAÍS desde 2008. Ha trabajado en la delegación de Galicia, en Nacional y actualmente en la sección de Economía, dentro del suplemento NEGOCIOS. Ha sido durante cinco años profesora de narrativas digitales del Máster que imparte el periódico en colaboración con la UAM y tiene formación de posgrado en economía.

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