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¿Por qué Pepsi pagó tanto por una empresa para hacer agua con gas en casa?

La compañía desembolsó 2.800 millones de euros por el fabricante de soda israelí SodaStream

Botellas de los productos de SodaStream en un supermercado. 
Botellas de los productos de SodaStream en un supermercado. alamy

La multinacional PepsiCo ha salvado los obstáculos para hacerse con la empresa SodaStream por 3.200 millones de dólares (2.800 millones de euros), es decir, 144 dólares (125 euros) por acción. Los accionistas de la compañía de soda israelí aprobaron la fusión con el gigante norteamericano con un 99% de votos a favor. Una operación que, por cuestiones legales, se hará a principios de 2019 mediante una triple fusión inversa, en la que SodaStream se unirá a una sociedad 100% propiedad de PepsiCo creada ad hoc para culminar un acuerdo que, según fuentes cercanas a las negociaciones, la multinacional comenzó a diseñar hace tres años. Justo cuando su rival Coca-Cola se embarcó en el proyecto Keurig: un intento de fabricar sus refrescos de forma casera a través de cápsulas, que fue un fracaso comercial.

El pacto garantiza la permanencia de SodaStream en Israel durante 15 años y que la firma a podrá seguir operando independiente bajo la batuta de su actual director general, Daniel Birnbaum. “El acuerdo dice un mínimo de 15 años, pero esperamos cumplir los objetivos de producción acordados con PepsiCo y que la planta permanezca aquí para siempre. Estamos creciendo a un ritmo del 30% anual y esperamos crecer más”, dice Birnbaum. Según medios israelíes, la operación le reportará al directivo un bonus de 30 millones, que podrían elevarse a 80 millones si se cumplen las expectativas de beneficio fijadas para los próximos tres años.

Bonificación

También habrá recompensa para los trabajadores. “Es un reto. Tendremos que pasar de fabricar medio millón de botellas gasificadoras al mes a producir 1,7 millones”, asegura Keider Yusef, supervisor de Calidad de SodaStream en la fábrica de Rahat, al sur de Israel. El acuerdo con PepsiCo prevé que cada empleado de Soda­Stream (2.592 en total, de los cuales 1.875 están en Israel) percibirá unos 4.000 euros de bonificación, en función de su antigüedad.

La polémica con Scarlett Johansson

SodaStream tuvo que reinventarse en 2014, cuando la actriz Scarlett Johansson le prestó su imagen y los partidarios de la campaña de Boicot, Sanciones y Desinversiones (BDS) denunciaron que el grupo estaba situado en el asentamiento judío de Maale Adumim, en territorio palestino ocupado por Israel en la guerra de 1967. El escándalo terminó con SodaStream sufriendo en Bolsa y con la actriz renunciando al título de embajadora de la ONG Oxfam. La empresa se trasladó al sur de Israel, pero su director general niega que fuese por esas presiones. “Estábamos creciendo mucho y nos unificamos en un centro”, dice, “no tuvo que ver con el BDS”.

La firma está presente en 39 países, entre ellos España, en los que su aceptación ha sido muy desigual. Aunque sus orígenes se remontan a 1903 y, a partir de la creación del Estado israelí, en 1948, se implantó en Gran Bretaña, no fue hasta 1991 cuando se fundó tal y como se conoce hoy. Su expansión internacional la llevó a abrir mercado en Australia y países nórdicos como Suecia, Noruega y Finlandia, donde desarrolla el 25% del negocio. A Estados Unidos llegó en 2011, pero, gracias a su presencia en grandes superficies como Wallmart o Target y a la venta online en sitios como Amazon, hoy copa el 50% de sus ventas.

Las cifras del último ejercicio arrojan los mejores resultados de SodaStream hasta la fecha. Sus ingresos aumentaron un 31% respecto a 2016 y obtuvo un beneficio neto del 82%: 23 millones de euros.

¿Por qué una de las principales empresas de refrescos del mundo paga una cantidad, para algunos desorbitada, por una empresa tradicional que apuesta por que sean los consumidores los que fabriquen los refrescos de forma casera, a partir de agua del grifo? Algunos expertos sugirieron que con la compra de SodaStream, PepsiCo pretendía eliminar a un competidor de su principal negocio. “Eso es absurdo. PepsiCo apuesta por nuestro proyecto porque el futuro es verde”, asegura Birnbaum. “Pagar más de 3.000 millones es una cifra exorbitante para parar el crecimiento de un futuro competidor. Sin duda es una inversión estratégica de PepsiCo en una época en la que dominan las consideraciones de salud”, asegura el economista israelí Manuel Trachtenberg. Coincide con Birnbaum en que la compra es una apuesta por los valores “saludables”, que están en alza, al tiempo que las bebidas gaseosas azucaradas tradicionales cada vez son más denostadas.

Para el economista, se trata de una “operación económica muy interesante porque es algo diferente”. En Israel no es extraño ver adquisiciones de pequeñas start-up (como Waze, comprada por Google por 1.000 millones de euros, o Mobileye, adquirida por más de 14.000 millones por Intel), pero sí lo es que una compañía tradicional alcance un valor de mercado tan elevado. “Son emprendedores. Capaces de demostrar que incluso en industrias tradicionales se puede innovar”, explica Trachtenberg. En Soda­Stream esa innovación llega a través de la mecanización de la factoría en la que procesan el metal donde hacen sus botellas gasificadoras, de la personalización de los envases reutilizables y de apostar por el medio ambiente y una alternativa más saludable a los refrescos azucarados tradicionales.

El producto estrella de SodaStream es una máquina de aire comprimido que permite al usuario carbonatar el agua del grifo en botellas reutilizables y añadirle sabor. Para ello, la firma también fabrica y distribuye más de 100 jarabes saborizantes que, dice, contienen hasta dos tercios menos de azúcar que los refrescos más populares. A las ventajas de no tener que acarrear con los envases del supermercado a casa, la compañía añade que es un “valor verde”, como alternativa a las bebidas embotelladas en plástico, ya que ayuda a reducir los residuos, así como la contaminación generada por el transporte de esas bebidas. “Los microplásticos son un problema de salud mundial. Nuestros clientes tienen que saber que, al elegir SodaStream, además de dejar de producir residuos plásticos contribuirán a tener un planeta más limpio”, dice Birnbaum.

Su activismo medioambiental le costó un pleito con otros gigantes mundiales del agua embotellada como Coca-Cola, Danone, Nestlé y Spadel, que denunciaron a SodaStream ante la justicia europea por considerar que sus campañas publicitarias eran “humillantes para quienes consumen plástico”. Un argumento rechazado por la Corte de Apelaciones de Bruselas, que falló a su favor, alegando que la información sobre los efectos nocivos del plástico “es relevante para la sociedad”. La última batalla en su guerra contra el plástico arrancó hace un mes con la puesta en marcha en el Caribe hondureño de lo que llaman Holy Turtle (tortuga sagrada), un dispositivo marino gigante para recoger los residuos plásticos vertidos al mar.

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