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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Explotación de los hijos

La subida del salario mínimo es una de las medidas más coherentes para afrontar los problemas de los jóvenes

Imagen de un callcenter en Barcelona.
Imagen de un callcenter en Barcelona. Juan Barbosa

Primero descubrimos que nuestros descendientes iban a ser la primera generación que no iba a vivir mejor que sus padres. Después comprobamos que muchos de nuestros hijos ya estaban viviendo peor que nosotros. Ahora empezamos a sospechar que quizá nuestro bienestar se sostiene en buena parte gracias a las privaciones que padecen nuestros sucesores.

El estudio que acaba de publicar European Anti-Poverty Network (EAPN), elaborado por Juan Carlos Llano, certifica que los menores de 15 años y los jóvenes de 16 a 29 años son los colectivos más pobres, con un 31% y 34%, respectivamente. Para el conjunto de la población la tasa de pobreza es del 26%.

Esta nueva segregación social se ve claramente en la evolución de los salarios. Entre 2008 y 2016 los salarios medios han subido un 5,8%, mientras que los precios lo hicieron un 14,6%. La pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores es flagrante. Pero en el caso de los jóvenes (de 20 a 25 años) es mucho peor. Sus salarios se han hundido un 15%, con lo que lo que sus condiciones de vida han empeorado en un 30%, según datos del INE. Salarios bajos y alquileres imposibles son una combinación explosiva.

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Hace 60 años el economista neozelandés Alban William Phillips descubrió que existía una clara relación inversa entre la tasa de desempleo y la variación de los salarios. Es decir, cuanto más elevado era el paro más difícil era el aumento de los salarios. No obstante, en la sociedad actual la realidad es mucho más compleja.

El reciente estudio La moderación salarial en España y en la UEM de Pilar Cuadrado y Federico Tagliati, investigadores del Banco de España, indica que además de la elevada tasa de desempleo otros factores explican los bajos crecimientos salariales durante la recuperación económica. Consideran otros aspectos como las bajas expectativas de inflación, la caída del precio relativo del capital, que facilita la sustitución del factor trabajo, el crecimiento de los trabajadores a tiempo parcial involuntario y la incorporación de inactivos sin pasar por el desempleo. Señalan también que “entre 2010 y 2012 se aprobaron dos reformas laborales que, junto con los acuerdos interconfederales de la negociación colectiva, habrían favorecido un mayor grado de moderación salarial”.

Es significativa la referencia a la población inactiva que no suele incluirse al abordar el problema del desempleo. En España, mientras los parados han disminuido en 3,3 millones desde la crisis, la población inactiva ha aumentado en más de 600.000 personas. Entre ellos figuran cientos de miles de trabajadores “desanimados” que en realidad también son parados.

Los salarios pobres afectan a los menos cualificados, pero también a investigadores posgraduados, profesores de universidad y médicos y enfermeras que deben optar por la emigración.

Dada la amplitud del problema, la subida del salario mínimo es una de las medidas más coherentes para afrontar los problemas reales de los jóvenes. Sus críticos suelen prescindir de esta realidad.

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