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El rey de oro se defiende atacando

Barrick Gold, líder en la extracción del metal precioso, se fusiona con Randgold en un momento inestable para el sector

Mina subterránea de oro en Ontario, Canadá.  
Mina subterránea de oro en Ontario, Canadá.  Chris Wattie (reuters)

La empresa canadiense Barrick Gold, líder global en extracción de oro, se separará aún más de sus competidores al absorber a uno de ellos. El pasado 24 de septiembre se anunció el acuerdo de fusión con la británica Randgold, una operación valorada en 18.300 millones de dólares (unos 15.500 millones de euros). Barrick Gold tendrá el 66,6% del nuevo grupo. “Nuestra industria ha sido criticada por su enfoque a corto plazo, su crecimiento indisciplinado y la baja rentabilidad de las inversiones. La compañía producto de la fusión será muy diferente”, argumentó Mark Bristow, consejero delegado de Randgold, quien será el presidente y consejero delegado de la nueva empresa. Lo que no desveló Bristow tras el acuerdo es que detrás de la maniobra también subyace una estrategia de defensa en un momento inestable para la industria de metales preciosos.

La fusión con Randgold les permitirá controlar cinco de las diez minas con menor coste de extracción del mundo y tener una producción cercana a 6,5 millones de onzas anuales. Actualmente, Barrick Gold emplea a unas 10.000 personas y opera en 10 países. En 2017 produjo 5,4 millones de onzas de oro por un valor estimado de 7.000 millones de dólares. En su último ejericicio, la compañía obtuvo un beneficio neto ajustado de 876 millones de dólares, un 7,1% más que en 2016.

John Thornton, presidente ejecutivo de la canadiense, repetirá cargo en el próximo organigrama. Llegó a Barrick Gold en 2014 para remplazar a Peter Munk, el fundador de la compañía. Munk, descrito como un rey Midas, murió el pasado mes de marzo. Fue el fundador de Barrick en 1983 con la mirada puesta en inversiones de gas y petróleo. Sin embargo, se decantó poco tiempo después por el oro. Se rodeó de un grupo de ingenieros experimentados, comenzó a comprar minas y cambió el nombre de la firma por Barrick Gold. “La capacidad de obtener oro a costes de extracción muy bajos, sobre todo en Utah y Nevada, enriqueció mucho a la compañía”, afirma Michel Jébrak, profesor de minería en la Universidad de Quebec. El agudo conocimiento de los instrumentos financieros por parte de Munk también fue un elemento neurálgico. “No hay nada peor que una compañía minera dirigida por mineros”, declaró a la revista Le Point en 2011. Munk llevó al sector aurífero los contratos de cobertura (hedging), que le permitieron vender el metal que se iba a extraer en el futuro a un precio previamente determinado.

Ahora, la unión entre Barrick Gold y Randgold da un paso más con la creación de un grupo giganteesco con tentáculos en los mercados más prometedores del mundo. Así lo reconoció el propio Thornton cuando se presentó la fusión al destacar la experiencia de Randgold en el continente africano y los años de desarrollo de vínculos entre Barrick Gold con mineras chinas. “En un mundo con reservas decrecientes de oro, la combinación de estas dos fortalezas representa una ventaja competitiva”, dijo este directivo.

La operación de concentración también sirve para tapar los flancos débiles de las dos empresas: “Randgold llegó al máximo de lo que podía realizar. La fusión representa para ellos un escenario muy interesante”, reconoce Jébrak. Por su parte, Barrick Gold, que fichó al expresidente José María Aznar como asesor, ha tenido algunas dificultades en sus operaciones africanas. De ahí la necesidad de apoyarse en la experiencia de su socio británico en el continente. En octubre de 2017, tras un largo litigio por temas de impuestos, Acacia Mining (filial de Barrick Gold) firmó con el Gobierno de Tanzania un acuerdo para pagar 300 millones con el fin de resolver la disputa; también aceptó dividir ganancias a partes iguales con ese país.

El grupo canadiense tiene varios frentes abiertos por problemas medioambientales

El anuncio de la fusión llega en un año complicado para la industria aurífera, ya que los precios han caído en un 9%. A principios de 2018, se pagaban unos 1.300 dólares por onza, mientras que esta semana ronda los 1.190 dólares. Diversas firmas de análisis mencionan que ha habido un menor uso del oro como activo refugio en los últimos meses por la apreciación del dólar. Un billete verde más fuerte produce que el metal precioso sea más caro para los inversores que no son estadounidenses.

El Consejo Mundial del Oro espera un repunte paulatino de los precios. Sin embargo, informes de distintas instituciones financieras indican que es difícil que aumente su precio mientras la divisa estadounidense siga fuerte. Además el cambio en la política monetaria de la Reserva Federal de EE UU, con sucesivas subidas de los tipos de interés, mejora la rentabilidad de determinados activos financieros que tradicionalmente compiten con el oro a la hora de atraer el dinero de los inversores. En este escenario adverso, un factor que podría jugar a favor de la cotización del oro es la política comercial de confrontación emprendida por Donald Trump. Una guerra de aranceles es sinónimo de frenazo de la economía mundial, lo que desempolva el oro como activo refugio. En este caso, Julius Baer vaticina que la onza podría alcanzar los 1.400 dólares en un corto plazo.

Más problemas

La incertidumbre en el precio del oro no es el único problema para Barrick Gold. La compañía está manchada desde hace varios años por temas vinculados a daños medioambientales. La mina Veladero, ubicada en Argentina y explotada por Barrick Gold, ha sufrido cuatro fugas. La más importante ocurrió en septiembre de 2015, cuando millones de litros de una solución con cianuro y metales cayeron al río Potrerillos y contaminaron otros cursos de agua. La firma se vio forzada a pagar una multa de 10 millones. A su vez, las autoridades medioambientales chilenas cancelaron en enero el proyecto Pascua Lama (que comparte ese país con Argentina). Hace unos días, Barrick Gold anunció un acuerdo de asociación con la china Shandong. Uno de los objetivos es estudiar el desarrollo del proyecto en su parte argentina.

Kernaghan Webb, director del Instituto para el estudio de la responsabilidad social empresarial de la Universidad Ryerson, comenta que un enfoque óptimo sobre impactos medioambientales requiere de la participación de gobiernos, empresas y sociedad civil. “Los gobiernos deben poner en marcha o actualizar leyes y reglamentos, inspeccionar y vigilar. Los tribunales tienen que juzgar de forma objetiva. Sin embargo, la falta de recursos y de voluntad política, además de la corrupción, son frecuentemente retos de importancia en América Latina. En varios casos, una fuerte respuesta judicial puede enviar una señal clara sobre cómo actuar”, explica Webb. “Las empresas tienen acceso a distintas certificaciones y los accionistas piden cada vez más que se respeten estándares medioambientales, pero estos mecanismos son complementos y no reemplazan la regulación”, añade.

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