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Datos que maniatan la competencia

Bruselas estudia cómo enfrentar los perjuicios en el mercado del imparable crecimiento de Facebook o Google

Getty Images

"Los datos son el petróleo del siglo XXI”. El avance de la digitalización ha convertido en indiscutible una máxima que hace unos años podía parecer exagerada. El potencial de negocio que ofrece el uso masivo de información, no obstante, cuenta con un reverso tenebroso del que la sociedad solo parece haber asumido tras escándalos como el de Cambridge Analytica. Ahora, la actividad de Facebook y de otros gigantes de Internet está bajo sospecha.

El uso de datos personales afecta, sin duda, a la privacidad de los ciudadanos. El Reglamento europeo, vigente desde el 25 de mayo, pretende reforzar la protección en esta esfera. Sin embargo, otra preocupación se abre paso entre las autoridades europeas: los perjuicios que su almacenamiento y tratamiento masivo de información puede provocar sobre la competencia en los mercados. La cuestión no es sencilla de abordar. Los parámetros que tradicionalmente se han empleado para detectar un monopolio o un ataque a la competencia tienen su origen en una economía basada en bienes y servicios físicos. Así, por ejemplo, uno de los efectos clásicos en los sectores monopolísticos era el alza de precios. En la economía digital, en cambio, muchos de los servicios ofrecidos son gratuitos. Tampoco la falta de competencia merma la innovación o el desarrollo, otra de las consecuencias típicas. Al revés. Gracias al llamado efecto red, cuanto más grande es la plataforma (como en los casos de Google o Amazon), más posibilidades ofrece al usuario.

Antonio Guerra, socio del área de Competencia de Uría Menéndez, señala que fue la compra de WhatsApp por parte de Facebook el momento en el que Bruselas se concienció de la necesidad de actualizar sus mecanismos. La normativa comunitaria utiliza como referencia para exigir la autorización previa de una operación, el volumen de negocio de las empresas que intervienen en la misma. La facturación de la app de mensajería no alcanzaba dicho límite, por lo que, a priori, el examen de Bruselas no era preceptivo.

Discriminaciones abusivas

Adaptar la oferta que se le realiza al consumidor, en función de los datos que se tienen de él y en su perjuicio, también pueden atentar contra las normas de competencia. Las políticas de discriminación de precio o condiciones comerciales no están automáticamente prohibidas, pero en algunos casos pue den resultar abusivas. Podría ser el caso, por ejemplo, de una compañía aérea que conoce los patrones de vuelo de un cliente y los utiliza para cobrarle un sobreprecio por sus billetes. Antonio Guerra augura que, en el futuro, las autoridades tendrán que entrar a analizar “bastantes casos” de “políticas comerciales diseñadas ad hoc”.

La compañía que dirige Mark Zuckerberg, sin embargo, solicitó a la Comisión que examinara la compra del servicio de WhatsApp, por 19.000 millones de dólares (unos 14.000 millones de euros), para evitar problemas futuros. Para ello, empleó un mecanismo legal alternativo, que permite a las empresas acudir al Ejecutivo comunitario si la normativa de al menos tres países habilita a sus autoridades nacionales de competencia a analizar la operación.

“Facebook no pagaba por el valor actual de WhatsApp, sino por las posibilidades de uso comercial que le ofrecía el acceso a los datos de sus clientes”, apunta Guerra. La compra, explica, “ha hecho reflexionar a las instituciones europeas” sobre la necesidad de reformar los umbrales de notificación de las adquisiciones. Así, en lugar de referenciarse en la facturación, que no siempre recoge adecuadamente el valor real de la operación, podría optarse por utilizar como base el precio pagado, porque indica “el valor que (el comprador) otorga a los datos a los que tiene acceso la empresa adquirida”. Tras el estudio de la operación, Bruselas la autorizó sin condiciones. La multa de 110 millones que meses después le impuso a Facebook se debía a la entrega de información “incorrecta o engañosa” a las autoridades.

Alemania, pionera

“Ahora en el control de fusiones de empresas hacemos mucho más análisis de datos porque es importante comprender cómo funcionan”, manifestó hace unos días la comisaria europea de Competencia, Margrethe Vestager, en una entrevista con EL PAÍS. En efecto, la Comisión ha iniciado un minucioso examen del anuncio de compra de Shazam por parte de Apple, para estudiar el aprovechamiento de los datos que puede hacer la compañía de la manzana.

El Bundeskartellamt, la autoridad alemana de competencia, ha sido la primera en abrir el melón de cómo el almacenamiento masivo de datos puede convertirse en una práctica anticompetitivas. El organismo ha anunciado que a partir de verano se hará pública la resolución del procedimiento iniciado contra Facebook por abuso de posición dominante en el mercado alemán de redes sociales. Su valoración preliminar, no obstante, apuntaba a la existencia de infracción, apoyándose en que la compañía de Zuckerberg tiene 30 millones de usuarios mensuales y 23 millones diarios, en un sector con altas barreras de entradas y capacidad limitada de sustituir a Facebook por otra aplicación, en virtud del efecto red.

La alemana no es la única autoridad de competencia que ha mostrado Autoridades de Francia, Italia, Canadá o Japón ya han movido ficha también en estos ámbito con investigaciones o estudios. En España, la Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia (CNMC) aún no ha tramitado ningún expediente en este sentido.

Para enfrentar los retos que plantea el entorno digital en el ámbito de la competencia, Guerra no cree que sea necesario “una modificación sustancial” de la normativa, sino una adaptación en la forma de aplicarlas por parte de las autoridades de competencia. “Por ejemplo, otorgando mayor relevancia a la forma en que los datos se recopilan, tratan y usan que la que se daba en el pasado”, asevera; “los cárteles seguirán siendo cárteles y lo mismo ocurre con los abusos de posición de dominio”.

Y, en ese juicio, ¿tendrán todos los datos el mismo valor? El jurista augura que no, “al igual que no todos los activos tienen el mismo valor”. En este sentido, y aunque considera que aún se está “en una etapa muy incipiente” del análisis del impacto de los datos en la competencia de los mercados, asevera que no le extrañaría que en el futuro se establezcan categorías o “diferenciaciones en base al valor estratégico” de unos frente a otros.

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