La solidaridad beneficia a los donantes
Un grupo de países nórdicos está en contra de aumentar su contribución al proyecto presupuestario de la UE para paliar el menor ingreso provocado por el descuelgue de Reino Unido
El síndrome de Margaret Thatcher sigue atenazando a los europeos. I want my money back!, (devuélvanme mi dinero), clamaba la primera ministra británica. Su visión presupuestaria era tan alicorta como egoísta.
Su única vara de medir era el saldo neto de los flujos hacia y desde la Unión: la contribución neta, o sea, la aportación bruta a Bruselas menos los beneficios directos recibidos de la UE. En España gozamos de una adaptación local, la del nacionalismo que solo atiende a las balanzas fiscales, ni las comerciales ni las financieras ni las otras ventajas de insertarse en un conjunto más amplio.
Esta idea es endogámica (solo cuentan los míos), reduccionista (solo atiende a lo contable fiscal) y reaccionaria (excluye, al límite, la solidaridad).
La última versión del desaguisado es la posición de un grupo de países nórdicos, en su mayoría contribuyentes netos —encabezados por Holanda y en el que no figura Alemania— contra el proyecto presupuestario de la Unión para el septenio 2021-2027. Con ella se oponen a aumentar su contribución para paliar el menor ingreso provocado por el descuelgue de Reino Unido, Brexit, apelando a unos intereses nacionales desenfocados.
Desenfocados porque ignoran que entre los grandes beneficiarios de la cohesión y la solidaridad no figuran solo los receptores netos, sino frecuentemente los más prósperos contribuyentes netos.
Así lo demuestra una cuantificación de los beneficios obtenidos por los 15 socios previos a la ampliación al Este, estrictamente por causa de la política de cohesión hacia Polonia (Evaluation of benefits gained by EU-15 States as a result of the implementation of cohesion policy in Poland, de 2010, encargado por su Ministerio de Desarrollo Regional y patrocinado por el Fondo Regional Europeo). Dicho país es relevante como indicador, pues suponía por sí solo la mitad del conjunto de los candidatos orientales.
Pues bien, esos beneficios ascendieron en el período 2004/2009 a 4.500 millones de euros, un 27% de los fondos de cohesión para Polonia, y se estima que se multiplicaron desde entonces, una vez engrasados los mecanismos de la integración polaca.
Más concretamente, "por cada euro pagador por Alemania" al presupuesto en favor de la cohesión de su gran vecina, recibe 72 céntimos en forma de contratos de exportación adicionales". Austria, un 63%; Holanda y Suecia, un 49%; Finlandia, un 48% (por un 11% España, y un 36% la media). Y las exportaciones adicionales netas de los pagos de la política de cohesión en la parte transferida a Polonia, aún eran superiores: Alemania, 85%; Austria, 68%; Holanda, Suecia y Finlandia, por encima del 50%; y la media, un 46%).
Ello fue y es así, porque la economía polaca benefició del comercio y de la modernización (auspiciada por sus vecinos ricos y toda la UE), sobre todo de su parque de maquinaria, de sus empresas orientadas al exterior, y de avances tecnológicos y de productividad.
Así que la solidaridad es una operación en la que todos ganan: quienes reciben y quienes dan.
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