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Columna
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Homenaje empresarial a Cataluña

El Instituto de la Empresa Familiar celebrará su asamblea anual en Barcelona como respaldo a las entidades catalanas ante el proceso secesionista

Miguel Ángel Noceda
La junta directiva del Instituto de la Empresa Familiar posa con el Rey.
La junta directiva del Instituto de la Empresa Familiar posa con el Rey. Jorge Andreu

Este año, el Instituto de la Empresa Familiar (IEF) celebrará su asamblea general anual el próximo 8 de mayo en Barcelona. Mientras el congreso anual es itinerante, lo habitual es que la asamblea general se celebre en Madrid, salvo excepciones. Y esta es una de esas excepciones. La junta directiva del instituto, formada por 20 empresarios, decidió que fuera Barcelona con el objeto de ofrecer un apoyo cerrado a los empresarios catalanes (familiares y en general), un colectivo que se ha visto muy alterado por el proceso separatista por el impacto que tiene en su actividad. La incidencia se ha reflejado en que más de 3.000 empresas (muchas de carácter familiar y algunas de gran calibre y dimensión, como Catalana de Occidente o Codorniu) hayan cambiado el domicilio social fuera de la comunidad.

Así que Francisco J. Riberas (presidente de Gestamp) estrenará el cargo de presidente del IEF para el que fue elegido para los próximos dos años en la capital catalana. Y esta vez no habrá presencia de ningún representante del Gobierno, contra lo que también suele ser habitual (el presidente del Gobierno ha solido acudir a la cita cada año). La razón es que la organización quiere evitar interferencias políticas en lo que pretenden vestir como una reivindicación meramente empresarial y destacar la importancia que tiene la empresa en la economía catalana.

En su conjunto, los empresarios han lamentado el efecto que puede tener la secesión sobre su actividad, así como el boicoteo a los productos catalanes en el resto de comunidades españolas. En ese sentido, la empresa familiar se ha expresado con contundencia en su mayoría sobre esta realidad catalana en distintas dimensiones. En el XX Congreso celebrado en Toledo a primeros de octubre hubo diferentes manifestaciones en contra del procés. La más destacada fue la de Mariano Puig, expresidente del Grupo Puig, que, saltándose el guion que había ensayado incluso, dijo: “Soy catalán, pero también me siento español, mi país, mi patria. Pero, atención, en Cataluña tenemos un grave problema, queramos o no, soy optimista y espero y confío que entre todos seamos capaces de resolverlo; entre todos”.

La institución ha decidido también no invitar a políticos para evitar interferencias

Fue un toque de atención de una de las voces con más autoridad entre las varias estirpes de empresarios catalanes. El público que le escuchaba, nada sospechoso de pensar lo contrario, prorrumpió en una ovación cerrada. Entre ellos estaba una numerosa representación de empresas familiares catalanas (además de Puig, estaban Codorniu, Cementos Molins, Catalana Occidente, Planeta, La Farga, Idilia Foods-Nutrexpa, Cobega, Borges, Agrolimen, Damm, Tous, Torres, Gallardo...), cuyo rechazo al proceso secesionista y la petición de diálogo para buscar una solución se plasmó en los frecuentes corrillos formados durante el evento en los que también criticaron al Gobierno por “la mala gestión” del referéndum ilegal del 1-O. Para los los empresarios consultados, el movimiento independentista ganó entonces la batalla de la imagen, lo que perjudicó seriamente los intereses de España y de las empresas, sobre todo en el exterior. Y fueron las empresas las que contribuyeron a mitigar el efecto con la reacción en cadena de sacar sus sedes de Cataluña.

La empresa familiar tiene mucho que decir en Cataluña. El IEF nació en Barcelona por iniciativa de empresarios catalanes (Leopoldo Rodés, José María Figueras y el citado Puig, abanderaron el proyecto) y de las 100 empresas que forman hoy el instituto, nada menos que 42 son catalanas, y de los 12 presidentes que ha tenido (13 si se incluye ya a Riberas), cinco son catalanes o están radicados en Cataluña (Rodés, Puig, José María Serra, de Catalana de Occidente; José Manuel Lara, de Planeta, e Isak Andic, de Mango). Aquellos empresarios respondían a la inacción de la patronal CEOE con la empresa familiar (Rodés lo dijo en público: “Si la CEOE hubiera funcionado bien, el instituto no existiría”) y la creciente desigualdad que se producía con las empresas europeas.

Luego, tras las llamadas de Rodés, se alistaron destacados empresarios del resto de España (Rafael del Pino, de Ferrovial; José María Entrecanales, de Entrecanales; Jesús Polanco, de PRISA; Amancio Ortega, de Inditex; Alfonso Soláns, de Pikolín; los Osborne...) que le dieron todavía más empaque. Y aquello, tras recibir las bendiciones de Felipe González en La Moncloa y otras autoridades gubernamentales, comenzó a funcionar hasta ser hoy una institución más que un instituto, con una estructura organizativa que se ha extendido a las comunidades autónomas, donde se han creado 18 asociaciones territoriales (la Comunidad Valencia cuenta con la de Alicante y la regional), que se nutren empresas familiares de menor tamaño que son importantes en sus radios de acción.

Los grupos familiares se han expresado en contra de la secesión y muchos han cambiado la sede

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Sobre la firma

Miguel Ángel Noceda
Corresponsal económico de EL PAÍS, en el que cumple ya 32 años y fue redactor-jefe de Economía durante 13. Es autor de los libros Radiografía del Empresariado Español y La Economía de la Democracia, este junto a los exministros Solchaga, Solbes y De Guindos. Recibió el premio de Periodismo Económico de la Asociación de Periodistas Europeos.

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