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El campo en España no es tarea de jóvenes

Solo el 0,55% de los perceptores españoles de ayudas europeas de la PAC tiene menos de 25 años

La marisma del bajo Guadalquivir se prepara ya para la próxima cosecha de arroz a principios de octubre.
La marisma del bajo Guadalquivir se prepara ya para la próxima cosecha de arroz a principios de octubre.Paco Puentes

El campo español está muy envejecido y las estadísticas de ayudas europeas a la agricultura dan buena cuenta de ello. Solo un 0,55% de los 750.193 perceptores de ayudas directas de la Política Agrícola Común en 2016 tenían menos de 25 años, según los datos analizados por el Fondo Español de Garantía Agraria, FEGA. De los pagos directos correspondientes a ese periodo, 3.561 millones de euro fueron para ese colectivo, solamente el 1,06%. En cuanto a las personas entre los 25 y los 40 años perceptoras de pagos, suponen otro 8,17%. Así, si se extiende el concepto de jóvenes agricultores hasta ese generoso límite de 40 años, en España no suponen ni el 9% del total de quienes se dedican al campo.

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Esas mismas cifras muestran en cambio que trabajar la tierra sí es tarea de aquellos que están en la edad de jubilación. En España, los perceptores con más de 65 años significaron el 38,8%, y recibieron en conjunto el 26,25% de las ayudas. De los 750.183 preceptores, un 63% eran hombres y un 37% mujeres. En todas las comunidades autónomas, el número de hombres perceptores de ayudas directas casi dobla al de mujeres, salvo en Asturias y en Galicia, donde las mujeres superan ampliamente al colectivo de varones.

¿Es España una excepción entre sus socios? En el conjunto de la UE, la situación no ofrece grandes diferencias: solo el 7,5% de los perceptores de las ayudas agrícolas comunitarias tiene menos de 34 años. Y el 30% supera los 64 años.

El sector agrario ha sido calificado por las autoridades como una pieza clave en el mantenimiento de la actividad y del medio rural que supone el 80% del territorio. Por este motivo, las autoridades de Bruselas y del Gobierno español buscan —al menos sobre el papel— que haya un rejuvenecimiento y un relevo generacional en el campo, aunque el sector agrario ya solo supone el 4,85% de la población activa.

Con el fin de animar a más jóvenes a dedicarse a las labores agrícolas, cada país de la UE podrá destinar hasta un máximo del 2% de los fondos PAC para apoyar la incorporación, con un techo de ayuda por perceptor de 70.000 euros, a percibir en un plazo máximo de cinco años, además de otras medidas complementarias.

Vida para los pueblos

En España, según los datos de Federación de Municipios, aproximadamente el 50% de las pequeñas poblaciones se hallan en riesgo de extinción y de estos, 1.286 subsisten con menos de 100 habitantes, básicamente en Aragón, Castilla y León y Galicia. De acuerdo con ese panorama, Agricultura viene desarrollando planes periódicos para promover la incorporación de los jóvenes a la actividad agraria, pero con un éxito discreto.

Entre 2007 y 2014 se produjo la primera instalación en el sector de 13.113 personas a través de ayudas de 386 millones de euros, aunque gran parte de esos beneficiarios ya conocían el sector a través de la explotación familiar. No venían de otras labores. Para el periodo de 2014 a 2020, la Dirección general de Desarrollo Rural pretende la incorporación de 20.000 jóvenes, para lo que se cuenta con un presupuesto de 724 millones, de los que 545 proceden de los fondos comunitarios.

Inversiones e inseguridad en un oficio poco valorado

El Ministerio de Agricultura tiene en marcha diferentes iniciativas para atraer a jóvenes y mujeres al sector de la agricultura. Lanzó una Estrategia de Modernización y Diversificación Rural, que incluye el bautizado como Paquete Joven, con 40 actuaciones, entre las que destacan una fiscalidad más ventajosa y créditos.

Asociaciones y sindicatos agrarios valoran las medidas, pero las consideran insuficientes para hacer atractivo el trabajo. Iniciar la actividad agraria —y sobre todo para hacer atractiva la vida en el medio rural— es algo en lo que, entiende el sector, deberían implicarse más otros ministerios y las comunidades autónomas. Entre otras barreras para la mayor incorporación de los jóvenes a la actividad agraria, se hallan también las elevadas inversiones que requiere una primera instalación, la no existencia de una buena rentabilidad, una PAC que cambia cada varios años creando inseguridad y, a la postre, la baja consideración de su trabajo por el resto de la sociedad.

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