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El doble juego del aceite de girasol

La demanda del producto como sustitutivo del de oliva o palma crece en España mientras el cultivo retrocede por el bajo precio

La industria alimentaria  compra pipas a precios muy bajos en los países de la zona del mar Negro.
La industria alimentaria compra pipas a precios muy bajos en los países de la zona del mar Negro.

En un país como España, íder mundial en la producción de aceite de oliva, con cosechas muy por encima de la demanda y precios moderados salvo en ocasiones muy concretas como la actual, los aceites vegetales envasados —de soja, maíz o palma— para su consumo directo en los hogares o en la restauración han ocupado tradicionalmente un segundo plano. El girasol, con una importante aunque deficitaria producción interior, se ha mantenido históricamente en un segundo lugar, con una cuota ligeramente por encima del 30%, frente a más del 60% que supone el aceite de oliva. Sin embargo, esto ha cambiado.

A raíz de los altos e inestables precios del aceite de oliva frente a la estabilidad del mercado del girasol, las cuotas de ambos productos se han ido acercando hasta que en el primer semestre de este año, según la Asociación Nacional de Industrias Envasadoras (Anierac), las ventas del aceite de girasol superaron por primera vez a las de oliva, con el 45,34% del mercado frente al 44,87%. En los ocho primeros meses de este año, sobre unas ventas totales de 440.847 toneladas de aceites envasados, los aceites de oliva ascendieron a 196.186 toneladas, un 15% menos que en el mismo periodo un año antes. Mientras, en el mismo periodo, las ventas del de girasol llegaron a las 201.108 toneladas, un 27% más. Igualmente destacable es que la demanda de otros aceites como los de soja y maíz retrocedieron un 18% y los de otras semillas casi el 50%. El de girasol, con un precio medio de 1 euro el litro frente a los 4,5 euros del de oliva, creció como la elección de los consumidores para su hogar y en la restauración. En el horizonte del mercado del aceite de girasol no se vislumbra una reducción de los precios tanto por las previsiones de la oferta como de la evolución al alza de la demanda mundial.

Consumo creciente

Otro factor que ha sido determinante en el incremento del consumo de aceite de girasol es su mayor demanda por parte del sector agroalimentario. El girasol es líder en ventas para la industria conservera de pescado. Según la patronal del sector, Anfaco, la demanda se sitúa en una media anual de 100.000 toneladas de aceites, de las que aproximadamente casi un 70% corresponde al girasol y el resto al de oliva. Con ese mercado asegurado, al aceite de girasol se le han abierto nuevas posibilidades en otras actividades de la industria alimentaria, sobre todo en el sector de las galletas, bollería y dulces varios, así como en la producción de aperitivos, precocinados, snacks, etcétera, en sustitución del aceite de palma, muy contestado por los consumidores porque es muy rico en grasas saturadas, por lo que está lejos de ser una alternativa idónea desde el punto de vista del equilibrio nutricional. La presión de los grupos nutricionistas logró que los principales grupos de la distribución se comprometieran a negociar con sus proveedores para que estos eliminaran progresivamente la utilización del aceite de palma en sus procesos industriales. Algunos de esos grandes grupos ya han ratificado que en sus lineales no hay productos con un contenido de aceite de palma.

La ofensiva contra el consumo de aceite de palma vino desde grupos ecologistas que consideran que su fuerte demanda en el mundo ha provocado la deforestación de millones de hectáreas, especialmente en Birmania o Malasia, donde las plantaciones de palma están teniendo graves efectos sobre el medio ambiente y las poblaciones locales. La producción de aceite de palma supera los 60 millones de toneladas y se ha convertido ya en la primera grasa vegetal, superando los 50 millones del aceite de soja, los 29 de colza, los 15 de girasol o los 3 del olivar.

En este incremento de la producción de aceite de palma ha jugado un papel importante la demanda, muy especialmente en los países comunitarios, donde las compras ya superan los siete millones de toneladas y donde España es uno de los principales consumidores. Este año, en las primeras 14 semanas desde el inicio de campaña en junio, las importaciones de aceite de palma superaron las 500.000 toneladas, parte importante para la industria de la cosmética, el grueso para la producción de biocombustibles, otra parte para la fabricación de piensos destinados al vacuno y otra cantidad que las industrias utilizan para elaborar productos alimenticios. Ningún sector de la industria se atreve a cuantificar el hueco que dejaría el aceite de palma.

Aunque de momento no se haya eliminado totalmente el uso de aceite de palma, la realidad es que para el girasol se ha abierto un nicho muy importante de mercado que no se puede cubrir con la producción interior española, por lo que la industria importó el pasado ejercicio 331.000 toneladas, según la Asociación de Empresas para el Fomento de Oleaginosas y su Extracción (Afoex).

Coste y calidad

El mejor posicionamiento del aceite de girasol por precio frente al aceite de oliva en la demanda de hogares y restauración, y por calidad frente a otros aceites más baratos como la colza, palma o soja para su empleo en la industria alimentaria, no se ha traducido en un aumento de las superficies de cultivo y de las producciones en España, sino todo lo contrario. El cultivo del girasol, al hilo de las políticas de ayuda comunitarias, llegó a superar el millón de hectáreas en los noventa, para más tarde retroceder hasta las 716.000 hectáreas de la campaña actual, lo que conllevará una producción de pipa ligeramente superior a las 600.000 toneladas y una de aceite de unas 270.000 toneladas, que no llega a cubrir el 40% de la demanda interior.

El girasol se había convertido en una buena alternativa a los cereales de secano. Pero la superficie de cultivo cede año tras año básicamente por la política de los grandes operadores de importar pipa y especialmente de aceite barato procedente en su mayor parte de los países del mar Negro, con Ucrania como productor destacado con un volumen medio de unas 350.000 toneladas. Esta política ha provocado un descenso de los precios pagados en España por la pipa en origen campaña tras campaña, para situarse este año entre los 0,32 y 0,35 euros el kilo. La asociación Asaja en Sevilla considera que esos precios están forzando a los agricultores a abandonar el cultivo mientras aumenta el interés de la industria transformadora de alimentos por la importación de pipa barata desde los países del este.

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