México defiende el libre comercio frente a EE UU
El país se resiste a recuperar viejas fórmulas proteccionistas, como aranceles o cuotas de mercado, en la renegociación del TLC
Hace 23 años, México no quería esperar más. Las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) estaban ya muy avanzadas y los mexicanos veían cómo Estados Unidos y Canadá se tomaban su tiempo para seguir avanzando. Así que decidieron redactar una primera versión del texto del acuerdo y lo mandaron a sus socios. Para su sorpresa, el equipo estadounidense, liderado por Carla Hills, devolvió el documento poco después con tan solo un paréntesis para revisar. Uno de los mexicanos que participaron en aquella negociación recuerda la anécdota entre risas. Lo hace como una forma de explicar la buena relación que había entre los tres países, pero también como muestra de que aquella escena, de repetirse hoy, no sería tan grata para México solo teniendo en cuenta el talante de Donald Trump.
En estas más de dos décadas, el país norteamericano ha dado un paso de gigante. Pese a las reticencias de una buena parte de la sociedad, los beneficios son indudables. Unos 470 millones de personas comercian libremente desde 1994. El TLC representa más de la cuarta parte del PIB mundial y el de los tres países que lo integran ha crecido alrededor del 2,6% anual desde que el acuerdo entró en vigor. Las exportaciones mexicanas pasaron de unos 100 millones de dólares por día en 1993 a cerca de 1.000 millones. Además, los flujos de inversión extranjera a México se multiplicaron casi por 10: pasaron de una media anual de 2.000 millones de dólares en el lustro previo a la firma del TLC a 20.000 millones. Más allá de lo estrictamente comercial, el tratado permitió afianzar la institucionalidad en México y dio certeza a los inversores con reglas de juego que no existían. Aportó, en definitiva, estabilidad macroeconómica a la segunda potencia latinoamericana.
México encara ahora un reto que nunca pretendió: renegociar el TLC. Lo hace en un contexto distinto al de los primeros años de los noventa. Entonces, el Gobierno de Carlos Salinas se tuvo que esforzar en tratar de explicar el sentido que tenía el tratado. Aunque hoy exista un gran consenso en torno a los beneficios que ha traído el TLC, en aquel entonces la oposición fue férrea. Otro de los factores que ha cambiado es que el tratado se negoció entre tres actores que tenían el mismo propósito: lograr un acuerdo que les beneficiase a todos. Una perogrullada que ahora uno de ellos amenaza con tirar por la borda. México, como le sucede a Canadá, se ha encontrado con el que el tercero de los socios, el primo mayor, ha decidido que este tratado no le sirve. La llegada a la Casa Blanca de un enemigo confeso del libre comercio como Trump ha hecho saltar todas las alarmas.
19 billones
El TLC representa más de la cuarta parte del PIB mundial. Los más de 470 millones de habitantes de la región del TLC producen bienes y servicios por más de 19 billones de dólares al año.
Carlos Elizondo, profesor del Tecnológico de Monterrey, afirma, como todos los analistas consultados, que el gran reto será mantener las bases del tratado y, a la vez, modernizarlo. “El desafío es ver cómo un acuerdo que en su momento fue vanguardia se actualiza a una economía globalizada, del siglo XXI, cuando los socios comerciales de México han desarrollado una serie de intereses que ahora se tienen que compatibilizar con la estrategia de México”, completa Miguel Noyola, jefe de la práctica de Comercio Internacional de Baker&McKenzie. El resultado del entrevero comercial no sólo es clave para el futuro de México sino también para el sistema del comercio internacional en su conjunto.
A las puertas de la renegociación, prevista para iniciarse a mediados de agosto, y a falta de que la Administración Trump dé más detalles sobre qué intenciones tiene con vistas al nuevo documento, hay varios aspectos que desde el país latinoamericano se consideran indispensable para no fracasar. “Lo que hay que intentar es minimizar los riesgos, más que hacer cosas nuevas. El principal problema es que es una negociación defensiva: no es una iniciativa ni de México ni de Canadá”, apunta Jaime Serra Puche, exsecretario de Comercio y uno de los principales artífices del acuerdo vigente, para quien es prioritario evitar romper con el esquema tripartido de negociación. “Cambiar la arquitectura del tratado es uno de los riesgos que se corre, igual que querer transitar de un tratado de principios y reglas hacia otro distinto. Se perdería la esencia, en el momento en que eso ocurriera no sería parejo para los tres jugadores”. “Se antoja muy difícil que Estados Unidos quiera alterar su relación con sus dos principales exportadores”, añade Carlos Serrano, economista jefe de BBVA Bancomer, el mayor banco de México, quien recuerda que solo México adquiere más productos estadounidenses que tres potencias mundiales como Alemania, Reino Unido y Japón juntas.
Serias amenazas
La renegociación llega después de que, a finales de abril, Trump amenazase, con sacar a EE UU del TLC. El susto apenas duró unas horas. El inquilino de la Casa Blanca se jactó de que tanto sus pares, Justin Trudeau (Canadá) y Enrique Peña Nieto (México) poco menos que le suplicaron que abriese una renegociación en vez de abandonar el tratado, a la cual accedió. No obstante, lo cierto es que Trump recibió también muchas presiones de importantes sectores económicos de su país —que se juegan buena parte de sus ingresos en México y Canadá— y de sus asesores más moderados, que estos días libran una batalla sin cuartel con el ala radical de la Casa Blanca. Entre todos, le hicieron ver que, si tumbaba el TLC, muchos de sus votantes podrían volverse en su contra, sobre todo en los Estados sureños.
“El gran activo para México es que hay muchos perdedores en EE UU si se sale del tratado. Ha sido muy beneficioso para ellos, ahí está el ejemplo de Texas o el sector agropecuario”, explica Elizondo. Miguel Noyola considera que “México debe seguir presentándose como un amigo del comercio internacional. Detener este tipo de relación entorpecería el crecimiento de Estados Unidos, en particular de sectores o lugares que ven a México como un socio de primer nivel”.
La volatilidad de Trump es un factor que inquieta a los negociadores mexicanos. No solo desde el punto de vista económico. El presidente de EEUU atiza a su vecino del sur con la construcción de un muro en la frontera prácticamente cada semana. Las autoridades mexicanas son conscientes que cuestiones migratorias y de seguridad sobrevolaran la negociación, serán moneda de cambio aunque no quede implícito en el documento final. “Esta negociación será integral y si no tenemos resultados benéficos en un capítulo como el comercial no puede [EEUU] esperar de nosotros concesiones en los temas de migración y seguridad”, ha insistido por doquier el secretario (ministro) de Hacienda mexicano, Ildefonso Guajardo.
Dos décadas de acuerdo
Crecimiento e inversiones.
Los tres países han crecido alrededor del 2,6% anual desde que el acuerdo entró en vigor hace 23 años. Las exportaciones mexicanas pasaron de unos 100 millones de dólares por día en 1993 a cerca de 1.000 millones, mientras que el flujo de inversión extranjera a México pasó de una media anual de 2.000 millones de dólares en el lustro previo a la firma del TLC a 20.000 millones.
Lo que parece claro es que México se opondrá a la imposición de aranceles o cuotas de comercio entre los tres países. “No podemos abrir la caja de pandora de los aranceles porque sería una regresión en el tiempo”, llegó a sentenciar Guajardo. La advertencia llegó después de que se conociera que el borrador de renegociación de Trump contempla restablecer los aranceles en caso de una inundación de importaciones que causen “daño grave o amenazan con causar un daño grave” a las industrias nacionales, según The Wall Street Journal. Guajardo indicó que México está dispuesto a negociar temas como el de reglas de origen, así como los capítulos laboral y ambiental, pero entre las cosas que no está dispuesto a permitir es regresar en un sistema de aranceles o cuotas de comercio. Las normas de origen son los criterios necesarios para determinar la procedencia nacional de un producto. Su importancia se explica porque los derechos y las restricciones aplicados a la importación pueden variar según el origen de los productos.
La imprevisibilidad de Trump, que usará esta renegociación para ponderar una nueva victoria de su America first, no perturba demasiado a los negociadores mexicanos. Confían más en los mensajes tranquilizadores que les llegan de los funcionarios estadounidenses. El tiempo, de una u otra forma, también ha jugado a favor de México. La “película de terror” que avecinó el gobernador de México, Agustín Carstens, con la llegada de Trump al poder no ha sido tal para el vecino del sur. El mejor termómetro de la coyuntura es el tipo de cambio. Aunque todavía acumula una importante depreciación, en menos de cinco meses el peso ha pasado de ser una de las monedas más golpeadas al escenario opuesto. La divisa estadounidense llegó a estar a mediados del año pasado en más de 21 pesos, frente a los 18 actuales.
Pese a esto, la incertidumbre ante el resultado de la negociación se nota. La caída de la inversión privada —en el primer trimestre de 2016 ha descendido un 0,5% interanual— está lastrando el dinamismo de la economía que, según los últimos estudios del centro de análisis del BBVA, podría cerrar con un crecimiento del 1,6%. Lejos de su potencial, pero también lejos de los pronósticos menos halagüeños de principios de año. “En la medida en que haya certidumbre en el marco regulatorio y de comercio, habrá mucho más ánimo [para invertir] en sectores estratégicos. Por eso la renegociación debe ser práctica, técnica y, en la medida de lo posible, rápida, para que se siga viendo México como un destino agradable”, opina Noyola.
Socios latinoamericanos
El TLC representa el 81% de las ventas al exterior de México. Es indudable que se trata de uno de los motores de crecimiento más importantes, pero la renegociación ha evidenciado que para que la economía no gripe en algún momento, México debe diversificar sus mercados. Siete países ocupan el 90% de sus exportaciones y, por ejemplo, ninguno de ellos es de América Latina, donde México tiene una gran capacidad de crecimiento, especialmente a través de la Alianza del Pacífico, el organismo que integra con Chile, Colombia y Perú. “México debería mirar de manera natural hacia ahí, pero para ello debe desarrollar una mejor infraestructura, tener mejor capacidad logística. La capacidad portuaria es escasa y está dedicada, mayoritariamente, a EEUU”, completa Serrano. En esta línea, Miguel Noyola cree que profundizar en la Alianza del Pacífico “presenta oportunidades especiales para una plena integración de las economías latinoamericanas”.
Uno de los quebraderos de cabeza para el Gobierno de Peña Nieto será la duración de las negociaciones. “Sería un error garrafal negociar con prisas”, aseguraba recientemente a este diario Valeria Moy. Para la profesora del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) “es naíf pensar que se puede terminar exitosamente la negociación en diciembre: en los noventa, cuando las tres partes queríamos jugar el juego, se tardaron años en llegar a un acuerdo”. No obstante, el ministro mexicano aseguró que el plan del Ejecutivo es cerrar un acuerdo antes de que acabe el año. El motivo está claro: México celebrará elecciones en julio de 2018.
Toda la atención de la Administración actual, de salida y debilitada por los problemas de legitimidad que enfrenta el presidente Peña Nieto, se centrará en tratar de mejorar la imagen de su sucesor, aún por definir. Además, la posible llegada de otro inquilino a Los Pinos, la residencial presidencial mexicana, podría desestabilizar la negociación, o retrasarla, afectando a las inversiones. Hasta ahora solo hay un candidato claro: el izquierdista Andrés Manuel López Obrador. El líder de Morena, opositor al TLC en su momento, no se ha posicionado sobre la renegociación del tratado, aunque todo parece indicar que, de lograr el poder, mantendría lo acordado. Lo verdaderamente impredecible viene de EEUU. Dos décadas después de corregir lo que se encontraba dentro de unos paréntesis se aventura ahora como una tarea para renegociar con un presidente que gobierna en 140 caracteres.
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