La ministra Báñez tiene buena razón
Los salarios son farolillo rojo respecto del PIB, del ritmo del empleo y de las rentas empresariales
La ministra de Empleo, Fátima Báñez, tiene razón: los salarios deben subir. Pero esto no es nuevo. Otras voces potentes lo urgieron antes, como el presidente del BCE, Mario Draghi, o la OCDE (Subir salarios..., EL PAÍS, /2/3/17).
Por razones económicas, pues llevan años creciendo mucho menos que la productividad. Y porque su aumento impulsa el consumo privado, que afianza la recuperación.
Y también por razones de equidad. Estamos por cuarto año con el PIB progresando al 3%. Con la creación de empleo, al 3,8%, y con las rentas empresariales, viento —mejor dicho, huracán—, en popa.
Si al principio de la crisis las rentas salariales (salarios y cotizaciones) suponían más de un 48% del PIB, en 2016 habían bajado al 47,2% (y en la locomotora industrial, Cataluña, al 45,9%). Si hasta 2016 no se situaron de nuevo en el listón de 2007, las rentas empresariales superaron su nivel precrisis en un 12% (Cámara de Barcelona).
Los beneficios de las empresas del Ibex aumentaron el año pasado un 48% sobre 2015: buena noticia para todos. Y los dividendos a repartir este año por cuenta del pasado superarán los 23.000 millones, buena noticia para sus cúpulas (en algunos casos los aumentos remunerativos superan el 30%).
Pero Báñez no solo ha dicho que conviene aumentar sueldos sino también cuándo y de qué manera: cuanto antes y “con la fortaleza de la recuperación del empleo”.
Aunque rápidamente matizó que no propugnaba aumentos similares a los que registra el ritmo del empleo, del 3,8%, todos entendieron que se situaba más cerca de la horquilla propuesta por los sindicatos (1,8% a 3%) que la defendida por la patronal (1% a 2,5%).
Ahora bien, aumentar las rentas salariales no es solo fruto de la negociación colectiva patronal/sindicatos o empresas/trabajadores.
En su descenso absoluto (y relativo en referencia al PIB) ha desempeñado un papel clave durante la crisis la rebaja del poder de negociación de los representantes de los trabajadores: por el miedo a perder el puesto, inducido por la recesión, y por la reforma laboral.
Resulta obvio que la resultante precarización del empleo ha presionado a la baja las rentas salariales. Más del 40% de los cotizantes al régimen general de la Seguridad Social (SS) tienen un trabajo temporal (frecuentemente por semanas o días), o a tiempo parcial, o ambas cosas a la vez.
La moderación salarial, primero, y la depresión salarial, después, contribuyeron a rehacer la competitividad de la economía española. Impulsaron, en buena medida la exportación. Pero el esfuerzo no es elástico, y el sacrificio acaba encontrando su propio techo.
Si seguir fiándose de los bajos salarios para ser competitivos ni es conveniente (las bajas cotizaciones ponen en jaque a la SS), ni es razonable (otros pueden luchar mejor ahí) ni resulta infinitamente posible (por la resistencia social), habrá que basarse en un crecimiento más intensivo en I+D.
Y ahí palmamos. Del 1,24% del PIB en 2014 bajamos al 1,22% en 2015. Frente a una media del 2% en la UE (a 28) y del 2,2% en la eurozona. Son nuestros mercados principales.
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