La deuda externa de España alcanza máximos históricos con 1,9 billones de euros
Los pasivos con el extranjero tocan en el primer trimestre el 170% del PIB, unos niveles cercanos al récord según los datos del Banco de España
La deuda externa de la economía española ha tocado máximos históricos en términos absolutos. Entre pasivos públicos y privados, el montante total bruto con el exterior ha alcanzado en el primer trimestre de 2017 los 1,911 billones de euros, por encima de los 1,868 billones contabilizados en el trimestre anterior y una cifra nunca registrada en la historia de España, según los datos publicados este lunes por el Banco de España.
En porcentaje del Producto Interior Bruto, esta deuda en manos extranjeras ha escalado en marzo de 2017 hasta el 170% del PIB, frente al 168% anotado en diciembre de 2016. Incluso con el PIB creciendo, sube algo la deuda en términos relativos. De ahí que todavía permanezca cerca de los máximos de comienzos de 2015, cuando se dio el récord del 174,6% del PIB.
El gobernador del Banco de España, Luis María Linde, destacó la semana pasada en el Congreso su preocupación por estos indicadores: “El endeudamiento neto exterior sigue siendo muy elevado. Su reducción exige el mantenimiento persistente de superávits exteriores, lo que se vería dificultado en un contexto de contracción de los flujos comerciales internacionales o de eventuales subidas de los tipos de interés”.
Con el déficit público a la baja y el sector privado reduciendo deuda, lo normal sería que el endeudamiento externo disminuyese, tal y como ha venido ocurriendo los últimos dos años. Sin embargo, eso no ha sucedido en este trimestre. Aunque se trata de un dato volátil y puntual, de confirmarse esta tendencia la economía española podría desperdiciar el crecimiento y no reducir lo suficiente su mayor vulnerabilidad. No obstante, las tripas de estos números apuntan que en el fondo los datos no son tan malos: incluyendo bancos y Administraciones Públicas, todos los sectores han reducido deuda salvo el Banco de España, que está engordando sus obligaciones frente al eurosistema debido a las inyecciones de liquidez que fija la política monetaria.
Y este último punto no resulta tan negativo en tanto en cuanto el Banco de España no va a sufrir de la noche a la mañana una reclamación para que devuelva estas deudas. Tan solo se trata de una liquidez que el Banco de España ha concedido a entidades españolas y que estas se han llevado a otro país del eurosistema, por ejemplo a Alemania, bien sea para abonar una deuda o para invertir. En principio, esa liquidez generada no debe entrañar un gran riesgo para los bancos españoles que la tomaron, en parte porque son bonos que tenían en cartera y que el banco central les compró, en parte porque puede proceder de operaciones de liquidez que el BCE va renovando según vea preciso.
Es decir, no se trata de deudas que se vayan a reclamar. Tal y como recoge la literatura económica y se vivió durante la crisis soberana, el tipo de deuda importa: los pasivos como las acciones o la inversión directa no representan un gran peligro cuando aumentan, puesto que en el caso de una crisis es el inversor foráneo el que sufre el ajuste de valor. En cambio, si los pasivos que se elevan son deuda, entonces sí que supone un problema muy serio, pues la deuda sigue siendo exigible aunque se haya perdido capacidad para devolverla. Es más, amplifica los vaivenes financieros porque hay que renovarla y puede no haber inversores dispuestos a arriesgar su dinero, dejando a la economía sufriendo tipos de interés demasiado onerosos o, incluso, al borde del impago.
Aproximadamente la mitad de la deuda española, ya sea pública o privada, está en manos extranjeras, y eso la hace todavía más sensible a las turbulencias. Italia, por ejemplo, presenta unos niveles de endeudamiento más altos que España. Sin embargo, no tiene apenas deuda con el exterior, la refinancia con los ahorros generados internamente y eso le brinda una mayor sostenibilidad a sus obligaciones financieras. España ha recompuesto algo sus pasivos durante los dos últimos años, incrementando los del Banco de España y aminorando los del resto. Pero en todo caso, todavía queda mucho por hacer.
Si se descuenta de la deuda externa los activos que tienen los españoles en el extranjero, entonces la economía española sigue arrojando un guarismo harto elevado: 972.000 millones de euros, el 86,5% del PIB, ligeramente superior al 85,7% observado a cierre de 2016. Esta cota de posición inversora neta es algo más baja que cuando rozó el 100% del PIB allá por el año 2014, pero sigue en niveles récord tras dos años de reducciones. Solo Grecia, Chipre y Portugal superan por poco a España en toda la UE. Y dista mucho del 35% del PIB que la Comisión Europea considera una ratio aceptable. Incluso así, esta vez el repunte se ha producido por dos motivos que restan gravedad al dato: por un lado, el Banco de España lo achaca a las revalorizaciones de la Bolsa española, hecho que no puede tildarse como negativo. Por otro lado, también se debe a que los fondos españoles han dirigido inversiones hacia otros países.
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