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“No deberíamos esperar a la próxima tormenta para reforzar la zona euro”

Valdis Dombrovskis, vicepresidente de la Comisión Europea, dice que hay margen para dar un paso adelante en la zona euro

Claudi Pérez
Valdis Dombrovskis, vicepresidente de la Comisión Europea.
Valdis Dombrovskis, vicepresidente de la Comisión Europea.ERIC VIDAL (REUTERS)

Los miedos bloquean la toma de decisiones sensatas en Europa. Los países del Norte rechazan cualquier forma de mutualización de riesgos porque no se fían del Sur. Los periféricos (“deudores permanentes”, los llamó una vez Mario Draghi) parecen a un paso de perder la paciencia ante el sempiterno nein de Berlín, hartos de un ajuste asimétrico que les ha obligado a aplicar dolorosas medidas a cuenta, en parte, de fallos de diseño del euro. En medio de esa guerra de baja intensidad, el vicepresidente de la Comisión Valdis Dombrovskis (Riga, 1971) presentó este miércoles las propuestas de Bruselas para reformar el euro, en un documento que nada entre dos aguas: “Proponemos crear un activo libre de riesgo con opciones de mutualización a largo plazo”, dice Dombrovskis en una entrevista con EL PAÍS y otros cuatro diarios, “pero eso debe ir en paralelo a un cambio del tratamiento regulatorio de la deuda pública”.

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En plata: ganan todos, y todos pierden. Gana el Sur, con presión a favor de los eurobonos que tanto escuecen en Berlín. Y gana Alemania, que consigue que Bruselas acepte que a la larga la deuda pública deje de ser un activo libre de riesgo a efectos de regulación bancaria, algo que provoca escalofríos en París, Roma y Madrid.

El Brexit ha unido a los Veintisiete. Donald Trump ha obligado a la canciller Merkel a decir que Europa ya no puede confiar en EE UU. El empuje europeísta de Emmanuel Macron supone un despertar del eje francoalemán, que languidecía convertido en eje germano-alemán. “El contexto ha cambiado y hay cierto margen para dar un paso adelante”, apunta Dombrovskis. “Sería una temeridad esperar a la próxima tormenta para reforzar el euro”, añade uno de los autores —junto con el socialdemócrata Pierre Moscovici, con quien admite “haber discutido las propuestas”— del informe que adelantó este miércoles este diario.

Las medidas de largo plazo son ambiciosas: un presupuesto común, un Tesoro del euro, un Fondo Monetario Europeo sobre la base del mecanismo de ayuda (Mede) y toda la batería de propuestas que se llevan anunciando desde hace 20 años y nadie ha conseguido concretar. Dombrovskis cree que la actual constelación política es una oportunidad. Afirma que el euro “ha salido reforzado de la crisis”. Pero también admite que el actual statu quo es insatisfactorio. Aboga, eso sí, por aplicar las medidas más ambiciosas con cuidado: entre un seguro de paro común, un fondo anticrisis y un esquema que garantice las inversiones, se queda con la medida más chata, la protección de inversiones. Y cuando habla del presupuesto común de para poder gastar desde Bruselas en caso de una sacudida, deja claro que “no supondrá transferencias permanentes”, la gran obsesión alemana.

Dombrovskis, ex primer ministro conservador letón, tiene claro dónde están los asuntos más espinosos: va con pies de plomo cuando cita la posibilidad de mutualizar. Cada vez que alude al “activo libre de riesgos” que propone Bruselas, deja caer de inmediato las condiciones alemanas: “Más allá de 2019 puede considerarse esa idea, pero con varios diseños posibles: unos incluyen mutualizar; otros no. Y eso debe ir de la mano de cambios regulatorios respecto al tratamiento de la deuda soberana”. Berlín siempre ha defendido que el cambio de normativa —ahora los bonos son 100% seguros— permitiría romper el círculo vicioso entre la deuda soberana y la banca; para ello quiere limitar los bonos que pueden comprar las entidades financieras. Italia, España y Francia han bloqueado una y otra vez esa medida, con potencial para provocar una segunda crisis del euro. Dombrovskis es rotundo: “Los eurobonos tienen implicaciones, tienen riesgos, pueden modificar el sistema de incentivos”. El vicepresidente alude solo de pasada al riesgo moral, pero esa es la clave de bóveda del debate: ese miedo tan alemán a que acaben pagando justos por pecadores, y que al compartir riesgos los países se resistan a aplicar reformas.

Europa se ha convertido en el terreno de juego de una competición económica de la que Alemania sale vencedora. Primero ganó la batalla monetaria, con un BCE construido a imagen y semejanza del Bundesbank, el banco central alemán. Después hizo reformas antes de la Gran Crisis y dejó muy atrás a Francia. Y una vez metida en la harina de la Gran Recesión, impuso su narrativa acerca de la disciplina fiscal, la austeridad expansiva y otros delirios que han tenido la zona euro al borde del colapso y con una brecha cada vez mayor entre acreedores y deudores. “El euro fue el motor de la convergencia económica, pero ese fenómenos se detuvo en seco cuando llegó la crisis. Desde entonces ha habido divergencia o solo una recuperación muy parcial de la convergencia. Hay que reformar la eurozona con nuevos instrumentos para que las diferencias se reduzcan”, cierra el vicepresidente comunitario.

Alemania reitera su rechazo a los eurobonos

EFE

El Gobierno alemán reiteró este miércoles su rechazo a los eurobonos y a fórmulas de deuda común en la eurozona, tras el documento de reflexión presentado por la Comisión para profundizar en la unión económica y monetaria. La portavoz del ministerio de Finanzas alemán, Friederike von Tiesenhausen, ratificó durante una rueda de prensa la oposición de Berlín a esos instrumentos. “Antes de hablar de compartir nuevos riesgos es necesario reducir los riesgos en los mercados financieros”, manifestó la portavoz.

Por su parte, la portavoz del ministerio de Economía, Tanja Alemany, informó de que Alemania va a enviar a Bruselas un informe, todavía no público, con propuestas para el futuro marco de los fondos de cohesión, en el que los liga al cumplimiento de los principios del Estado de derecho por parte de los países receptores.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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