El Banco de México recorta de nuevo sus previsiones de crecimiento
El PIB del país norteamericano se expandirá entre un 1,3% y un 2,3% en 2017, tres décimas menos que en su pronóstico anterior
Más incertidumbre y menos crecimiento: las expectativas de México siguen enfriándose por las dudas sobre el impacto que tendrá el proteccionismo en la era Trump. El banco central del país norteamericano ha rebajado este miércoles, por cuarta vez consecutiva, sus previsiones de expansión del PIB para este año hasta un rango de entre el 1,3% y el 2,3%, dos décimas menos que en su anterior pronóstico y casi la mitad que la previsión inicial, publicada en diciembre de 2015. El ente achaca este recorte al deterioro de la confianza de los consumidores y las empresas, la caída en la inversión extranjera directa y las previsiones de que los flujos comerciales entre México y EE UU sufran un “cierto deterioro” derivado del giro en la política económica estadounidense con el magnate republicano en la Casa Blanca.
Las nuevas previsiones se aproximan al pronóstico de crecimiento recién actualizado por el secretario (ministro) de Hacienda, José Antonio Meade, que la semana pasada situó el rango de expansión económica entre el 1,5% y el 1,7%. Para 2018, el recorte en las previsiones del Banco de México es aún superior al del año en curso: según su vaticinio, el PIB debería crecer entre un 1,7% y un 2,7%, cinco décimas menos que en el anterior cuadro macroeconómico.
“El entorno de incertidumbre que actualmente enfrenta la economía nacional hace especialmente relevante que las autoridades fortalezcan los fundamentos macroeconómicos, consolidando las finanzas públicas y ajustando la postura de política monetaria al ritmo que sea oportuno”, apunta el instituto emisor. En el primer caso, la reducción del gasto público es una constante en las recomendaciones de todas las casas de análisis ante el riesgo de una rebaja en la calificación crediticia que penalizaría severamente los flujos de inversión hacia México. Sin embargo, cualquier reducción del gasto público –el Gobierno de Enrique Peña Nieto mantiene su objetivo de cerrar 2017 con superávit primario (sin contar el pago de intereses de la deuda)– pasaría factura a un ya de por sí débil crecimiento económico mexicano. En el segundo, la política monetaria ha sido el principal mecanismo de respuesta del país norteamericano ante la depreciación del peso y su consecuente impacto sobre las expectativas de inflación. Desde finales de 2015, el Banco de México ha subido las tasas de interés en 325 puntos básicos, lo que también penalizará el dinamismo de la segunda mayor economía de América Latina.
En el plano del empleo –una métrica que despierta importantes recelos entre los especialistas, dado el elevado porcentaje de informalidad en el mercado laboral mexicano, superior al 50%–, el organismo dirigido por Agustín Carstens también rebaja sustancialmente su pronóstico. Aunque la dinámica al alza se mantiene, el aumento de afiliados al seguro social mexicano será de entre 580.000 y 680.000 personas, 20.000 menos que en el informe anterior. Pese a las crecientes dudas sobre la evolución económica, con una renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y una reforma fiscal en EE UU que previsiblemente penalizará las importaciones –en buena medida, mexicanas– en el horizonte más cercano, el empleo ha sido la variable que menos se ha resentido en los últimos meses. En enero, dos meses después de la victoria de Trump, México creó 83.000 nuevos puestos de trabajo, 14.000 más que en el mismo mes de 2016.
Las buenas noticias de esta nueva revisión del cuadro económico del Banco de México vienen por el lado del déficit comercial, que se prevé más bajo por el efecto a la baja de la depreciación del peso sobre las importaciones. De esta forma, la diferencia entre las compras y las ventas al exterior debería situarse entre el 1%, dos décimas menos que hace tres meses. La balanza por cuenta corriente –que, además de los flujos comerciales, incorpora las transferencias y los intercambios de servicios con el exterior–, debería cerrar el año con un déficit del 2,7%, tres décimas menos que en la previsión de diciembre. Es uno de los pocos ámbitos de la economía mexicana en los que la depreciación del peso –contenida en las últimas semanas– tiene efectos positivos: sus exportaciones son más competitivas y las adquisiciones de productos de origen extranjero pierden atractivo frente a la producción nacional.
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