Asia mira a China para seguir con el proceso de liberalización
Con el TPP agónico y sin Estados Unidos en el tablero, la región reformula su agenda de libre comercio con la vista puesta en el gigante asiático
La estocada de Donald Trump al tratado comercial con el Pacífico, más conocido como TPP, obliga a los Gobiernos en Asia a reformular una agenda que creían establecida desde hace años. Borrado de un plumazo el acceso preferente al mercado estadounidense o a su inversión, estos países buscan alternativas que les permitan seguir adelante con el proceso de liberalización comercial. Y todas ellas, o al menos las que pueden marcar una diferencia sustancial o un impacto comparable al agónico TPP, pasan por Pekín.
Economías como Vietnam o Malasia son de las que más pierden con el TPP fuera de juego porque eran las más beneficiadas por la reducción de tarifas de sus productos en los otros países del bloque. Otras, como Singapur, se ven afectadas porque gran parte de su actividad económica depende del vigor del comercio internacional, aunque en el caso de la ciudad-estado el impacto será amortiguado por los acuerdos de libre comercio bilaterales que ya tiene con casi todos los países del TPP.
En Japón, la probable defunción del tratado puede pasar factura al primer ministro Shinzo Abe, que invirtió mucho capital político para convencer a los sectores más conservadores de la importancia del acuerdo, visto como un estímulo para reavivar la economía del país gracias a la apertura de sectores protegidos. Hasta China, el a priori ganador de este juego geopolítico, podría salir indirectamente perjudicada: “el TPP suponía un aliciente para que Pekín reformara sus empresas públicas e introdujera reformas para aumentar su competitividad. Este aliciente ahora ha desaparecido”, apunta Alicia García Herrero, economista jefe de Natixis para Asia-Pacífico.
A pesar del mazazo para la región que supone el no de Trump al TPP, el consenso es que la liberalización comercial debe seguir adelante, con o sin la primera economía mundial. “Estados Unidos es lo suficientemente grande como para poder ganarse la vida vendiéndose productos a sí mismo. Nosotros no tenemos ese lujo, tenemos que salir al exterior", ilustró el primer ministro neozelandés, Bill English.
La cuestión es cómo proceder. De momento, se barajan al menos dos escenarios: un TPP descafeinado sin Estados Unidos, pero quizás con China y tal vez incluyendo a otros países asiáticos como Indonesia; o que adquieran forma las propuestas respaldadas por Pekín, como la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés, compuesta por 16 países: los que forman la ASEAN más China, Japón, Australia, India, Corea del Sur y Nueva Zelanda).
Japón, Australia o Nueva Zelanda parecen dispuestos a pelear aún por resucitar al TPP, con Tokio sugiriendo incluso que podría tratar de persuadir a Trump de que cambie de idea antes de que venza la fecha de ratificación del pacto el próximo año. “La mayoría de países asiáticos intenta perseguir el mayor número de opciones posible, en vez de centrarse sólo en una”, considera Krystal Tan, analista de Capital Economics, quien apuesta por un mayor protagonismo de la RCEP porque ve poco probable que países como China o Indonesia empiecen de cero unas negociaciones siendo ya parte de otras.
Pero, ¿tendría la RCEP el mismo efecto para la región que el TPP? Para Tan, “las ganancias potenciales serían mucho menores”. Y es que, mientras el tratado comercial con el Pacífico se centraba en la reducción de barreras no arancelarias (estándares para la inversión extranjera, derechos laborales o protección del medio ambiente), la RCEP lo hace básicamente en los aranceles, y varios países en Asia ya gozan de este acceso preferencial al mercado chino.
Con Estados Unidos de retirada, China se alza como el salvavidas para lograr un acuerdo de libre comercio potente en Asia-Pacífico. Como recuerda García Herrero, Pekín tendrá sus limitaciones: “el liderazgo de la RCEP es más multilateral que el del TPP, en el que Estados Unidos jugaba un papel de bisagra”. Una situación que podría cambiar al calor de las nuevas circunstancias. China, remacha la economista, “no tendrá reparo en crear otro nuevo proceso de negociación sobre el que tenga más control”.
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