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La nueva educación de los directivos

Las escuelas de negocios españolas dan el adiós definitivo a las clases magistrales

Carlos Orquín
Ellagrin (Getty Images)

Ya no se memoriza en el aula: se adquieren competencias. La globalización y la revolución digital están cambiando las escuelas, y eso también afecta a los altos directivos. El ejemplo de los tres centros españoles más importantes —IE, IESE, ESADE—, apunta a un futuro en el que los programas formativos tendrán más contacto con Asia, desaparecerán las clases magistrales y habrá cursos más personalizados y hechos prácticamente a medida gracias a la digitalización.

Hay cuatro líneas de discusión abiertas sobre la formación de líderes: cómo innovar en el método de enseñanza, cómo crear conocimientos, cómo deben ser dirigidos los centros y cómo afrontar la internacionalización. Sobre este último aspecto, el profesor de dirección estratégica Pankaj Ghemawat, del IESE, aseguraba en una conferencia hace unos meses que hay que profundizar en los intercambios. “Las estancias suelen ser de tres o cuatro semanas y así no da tiempo a impregnarse de todo lo necesario”.

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Pankaj demostró que el peso que están ganando las economías gigantes de China e India tienen su reflejo en las relaciones entre escuelas y que, por tanto, los programas tenderán a adaptarse. Según sus datos, la mayoría de escuelas acreditadas están en el continente asiático: India, con un 24% del total, ocupa el primer puesto; Filipinas está en el tercero, con un 8%; y China e Indonesia están en el cuarto y sexto escalón. Además, un tercio de los estudiantes de ese continente prefieren ir a los centros europeos que, en contra de lo que pueda parecer, representan el 26% de los 50 mejores en programas de negocios internacionales, frente al 16% de los americanos. “Se debería aprovechar esta circunstancia y el contacto más directo de Europa con Asia frente a América”, cree Pankaj.

La actualidad afecta a la hora de enfrentarse a la globalización, admiten todos los expertos consultados. En medio de un contexto de crisis, donde están en auge ciertas posiciones populistas anti-internacionalistas, algunas escuelas pueden caer en la tentación de protegerse y descuidar las relaciones internacionales. Pero por mucho que esto pase, “es un proceso irreversible. La formación superior es un concepto global”, sostiene Santiago Íñiguez de Onzoño, presidente del IE. Lanza un mensaje claro: “Aquellos países que cierren sus puertas al talento y a la inmigración corren el riesgo de convertirse en islas, no solo geográficas, sino de conocimiento”. Íñiguez cree que las escuelas también pensarán en ampliar a otros tramos la edad de los estudiantes. “Muchas veces pensamos solo en los millennials pero el profesional senior es clave con el envejecimiento de la población. La necesidad de actualización hará que los adultos tengan que volver a formarse”, añade.

En este último aspecto es esencial la adaptación de los programas a los alumnos. La revolución digital permitirá customizar los programas hasta el extremo y, sobre todo, cambiará la percepción sobre la manera de enseñar.

ESADE lleva un año y medio aplicando un programa para crear “meta-conocimiento”, explica la escuela. El profesor pone a prueba a sus alumnos, que consolidan sus contenidos en base a retos y proyectos. Ellos tienen que trabajar la formación teórica antes de ir a clase y el aula queda solo para clarificar, profundizar, debatir y contrastar perspectivas. Se acaba también con el concepto de asignaturas. “Se aprende en modo gran angular. Saltando las barreras de las disciplinas académicas. El mundo no es un puzzle de asignaturas diseñadas por profesores actuando dentro de sus respectivos silos de conocimiento. Es una realidad compleja que hay que aprender a entender y manejar de un modo multidisciplinar”, explican desde ESADE. Las otras dos escuelas citadas también están cambiando sus metodologías.

La gestión del centro

Otro de los puntos importantes para influir en la formación también viene de la manera en la que se gestionan los centros. La dirección de las escuelas de negocios se rige por patrones de mercado y competencia, y sus cuadros suelen ser bastante volátiles, pasando de unos centros a otros en poco tiempo. Hay que tener en cuenta que los más prestigiosos son privados, con precios que oscilan entre los 50.000 y 100.000 euros por matrícula dependiendo de la categoría. A su vez, son empresas con beneficios millonarios. Así, algunos expertos apuntan a la necesidad de fijar durante más tiempo los puestos de dirección. “La tendencia común en los programas de liderazgo es que los decanos apenas estén un par de años, y con este periodo no da tiempo a implementar auténticos programas de innovación metodológica”, explica Ghemawat. La cuestión no es tanto copiar el modelo de rigidez que, según la profesora de la UAB Carme Casablancas presenta la universidad pública, como adoptar otros criterios a la hora de elegir cuadros más allá de los conocimientos en economía y la experiencia en la gestión de empresas. “Se tienen que exigir más cualidades, como empatía u otro tipo de conocimientos”, añade.

En este punto también coinciden todos. Los programas de las escuelas están incluyendo cada vez más formación humanística, algo que Xavier Gangonells, director general de la asociación española de directivos (AED), agradece. “Un directivo tiene que poner muchas cosas sobre la mesa para ser el líder que es. Lo que se requiere de un CEO hace 10 años no es lo mismo que lo que se requerirá dentro de otros 10”, explica. El representante piensa también que el actual contexto da pie a una mayor cooperación entre escuelas y asociaciones: “Son precisas aproximaciones cada vez más transversales. Están cambiando algunas reglas del management y la colaboración mutua puede ser beneficiosa”. Los directivos forman parte de la sociedad y tienen no pueden despegarse de ella, coinciden todas las fuentes. Con todo, “sus decisiones tienen un impacto importante en la vida de las personas”, zanja Gangonells.

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Sobre la firma

Carlos Orquín
Periodista especializado en política, trabajó en la redacción de Barcelona de EL PAÍS y, después, en diferentes proyectos de televisión -en La Sexta, TV3, La2-, y radio en SER Catalunya. Actualmente, concentrado en la comunicación institucional y política, lo que compagina con comer a tiempo completo y escribir a tiempo parcial en El Comidista.

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