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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El extraño viaje

Joaquín Estefanía
Fátima Báñez, con otros diputados el Congreso.
Fátima Báñez, con otros diputados el Congreso.Chema Moya (EFE)

18,9% de parados, 27% de empleos temporales, 14,6% de trabajadores a tiempo parcial (estas dos últimas categorías se pueden solapar). En total, una mayoría de la población activa está en una situación de “anormalidad” laboral. Sólo alrededor del 40% de aquella estaría compuesta por trabajadores indefinidos, lo que antes se denominaban trabajadores fijos. Esta es la herencia que se deja a sí mismo el PP, reforma laboral incluida, después de casi cinco años al frente del Gobierno. Y a esto es a lo que Rafael Hernando, su portavoz en el Congreso, ha denominado “dar la vuelta al país”.

Ante la magnitud de estos problemas, es difícil aseverar que un Gobierno fracasa si no cumple sus objetivos de déficit, deuda pública o inflación, Estos son sólo objetivos intermedios para conseguir determinados fines. Un Gobierno fracasa si no asegura el bienestar de sus ciudadanos facilitando puestos de trabajo cercanos al pleno empleo, si no aumenta la capacidad adquisitiva de las clases mayoritarias (bajas y medias), si no cuida del medio ambiente y lucha contra el cambio climático, si los hijos no pueden vivir mejor que sus padres y se rompe la cadena del progreso,… Así es cómo se debe medir el éxito de un Gobierno.

Un Gobierno fracasa si no asegura el bienestar de sus ciudadanos facilitando puestos de trabajo cercanos al pleno empleo

Si se conviene que el paro es el primer problema de España, merece hacer una comparativa entre el principio y el final de la legislatura. Por ejemplo,  confrontando las estadísticas más fiables sobre el tema: la Encuesta de Población Activa (EPA) y el paro registrado de finales del año 2010, cuando Rajoy ganó las elecciones con mayoría absoluta, y la del segundo trimestre del año en curso, las últimas cifras publicadas. Parangonando ambas EPA se observa que el paro ha disminuido 3,94 puntos (550.000 personas), el número de ocupados es de 727.000 más, y el número de hogares que no tiene a ninguno de los miembros trabajando se ha reducido en 137.000 (son todavía más de 1,4millones de hogares). Rácano balance para tan amplio plazo. Si se miran los datos de la tasa de cobertura del seguro de desempleo, ésta ha bajado nada menos que 11,7 puntos, lo que significa que el número de parados estructurales que ya no reciben este tipo de contraprestación (más de dos años en el dique seco) está aumentando espectacularmente. Si esa comparación se hubiera hecho entre el año 2010 y la actualidad, la tasa se habría reducido nada menos que casi 20 puntos.

El balance de este lustro en materia del mercado laboral no da para demasiado optimismo. Se ha producido una enorme fragmentación: trabajadores fijos (un colectivo a la baja); trabajadores pobres (aquellos que no llegan a fin de mes); parados coyunturales, parados estructurales y parados juveniles (más del 40% de la población activa de menos de 25 años); trabajadores temporales que quisieran ser indefinidos; trabajadores a tiempo parcial que querrían serlo a tiempo completo; becarios y falsos becarios; autónomos y falsos autónomos, etcétera. El nuevo concepto del precariado (síntesis del sustantivo proletario y el calificativo precario) se ha instalado entre nosotros. Ello conlleva una menor fidelidad entre ese tipo de trabajador y la empresa que lo contrata, y la imposibilidad de que tenga acceso a determinadas prestaciones del Estado de Bienestar (seguro de desempleo o pensiones, por ejemplo) porque no llegan a cotizar lo suficiente para cumplir con lo que la ley exige para cobrarlas.

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