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Columna
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Cobertura dinámica

La política de la empresa debería tener presente también que el horizonte de su actividad es indefinido

El ejercicio 2016 está caracterizándose por una elevada incertidumbre, que se extiende desde las dudas en torno a la fortaleza de la recuperación de la actividad en las economías desarrolladas, hasta los síntomas de agotamiento que han mostrado ciertas economías emergentes en el transcurso de los últimos meses.

Como resultado, los niveles de aversión al riesgo que manifiesta el mercado, a través de indicadores como la volatilidad implícita en las bolsas, se encuentran en niveles máximos de los últimos cuatro ejercicios. En el plano del mercado de divisas, cada vez más relevante para la empresa española en el contexto de internacionalización de su actividad, los niveles de inestabilidad se encuentran en promedio en el 13%, próximos a los observados en 2009, al inicio de la crisis de deuda soberana en Europa.

Con estos precedentes, y con la empresa a las puertas de la elaboración de presupuestos para el próximo ejercicio, es preciso revisar también la estrategia de cobertura del riesgo cambiario, para complementar la gestión operativa de los negocios en otras monedas. Ha de tenerse presente que muchas divisas han corregido sus niveles de infravaloración frente al euro y se encuentran, en algún caso, muy próximas a niveles de equilibrio de largo plazo (e incluso sobrevaloradas). Esta realidad reduce la idoneidad de mantener exposiciones no cubiertas a determinados monedas, como puede ser el caso de las latinoamericanas.

Con todas las cautelas vinculadas a una recomendación genérica de gestión del riesgo como la que aquí se describe, la política de la empresa debería tener presente también que el horizonte de su actividad es indefinido. Por ello, un esquema de gestión de riesgo plurianual, revisado de forma periódica, resulta más consistente que un enfoque de gestión basado sólo en el horizonte de un año.

Además los mercados actualmente brindan la oportunidad de extender de los plazos de cobertura, más allá de los tradicionales (de acuerdo con la información del Banco Internacional de Pagos, normalmente se sitúan por debajo de 12 meses). Esta decisión de incrementar el período de cobertura es aplicable a la práctica totalidad de monedas desarrolladas, pues la agresiva política monetaria de los bancos centrales ha motivado la convergencia de los tipos de interés en niveles muy reducidos, minorando de forma muy significativa los costes de contratación de instrumentos derivados.

A diferencia de las monedas desarrolladas, poco se han corregido los muy elevados descuentos con que cotizan las monedas de países emergentes a plazos largos, donde además la liquidez del mercado de derivados es substancialmente menor. En estos casos, la gestión de riesgos exige un seguimiento más recurrente de las condiciones de mercado, para ir asegurando niveles de conversión en plazos mucho más cortos, entre 3 y 6 meses.

Por lo tanto, en un momento de evaluación del futuro de nuestros negocios, el contraste de la idoneidad de las políticas de gestión de riesgo cambiario implantadas en la compañía es igualmente relevante. Máxime cuando el mercado brinda la oportunidad de incorporar prácticas que hasta hace algunos años no eran posibles, fruto del elevado coste que conllevaban para la empresa.

(*) Pablo Guijarro y Jorge Pardo son profesores de Afi Escuela de Finanzas

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