Stingray hace negocio con el hilo musical
La empresa canadiense llega a 400 millones de hogares a través de melodías que suenan en el televisor
Cocinar a ritmo de jazz, amenizar una reunión con pop ochentero y encontrar serenidad al final de la jornada laboral al son de la música new age pueden lograrse con el control remoto del televisor. Stingray Digital es responsable de estas y otras ofertas musicales. La empresa canadiense llega actualmente a más de 400 millones de hogares en 152 países.
El cuartel general de Stingray Digital está ubicado en un edificio cercano al viejo puerto de Montreal. Sus distintas salas cuentan con decenas de ordenadores, donde un ejército de ingenieros informáticos y programadores musicales trabajan con comodidad. Muchos de ellos llevan puestos llamativos auriculares. La compañía tiene también oficinas en Toronto, Miami, Londres, Ámsterdam, Tel Aviv y acaba de inaugurar otra en Singapur.
En un mercado electrónico con gigantes musicales —como Spotify, Apple Music y Google Play— que ofrecen millones de canciones por módicos pagos mensuales, o con la posibilidad de escuchar música gratuita en la Red, Stingray Digital ha encontrado un nicho que explota con eficacia. “Nos enfocamos en las personas a las que les gusta escuchar música de forma pasiva en el televisor. Solo el 8% de la gente se interesa en crear sus propias listas de canciones”, comenta Eric Boyko, presidente de Stingray Digital. Para ello, la firma canadiense vende directamente sus servicios a empresas de televisión de pago.
Boyko (Montreal, 1970) se sintió atraído desde temprana edad por los negocios. A los 17 años comenzó vendiendo camisetas para financiar actividades escolares. Luego probó con un proyecto de distribución de comida a domicilio; obtuvo un diploma en contabilidad en la Universidad McGill y abrió una compañía de suscripciones a revistas.
En 2007, Boyko fundó Stingray Digital junto a Alexandre Taillefer, otro empresario de Montreal con agudo olfato para los negocios. Pensaron en adquirir productos digitales que pudieran aumentar rápidamente su valor. Tras varias operaciones infructuosas, consiguieron hacerse con el control de la firma Sound Choice, que contaba con un extenso catálogo de karaoke. Posteriormente compraron a la radiotelevisión pública Radio-Canadá el servicio Galaxie, una red de 45 canales de música continua. Taillefer abandonó Stingray Digital en 2009, pero Boyko y su equipo prosiguieron con la expansión de la compañía a través de la adquisición de contratos a distribuidores de televisión de pago en diversos puntos del orbe.
Música y karaoke
“Al principio no sabíamos que estaríamos participando de forma tan activa en la música. La gente me pregunta a menudo si soy un gran conocedor de géneros musicales o si toco algún instrumento, pero nada de eso”, reconoce Boyko dejando escapar una sonrisa, aunque confiesa que escucha permanentemente en casa un canal de su empresa: el de clásicos del rock en inglés.
Además de música continua, Stingray Digital ofrece varios servicios más por medio de la televisión de pago: conciertos, vídeos, un canal de karaoke y otro de música ambiental con vistosos paisajes en alta definición. Asimismo, en algunos países las personas abonadas a sistemas de cable o de televisión por satélite pueden disfrutar de estos contenidos a través de una aplicación para dispositivos móviles. De igual modo, la compañía provee de música a más de 74.000 negocios en el mundo. Grandes almacenes, bancos, hoteles y restaurantes difunden a través de sus altavoces canciones seleccionadas por los programadores de Stingray Digital.
La programación es un elemento que la compañía considera como uno de sus valores fundamentales. La oferta de canciones no es producto de un complejo algoritmo, sino más bien el resultado del oído y el saber de un equipo de expertos. Cerca de 100 empleados cumplen con esta tarea teniendo en cuenta las preferencias de cada país.
Uno de estos expertos musicales es Rosa Núñez. Salvadoreña de nacimiento, pero instalada en Montreal desde los seis años, Núñez se encarga de las listas para los países latinoamericanos. Es un placer escucharla hablar de música con pasión y desbordante conocimiento. “Leo mucho sobre distintos géneros, me informo de las novedades, reviso estadísticas de consumo, sigo la radio de varias ciudades y recibo recomendaciones de otras personas”, señala mientras trabaja en un canal de rock dominicano que está a punto de estrenarse. Champeta, salsa, vallenato, banda sinaloense, joropo, tango, samba, sonidos afroperuanos, cumbia, merengue: todo pasa por Núñez.
Los ejecutivos de Stingray Digital deben pactar condiciones con los distribuidores televisivos, negociar el uso de las canciones y el pago por derechos de autor con las sociedades propietarias de cada país y, de igual forma, analizar futuras adquisiciones de la empresa. Boyko afirma que tienen la intención de expandir su presencia en África, Asia y Europa del Este, mercados en pleno crecimiento.
Desde junio del año pasado, Stingray Digital cotiza en la bolsa de Toronto. De acuerdo a la información hecha pública por la compañía, sus beneficios durante el primer trimestre de 2016 alcanzaron 25,7 millones de dólares canadienses (unos 18,8 millones de euros).
De rubia cabellera y carácter bonachón, Boyko expresa varias veces su deseo de aumentar las actividades de la empresa. Además de zonas de países emergentes, la mirada está puesta en el mercado estadounidense, donde Stingray Digital apenas llega al 7% de los hogares. El vecino de Canadá es una enorme tarta y Boyko no se conforma con una rebanada tan pequeña con tanta facilidad.
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