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Autos suecos con dinero chino

Volvo se renueva y vende más con una gestión independiente de su dueño, el grupo Geely

Asia (en la foto, una fábrica en Daqing, en la provincia china de Heilongjiang) es uno de los grandes mercados de Volvo.
Asia (en la foto, una fábrica en Daqing, en la provincia china de Heilongjiang) es uno de los grandes mercados de Volvo.

Poco antes del último cambio de siglo, Ford compró la división de automóviles del fabricante sueco Volvo por 4.847 millones de euros. Anteriormente ya se habían producido algunos experimentos fallidos de colaboración con la también sueca Scania y con la francesa Renault. Una década después y tras varios intentos para rentabilizar la adquisición, los norteamericanos decidieron desprenderse de Volvo vendiéndola por 1.342 millones de euros al grupo chino Zhejiang Geely Holding, el mayor fabricante de coches privado del país asiático. La venta supuso también el cierre definitivo del llamado Premier Automotive Group, en el que Ford aglutinaba a sus marcas de lujo europeas y que llegó a contar también con Aston Martin, Jaguar y Land Rover. Las dos últimas pasaron a manos del fabricante indio Tata.

Tras un lustro en manos chinas, el panorama de Volvo ha cambiado completamente de color. De los 653 millones de dólares de pérdidas registradas en el ejercicio de 2009, en el que fabricaron 335.000 coches, han pasado a superar por primera vez el medio millón (503.127) en 2015 y triplicar el beneficio de explotación hasta alcanzar los 700 millones de euros. Y aunque han conseguido pasar ese margen de beneficios del 1,4% en 2014 al 4% en el último ejercicio, su presidente y consejero delegado, Hakan Samuelsson, no se muestra satisfecho, ya que es todavía la mitad del obtenido por sus competidores del segmento de lujo (premium).

En el primer trimestre de este año, Volvo aumentó los ingresos un 24% hasta alcanzar los 4.491 millones de euros, con los que generó un beneficio neto de 223 millones de euros y elevó el margen de explotación hasta el 7,5%. En cuanto a la primera mitad del año, han alcanzado unas ventas de 256.563 vehículos —138.851 en Europa—. Su reaparición en Estados Unidos va también por buen camino con un incremento próximo al 25% —36.654 unidades—, aunque China sigue siendo su principal mercado con más de 40.000 coches vendidos en el primer semestre y un incremento del 6,3% interanual.

De cualquier manera, la marca tendrá que hacer todavía importantes esfuerzos para conseguir el objetivo de vender 800.000 vehículos en 2020. "En el caso de Volvo España, también podemos afirmar que 2015 fue un gran año ya que la compañía creció un 31%, lo que supuso un incremento cercano al 50%, por encima del 21% del mercado", señala su máximo responsable, Germán López.

Pero ¿cuál ha sido la fórmula aplicada por el consorcio chino con el que han conseguido dar la vuelta a la tortilla? Al contrario que la multinacional norteamericana, que trató de integrar a Volvo en su producción y gestión global, Geely mantuvo desde el primer momento la independencia del equipo de dirección en Suecia y con el tiempo tampoco sucumbió a la tentación de intervenir en la gestión. "Si Volvo cotizara en Bolsa, no tendríamos propietarios suecos, sino estadounidenses, británicos o de cualquier nacionalidad, y el alma de la compañía no tendría relación con la propiedad. Volvo es una empresa sueca con un propietario chino, lo cual es muy positivo porque nos ha dado una propiedad estable, ya no hay especulaciones. Y nos ha ayudado mucho estar en China", dice Samuelsson. Por su parte, Alain Visser, ex vicepresidente de Volvo y hoy vicepresidente de marketing y ventas de Geely Auto, contó en su día que en las conversaciones con los propietarios chinos, estos insistían en que "no tratara de ser chino en China, que siguiera siendo sueco".

Grandes expectativas

De momento, la fórmula funciona y prueba de ello son las dos nuevas fábricas en Estados Unidos y China. "Y lo mejor está por aún por llegar", señala Samuelson, para el que "la siguiente fase de transformación sea más apasionante que la primera", añade. Una apuesta de futuro para la que se ha calculado un coste de 11.000 millones de dólares que incluye, según López, "el desarrollo de su propia plataforma modular de vehículos, una nueva gama de motores propios, la nueva fábrica de EE UU [que prevé comenzar a producir en 2018], la renovación de la gama de productos y nuevos desarrollos en materia de seguridad que mantendrán a Volvo como líder de esa materia. En los próximos cuatro años se va a renovar completamente toda nuestra gama de modelos. Para 2019 el modelo más antiguo será el recién lanzado, el XC90", explica.

"Además", añade López, "se prestará una especial atención a los vehículos eléctricos, que en los próximos años contarán con una variante con este tipo de motorización en cada una de las series 40, 60 y 90. Y también se desarrollará un vehículo totalmente eléctrico para 2019. Así que, a medio plazo, al menos un 10% de las ventas anuales corresponderán a estos vehículos". Otro proyecto en marcha es el de la conducción autónoma. A corto plazo tienen previsto realizar pruebas en Londres y Gotemburgo. "Unos cien clientes utilizaran vehículos con este tipo de conducción en su vida diaria con situaciones de tráfico reales. El proyecto es una parte fundamental para que se haga realidad la Visión 2020, que busca que ninguna persona deberá resultar muerta o herida de gravedad en un vehículo Volvo de nueva generación en ese año".

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