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Multilatinas

Breca: el imperio discreto

El consorcio peruano cuenta con unas 70 empresas en sectores como la banca, los hoteles, la minería y la pesca

Mina de estaño San Rafael, propiedad del grupo Breca, en Puno (Perú)
Mina de estaño San Rafael, propiedad del grupo Breca, en Puno (Perú)

Dos comportamientos han sido constantes en la historia del Grupo Breca, uno de los conglomerados empresariales más grandes del Perú. El primero es el hermetismo extremo: a lo largo de más de un siglo de operación, son contadas las ocasiones en que sus directivos o altos ejecutivos han dado declaraciones. Y cuando lo han hecho, rara vez han dado siquiera un indicio de sus estrategias de negocios.

El segundo comportamiento es el apego al suelo como generador de valor. El Grupo Breca —contracción del apellido Brescia Cafferata— tiene ahora alrededor de 70 empresas en rubros tan diversos como la minería, la pesca, la salud, la industria, la hotelería y los servicios financieros. Es dueño, entre otros, de la principal productora de estaño del mundo y —en sociedad con el BBVA— del segundo banco más grande del Perú. También tiene inversiones en Colombia, Brasil y Chile, donde entró con fuerza en 2009 al comprar el 84% de la cementera Lafarge por 555 millones de dólares. Pero todo ese imperio, que ha puesto a sus accionistas entre los pocos peruanos que figuran en la lista de Forbes de las mayores fortunas del mundo, se generó a partir de la tierra, empleada primero para la agricultura y luego para la habilitación urbana.

Un extenso reportaje de la revista peruana Poder, publicado en 2013 —y en el que, ciertamente, no se menciona con nombre y apellido a ninguna fuente del grupo— atribuye ambas marcas distintivas de Breca al mismo origen: el carácter del patriarca, Fortunato Brescia Tassano, “un tipo acostumbrado a trabajar duro, a ahorrar cada centavo y a guardar bajo siete llaves sus planes y progresos económicos, hábitos que luego adoptarían sus hijos”. Fortunato llegó de Italia a Perú con 20 años, en 1889, cuando el país andino empezaba a levantarse del descalabro que significó la derrota en la Guerra del Pacífico. Consiguió trabajo como ayudante de sus compatriotas dueños de tiendas en el Puerto del Callao. Luego de ahorrar durante 15 años, pudo comprar su primera gran extensión de tierra, un fundo ubicado muy cerca del puerto, y convertirse en proveedor de hortalizas y leche para los comerciantes de la zona.

El reto de la sucesión

Pese a ser un grupo familiar, Breca ha hecho un notable esfuerzo por profesionalizar su gestión, a la vez que se mantiene apegado a la tradición. Tras la muerte de Fortunato Brescia, en 1952, la dirección del grupo quedó en manos de su primogénito, Pedro Brescia Cafferata, con el apoyo de su hermano Mario. Las dos hijas del patriarca, Rosa y Ana María, aunque con perfil mucho más bajo, también participaban en la toma decisiones.

Pedro y Mario llevaron las riendas hasta edades sumamente avanzadas. Eran tan unidos que solían despachar en la misma oficina, con escritorios que se miraban uno al otro. Tras su retiro (Mario falleció en 2013 y Pedro, que se había retirado unos años antes, en 2014), la dirección quedó en manos de la tercera generación de la familia.

El reto de la sucesión empezó a abordarse en 2003. La tradición familiar dictaba que Pedro deje la dirección a su hijo mayor, pero como este no tenía descendencia, se dio inicio a un proceso de transferencia y elaboración de protocolos familiares, para el cual se contó con la consultoría de McKinsey. “Breca ha sido uno de los grupos peruanos que más se ha esforzado por modernizar su gerencia en los últimos años”, destaca un consultor de empresas con amplio conocimiento del entorno peruano, que prefirió no ser nombrado para este artículo.

En la actualidad, la dirección del holding recae en un comité directivo formado por cuatro miembros de la tercera generación de la familia, que toman decisiones por consenso. Tras la muerte de sus hermanos varones, Ana María es la propietaria del mayor paquete de acciones del grupo. Según Forbes, su fortuna, que asciende a US$1.400 millones, es la segunda más grande del Perú. Rosa también sigue con vida, pero ha repartido su fortuna entre sus descendientes.

Su expansión posterior fue muy rápida y en las primeras décadas del siglo XX Fortunato adquirió grandes extensiones de tierra en zona que por entonces eran la periferia de Lima, como las haciendas San Borja, Limatambo y Valverde (en el barrio ahora conocido como Santiago de Surco). A partir de entonces, la vertiginosa expansión de la capital lo favoreció. Un momento clave de aquel proceso fue la decisión del gobierno, en la década de 1940, de expropiar parte de la hacienda Limatambo para construir el primer aeropuerto de la ciudad. Aunque la primera reacción de don Fortunato fue protestar, pronto cayó en la cuenta de que en realidad le estaban haciendo un favor: las tierras que le quedaban aumentaron mucho su valor. En lugar de venderlas, él mismo formó dos empresas para urbanizarlas. Las ganancias las reinvirtió en más tierras.

Intereses en el estaño

En la actualidad, Breca es dueño de Minsur, el principal productor de estaño del mundo, y de Tecnológica de Alimentos (TASA), una de las más importantes productoras de harina de pescado. También es socio con el BBVA (cada uno al 50%) del Holding Continental, propietario de casi el 90% de BBVA Continental, segundo banco más grande del Perú, tanto por depósitos como por préstamos colocados. Su aseguradora, Rimac, es la más grande del país, con 31.61% de las primas colocadas, según datos de la Superintendencia de Banca y Seguros actualizados a diciembre del 2015. También tiene fuertes inversiones en salud, a través de la cadena de Clínica Internacional y en hoteles, a través de Intursa, que opera la cadena de hoteles Libertador y el hotel Westin de Lima, que hasta hace poco era el edificio más alto de la ciudad, ubicado en el terreno que antes ocupaba la casa hacienda de la familia.

Su momento de expandirse internacionalmente llegó con el nuevo siglo. En 2008, Minsur adquirió la brasileña Mineracao Taboca, por 500 millones de dólares, y se convirtió en la principal productora del estaño del mundo. Más impresión causó, sin embargo, la compra de Lafarge en Chile, un año después. A la prensa chilena le llamó la atención el tamaño de la operación y el hecho de que el grupo peruano actuara en solitario. “Nacimos solos y morimos solos”, declaró por entonces Mario Brescia al diario El Mercurio. Fue una de las pocas veces que dio una entrevista.

Los pasos que vaya a dar en el futuro el grupo peruano son un misterio muy bien guardado. Para elaborar este perfil, EL PAÍS solicitó información y declaraciones a través de los canales corporativos. No hubo respuesta.

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