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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Debemos aprender de Namibia

Este país de 2,4 millones de personas ha logrado enormes avances en 25 años

Rafael Ricoy

Situada entre Angola y Sudáfrica, Namibia sufrió muchísimo durante la larga lucha contra el apartheid. No obstante, desde que logró su independencia de Sudáfrica en el año 1990, este país de 2,4 millones de personas ha logrado enormes avances, especialmente durante el último par de años. Una razón de gran peso para el éxito de Namibia ha sido el enfoque adoptado por el Gobierno sobre la educación. Las personas en los países avanzados consideran la educación primaria y secundaria gratuita como algo normal y corriente, pero en muchos países pobres, la educación secundaria e incluso las escuelas primarias requieren del pago de una matrícula. De hecho, a menudo se recomienda a los Gobiernos que lo hagan como una forma de “recuperar costes”. Pero en Namibia la enseñanza primaria pública es gratuita, y, a partir de este curso escolar, la secundaria también lo es.

El Gobierno de Namibia también está siendo proactivo en otros aspectos importantes. Los esfuerzos de erradicación de la malaria han reducido los casos anuales en un 97% en aproximadamente una década. El coeficiente de Gini de Namibia (la medida estándar de la desigualdad en la distribución del ingreso) ha desafiado la tendencia mundial al alza y se ha reducido en alrededor de 15 puntos desde el año 1993 (sin embargo, se debe puntualizar que este país tenía uno de los niveles más altos de desigualdad en el mundo). La tasa de pobreza ha caído a la mitad, del 69% en 1993 a menos del 30%; además, la pobreza extrema (el número de personas que viven con menos de 1,90 dólares al día) disminuyó en un nivel similar, desde casi el 53% a menos del 23%.

En el país africano la enseñanza primaria y secundaria son gratuitas

Namibia también tiene la calificación más alta de África según Reporteros Sin Fronteras en lo que se refiere a libertad de prensa, muy por delante de Estados Unidos y otras economías ricas. El país también cuenta con calificaciones entre las más altas de África en el índice de percepción de la corrupción (IPC) que prepara Transparencia Internacional. Y a pesar de que los precios de las materias primas han estado cayendo, ha logrado mantener un fuerte crecimiento del PIB —se estima un 4,5% en el año 2015— tras un crecimiento promedio de casi el 4,2% a partir del año 1991 hasta 2014. Al mismo tiempo, su ratio deuda sobre PIB, que se encuentra en un nivel aproximado del 25%, es menos de un tercio del de Europa o EE UU. Por supuesto, Namibia tiene sus problemas. La tasa de desempleo, al menos cuando se la mide de manera convencional, continúa siendo obstinadamente elevada, ubicándose en casi el 28%. Y, al igual que otros países de la región, se enfrenta a un alto nivel de sida: casi el 17% de la población es seropositiva.

El Banco Mundial clasifica a Namibia como un país de ingreso medio-alto, pero las autoridades insisten en que su país es, en la práctica, un país en desarrollo. Tiene ciertamente algunas de las dificultades que asociamos con las economías menos desarrolladas. Tiene que desarrollar un país extenso y árido con una población pequeña. Esto incluye comunidades aisladas en el desierto compuestas por cazadores-recolectores nómadas, quienes de alguna manera deben integrarse en una sociedad moderna sin perder su identidad. La integración de las personas que hace un cuarto de siglo estaban al margen de la economía mundial sería una tarea enorme para cualquier país. Para Namibia, es aún más difícil: ya que al igual que cualquier otro país del mundo, también se enfrenta a los efectos del cambio climático.

No obstante, Namibia ha tomado estos problemas con criterio, a medida que crea una economía diversificada y una sociedad cohesionada. Sorprendentemente, las facciones políticas rivales de la época de la lucha por la libertad del país se han unido para trabajar por el bien común. De hecho, proporciona atención médica de bajo coste no solo para sus propios ciudadanos, sino también para los de sus vecinos. Entre el 15% y el 20% de las citas médicas en el norte de Namibia las realizan ciudadanos angoleños. El gerente del hotel donde nos alojamos, justo al otro lado de la frontera, envía regularmente un pequeño bote a través de un río infestado de cocodrilos para traer a angoleños que desean comprar provisiones en el hotel o ir al consultorio namibio.

Nadie habla de elevar un muro con sus vecinos pobres y corruptos

Nadie en Namibia habla de construir un muro entre su país y sus vecinos pobres y corruptos. Por el contrario, los namibios con los que hablamos entienden que no pueden escoger quiénes son sus vecinos, así que lo mejor es trabajar con ellos para compartir los escasos recursos hídricos, cooperar con los esfuerzos regionales de salud, fomentar la inversión y realizar intercambios de estudiantes. Además, el Gobierno sabiamente ha entendido que los recursos naturales abundantes pueden convertirse de manera fácil en una maldición, enriqueciendo a unos pocos a expensas de muchos. Las autoridades saben que a menos que la riqueza natural se invierta en infraestructura y en la capacidad productiva de su población, el agotamiento de los recursos va a empobrecer al país, no enriquecerlo. También saben que sería irresponsable no recolectar y aprovechar para los ciudadanos locales la mayor cantidad posible de los beneficios provenientes de los recursos del país y, por ello, están reconsiderando las leyes de inversión y revisando los contratos mineros, de manera que estos instrumentos garanticen lo antedicho.

La transparencia es crucial en este proceso, por lo que un fuerte apoyo del Gobierno a la libertad de prensa es de suma importancia. Tal como el presidente, Hage Geingob, nos dijo, la prensa suele decir cosas que a él no le gustan. Pero, después de haber luchado por la libertad con la Sudá­frica del apartheid, Geingob señala que Namibia debe defender las libertades que se conquistaron. Además, reconoce cómo la transparencia lo protege de las demandas de favores de grupos corporativos y grupos con otros intereses. No todos los recursos clave son finitos. Algunos, como la pesca, son renovables, y el Gobierno está trabajando muy fuerte para preservar y mejorarlos. Lo más importante, a diferencia de la mayoría de las otras economías dependientes de las materias primas, se ha logrado diversificar la economía hasta el punto de que los servicios representan más del 60% del PIB, con el turismo encabezando la lista. Cada año, más de un millón de turistas extranjeros visitan el país.

Eso no es sorprendente. Es uno de los lugares más bellos del mundo, y su población cultiva su medio ambiente y protege a sus animales. Hace un siglo, los colonizadores —el 1% de la época— disfrutaron de la caza deportiva y diezmaron la población de rinocerontes y elefantes. Ahora los científicos locales traen animales a la Costa de los Esqueletos y a otras partes del país. Irónicamente, parte de la financiación para estas actividades proviene del actual 1%, que realiza donaciones a favor de la causa. Namibia muestra que incluso los países que comienzan con serias desventajas —situaciones extremas de racismo, colonialismo, desigualdad y subdesarrollo— pueden trazar un camino hacia la prosperidad compartida. Sus logros merecen reconocimiento internacional y ser emulados.

Joseph E. Stiglitz es premio Nobel de Economía. Anya Schiffrin es la directora del programa de comunicación y medios de la Universidad de Columbia.

© Project Syndicate, 2016.

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