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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El valor de la oficina bancaria

Funcas calcula un ajuste para los tres próximos años de 3.000 oficinas y 15.000 empleados en el mercado español

Santiago Carbó Valverde

Se repiten en estos días noticias sobre cierres de oficinas y ajustes de personal en la industria bancaria española. No es que esta prolongación de la reestructuración del sector sea inesperada. Tampoco es que sea, precisamente, exclusiva del caso español. La necesidad de un reequilibrio de estructuras era ya más que evidente desde hace años en muchos países. Sin embargo, el avance por este camino ha sido desigual. Mientras que en España se apostó claramente por la reestructuración, en otros países europeos se ha emprendido de forma más tardía, desordenada y traumática. De hecho, en países como Alemania o Italia no ha hecho más que empezar.

En un informe reciente de Funcas estimamos que hacia 2019 las oficinas bancarias españolas podrían situarse en el entorno de las 28.000, y los empleados en 180.000. Esto supone un ajuste para los tres próximos años de 3.000 oficinas y 15.000 empleados. En el resto de Europa, la reducción será bastante más intensa. Hay varios motivos que explican este cambio y no todos ellos han sido, desde mi punto de vista, correctamente identificados recientemente. Así, por ejemplo, se dice que la banca española tiene problemas de eficiencia. Más bien al contrario, los informes del BCE señalan que es de las más eficientes, con una ratio costes/ingresos inferior al 50%, frente a otras como la alemana, la francesa y la italiana que transitan entre el 60% y el 70%.

Una de las razones para el ajuste es evitar solapamientos, ya que aún se están cerrando estructuralmente algunos procesos de concentración y es más que previsible que se produzcan nuevos, lo que requiere un planteamiento estratégico territorial coherente. Otra razón es que las entidades financieras están internalizando un cambio tecnológico que implica una digitalización financiera sin precedentes y que tiene un claro impacto en la oficina como unidad fundamental de negocio.

En todo caso, el valor de una oficina va más allá de su productividad aparente e incluye un ingrediente esencial en la banca minorista, el componente relacional. Este incluye toda la información recabada de hogares y pymes en el curso de relaciones contractuales duraderas. Lo que los estudios recientes están mostrando es que este valor relacional ya no es exclusivo de entidades de tamaño reducido y puede extenderse a tamaños más elevados. A ello ayuda una tecnología de diversificación de riesgos más avanzada, con una descentralización territorial y una conexión más inmediata con el cliente. De hecho, los procesos de concentración actuales están logrando economías de escala (menores costes con mayor tamaño) que no se observaron de forma tan clara en décadas anteriores.

Las oficinas bancarias han cambiado su morfología de forma acelerada. No hace tanto tiempo eran, sobre todo, un conjunto de ventanillas de caja y ahora han pasado a un conjunto de mesas de negociación. El siguiente paso es el desarrollo de negocio, donde el empleado bancario se convierte en gestor de soluciones personales y empresariales. En la oficina o fuera de ella. De hecho, así está sucediendo, pero es solo el principio.

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