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Tribuna
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La espada de Damocles

La economía española tiene elementos positivos que deben ser reforzados si queremos entrar en una senda de crecimiento sostenible

José Luis Leal
Rafael Ricoy

La reciente publicación por el Banco de España de un avance de los resultados de la balanza de pagos en 2015 arroja una luz interesante sobre nuestras relaciones con el exterior que no son ni tan buenas como se ha pretendido ni tan malas como a veces se piensa. Estamos en un claroscuro con elementos positivos que deben ser reforzados si queremos entrar en una senda de crecimiento sostenible.

La balanza por cuenta corriente (el saldo de los intercambios de mercancías, servicios y rentas con el exterior) registró un excedente de 16,7 miles de millones de euros en 2015 equivalentes a un 1,5 por ciento del PIB. En primera lectura es un dato positivo ya que significa que estamos devolviendo parte del ahorro exterior que tomamos a préstamo a lo largo de los pasados años, especialmente en los de la burbuja inmobiliaria, cuando el déficit de la balanza por cuenta corriente alcanzó el 10 por ciento del PIB. Nuestra deuda neta frente al resto del mundo (92 por ciento del PIB en el tercer trimestre de 2015) es muy elevada y requiere una corrección urgente. Hay quien dice que el endeudamiento exterior no tiene importancia, que nunca se paga, y también algunos mantienen que hay que endeudarse más de lo que ya estamos para sostener el estado del bienestar. Dicen, en realidad, que consumamos nosotros y que paguen nuestros hijos. En cualquier caso, el problema a corto plazo que plantea el endeudamiento con el exterior es el de hacernos muy vulnerables a los vaivenes financieros, con la inevitable repercusión sobre el crédito, la inversión y, en definitiva, el empleo.

El excedente del 1,5 por ciento se ha producido en el marco de un crecimiento del PIB del 3,2 por ciento, lo que quiere decir que por el momento somos capaces de crecer y de devolver nuestras deudas, lo que no es poco. Otros países como Italia o Grecia han registrado excedentes mayores que el nuestro, pero con menores tasas de crecimiento. Y lo hemos hecho a pesar de que nuestro principal mercado, la Unión Europea, tan solo ha crecido un 1,9 por ciento. La comparación con los otros grandes países de la eurozona es bastante favorable ya que nuestras exportaciones de bienes y servicios han aumentado un poco más deprisa que las de Alemania y Francia y bastante más que las de Italia. No se trata, como en el caso de Grecia, de un excedente basado en el estancamiento de las exportaciones y la caída de las importaciones; en nuestro caso las importaciones de bienes y servicios han crecido más de dos puntos por encima de la media de Alemania, Francia e Italia.

El sector que más contribuyó al aumento de las exportaciones fue el del automóvil con un incremento de casi el 20 por ciento. También crecieron por encima de la media los productos alimenticios y los bienes de consumo. Los mercados hacia los que se dirigieron nuestros productos fueron la Unión Europea, que absorbe casi dos tercios de nuestras ventas al exterior, América del Norte, especialmente Estados Unidos, con un crecimiento del 7,2 por ciento y una participación en el conjunto de las exportaciones del 4,6 por ciento frente al 5,9 por ciento de América Latina y, por último, Oriente Próximo, a pesar de la caída de los precios del petróleo. En cuanto a las importaciones, crecieron fuertemente las de bienes de equipo (un 18,9 por ciento) y las de automóviles. Por zonas de procedencia destaca la Unión Europea con un aumento del 8,9 por ciento, China con un 19,5 por ciento y de manera muy especial Estados Unidos con un 24,6 por ciento compuesto principalmente por medicamentos e instrumentos de precisión. Las importaciones procedentes de América Latina cayeron un 14,7 por ciento, en parte como consecuencia de la bajada del precio de las materias primas, especialmente el petróleo.

Como tantas veces se ha dicho, el sector exterior goza actualmente de un viento de cola favorable. La factura energética disminuyó en más de 16.700 millones de euros por la caída del precio del petróleo, a lo que hay que añadir más de cinco mil millones de euros netos por la reducción de los tipos de interés que pagamos por nuestras deudas. El excedente que nos proporciona el turismo permaneció estable pues el aumento de ingresos se vio compensado por el incremento de los gastos de los españoles en el exterior.

Vivimos unas circunstancias con las que no hay que contar para siempre. Por lo que se refiere al petróleo, lo más probable es que su precio aumente paulatinamente y supere claramente ya este año 40 dólares por barril, sin descartar tampoco episodios alcistas desencadenados por crisis políticas en una zona tan conflictiva como es Oriente Próximo. También hay que tener en cuenta el tipo de cambio del dólar frente al euro, si bien se trata de una relación en la que caben toda clase de apuestas. A largo plazo el dólar debería tender a depreciarse frente al euro pero es arriesgado pronosticar en que medida podría hacerlo ya que los elementos que intervienen en esta relación son numerosos y no todos de carácter económico.

En cuanto al turismo, no parece probable que las turbulencias en los países del Sur del Mediterráneo vayan a cesar de la noche a la mañana, por lo que España seguirá siendo el destino preferido de quienes no quieren correr riesgos en sus vacaciones de sol y playa. Por último, los tipos de interés ya no pueden bajar mucho más: su ascenso, cuando se produzca, nos perjudicará seriamente dada la magnitud de nuestro endeudamiento.

La conclusión de todo ello es que los factores que podemos englobar en la categoría genérica de “viento de cola”, especialmente el petróleo y los tipos de interés, explican con creces el excedente de la balanza por cuenta corriente. A ello hay que añadir las exportaciones de automóviles que por sí solas contribuyeron en más de dos puntos al crecimiento total de las exportaciones de mercancías. El esfuerzo exportador en los últimos años ha sido bastante notable y podemos esperar que prosiga a pesar del reducido tamaño medio de nuestras empresas. El próximo gobierno, cuando se constituya, debería dedicar algo de su tiempo a elaborar un plan que favorezca el aumento de tamaño de las empresas y que haga realidad la eterna promesa de incrementar la inversión en investigación y desarrollo además de mejorar sustancialmente la calidad de la educación que reciben los jóvenes. Todos lo dicen en sus programas pero luego, como decía Mayakovsky, la canoa del amor se rompe contra los escollos de la vida cotidiana y la espada de Damocles de la deuda permanece amenazadora sobre nuestras cabezas.

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