El patrón de los aeropuertos del sur
El argentino Eduardo Eurnekian gestiona 53 terminales en el mundo
Eduardo Eurnekian, porteño de 83 años, es dueño de la cuarta fortuna de Argentina, unos 2.200 millones de dólares, según la revista Forbes. De familia armenia, sus padres instalaron una fábrica textil en el país sudamericano, pero la crisis económica tras la última dictadura militar (1976-1983) la llevó a la quiebra. Eduardo Eurnekian apostó después por la incipiente industria de la televisión por cable, que se expandió en Argentina a un ritmo acelerado respecto de otros países latinoamericanos y algunos desarrollados. Entre 1994 y 1997, vendió su participación en su empresa, Cablevisión, y a partir de entonces construyó su grupo actual, Corporación América, basado en cuatro divisiones principales: aeropuertos, agroindustrial, nanotecnológica y energética.
Eurnekian, dueño del 90% del grupo, pretende sacar a la Bolsa de Nueva York este año esas cuatro unidades de negocio, incluida aquella que controla la mayor cantidad de aeropuertos del mundo, aunque están lejos de ser los que más tráfico mueven. “Estos son cuatro campos en los que uno fue probando para seguir la evolución del mundo de los negocios. Por ejemplo, era interesante entrar en los aeropuertos en la década del 90 porque la apetencia ahora por ese sector es cada vez mayor. Me interesa la biotecnología para mejorar la calidad productiva de la agricultura y los animales. Vos ‘tenés’ que ir olfateando cuáles van a ser los grandes desafíos del futuro”, expone Eurnekian en sus oficinas en Buenos Aires.
La Corporación América facturó en 2015 unos 2.800 millones de dólares en 11 países, tanto latinoamericanos como europeos. Cuenta con 13.000 empleados, de los cuales 5.200 están en Argentina. Gran parte del negocio, unos 1.800 millones de ventas, proviene de los 53 aeropuertos que Eurnekian tiene en el mundo, la mayoría en Argentina, pero también en Brasil (incluido el de Brasilia), Uruguay, Ecuador, Armenia, Italia y Perú.
Concesiones dudosas
En 1998, Eurnekian ganó la concesión que el entonces Gobierno de Carlos Menem le dio de 35 aeropuertos, incluidos los dos de Buenos Aires, por el que circula el 90% del tráfico aéreo nacional. Cinco años más tarde, el expresidente Néstor Kirchner le reclamó una deuda que le debía al Estado por la concesión. La Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA, según sus siglas en ingles) llegó a pedir al Gobierno argentino que rescindiera el contrato porque la empresa Aeropuertos Argentina 2000 cobraba las tasas más altas del mundo a las líneas aéreas pese a que “sus sistemas de equipajes e informático eran piezas de museo”. Kirchner renegoció en 2007 la gestión de los aeropuertos con un acuerdo que implicó, según diputados opositores, una condonación de parte de esa deuda. El convenio también derivó en inversiones para ampliar y modernizar los aeropuertos y una reducción de la tarifa que cobraban a las líneas aéreas.
La división agroindustrial abarca 100.000 hectáreas en Argentina, incluidas las de la Bodega del Fin del Mundo (con 870 hectáreas) y las dedicadas a 20.000 cabezas de ganado. La de energía comprende desde una gran planta de biodiésel en Argentina y parques eólicos en Uruguay hasta una petrolera presente en diversos países latinoamericanos, Compañía General de Combustible (CGC). La división nanotecnológica produce semiconductores y otros productos en Argentina y Brasil. Además, Eurnekian tiene en Armenia de un banco y la concesión del correo oficial y en Argentina gestiona 1.200 kilómetros de carreteras, incluida la que une Buenos Aires con Mar del Plata.
El secreto de Eurnekian para elegir en qué negocio invertir radica, “primero, en estar informado”, según reconoce. Pone como ejemplo la evolución del precio del petróleo. En su opinión, resultaba “obvio” que el crudo se abarataría como lo hizo después de la fuerte inversión que EE UU hizo en los hidrocarburos de esquisto. “A mí nunca me obnubiló el shale (esquisto) en Argentina, pese a que tenemos los segundos recursos del mundo. Eso será para el futuro, pero hoy tenemos mucho petróleo convencional a precios razonables. No creo haberme equivocado. Para el shale se necesitan ingentes inversiones. Por eso no tenemos nada en Vaca Muerta [principal formación de esquisto de Argentina, situada en la Patagonia], ahí solo tenemos la bodega”, bromea.
A la actividad agroindustrial, este empresario octogenario la llama “geriátrica”, pero espera conseguir una renta por la “biogenética y la mejora de las semillas para plantarlas en condiciones más adversas”, pero también por la infraestructura. “De nada me sirve tener una Pampa húmeda que se extiende 1.500 kilómetros al norte y otros 1.500 al sur si tengo un sistema de transporte ineficiente. Entonces estos productos van de la mano de una importante inversión logística. Hay que modernizar una red ferroviaria extraordinaria que se hizo hace más de 100 años, pero que ha quedado obsoleta”, afirma.
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