Draghi hará lo que debe, ¿y los otros?
La expansión monetaria reclama cierta expansión presupuestaria
La política monetaria expansiva de liquidez infinita y tipos de interés nulos ha dado resultados.
¿Cuáles? La economía de la eurozona crecerá este año en torno al 1,4%, frente al 0,9% en 2014. Y la inflación, que como se ve en el gráfico de esta misma página se internaba peligrosamente en zona negativa —ahí donde amenaza la deflación— durante todo el primer cuatrimestre del año, se ha recuperado algo, y ya es positiva.
Parece claro que la expansión cuantitativa (QE) iniciada en marzo por Mario Draghi es responsable directa de la mejoría. A los dos meses ya se apreciaba su efecto en la recuperación de los precios. "Hacer lo que debemos" es su nuevo lema, que completa la frase mágica del verano de 2012: "Haré todo lo necesario" para salvar al euro.
Se registra una mejora cierta, pero demasiado anémica, en parte porque el entorno no acompaña: ralentización china, recesión brasileña, agotamiento del descenso del tipo de cambio del euro (hasta un 20% en relación con el dólar) como acicate del aumento exportador. Sea por la razón que sea, el crecimiento del PIB del área euro es bajo en comparación con el de EE UU (alza del 3,9% en el segundo trimestre; del 1,5% en el tercero).
Y la inflación dista mucho del objetivo oficial del 2%. Se acerca demasiado al cero, y este, al menos algo: "El riesgo de deflación es relevante", se deletrea en el Consejo del BCE. Se avizora el peligro de la enfermedad japonesa, el estancamiento secular, la imposibilidad de crear empleo.
Fráncfort completa hoy la panoplia de sus mecanismos para relanzar la economía de los Diecinueve. Esta estrategia de perseverancia expansiva debería conllevar ingentes beneficios, similares a los producidos en EE UU. Aunque acarree la doble desventaja del retraso en el calendario (quien da primero, da dos veces) y de la mala compañía de una política presupuestaria aún demasiado restrictiva (el problema de remar contra corriente).
Algunos, quizá para congraciarse —por si algo falla—, con las generaciones futuras, subrayan los riesgos de este tipo de política de dinero abundante y barato. Recuerdan que anima a los ahorradores, escamados por los bajos intereses, a ubicar su dinero en fondos de inversión en vez de en depósitos, con cierto peligro para la banca; que los bajos rendimientos de los bonos de deuda pública perjudican a sus tenedores (bancos, aseguradoras, la Seguridad Social); que las pensiones privadas suelen salir perjudicadas al invertir en deuda.
Y también que la extrema facilidad crediticia es trampolín de toda burbuja, tecnológica, inmobiliaria, bursátil, de deuda: aunque nunca son automáticas, requieren actores, y ahora se detectan mejor gracias al llamado Procedimiento de Desequilibrios Macroeconómicos.
Todos esos daños colaterales son muy posibles. Pero el peor infierno es la deflación y el estancamiento. Y para evitarlo no bastará la política monetaria del BCE. ¿Qué hacen los demás?
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