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BlaBlaCar pide al juez que no la cierre porque es solo “una red social”

Confebus exige en el juicio la suspensión del servicio online por funcionar como una empresa de transporte encubierta

Ramón Muñoz
Varios usuarios de Blablacar en un trayecto en coche.
Varios usuarios de Blablacar en un trayecto en coche.EFE

BlaBlaCar, la red social que permite compartir los gastos de trayectos en coche entre ciudades, y Confebus, la patronal del transporte de viajeros por carretera, se han visto este jueves las caras en los juzgados. El servicio online ha rechazado el cierre cautelar que demanda Confebus al definirse como una mera red social que actúa de intermediario entre particulares y no como una empresa de transporte de viajeros profesional como argumenta el demandante que le acusa de competencia desleal. El titular del juzgado de lo mercantil número 2 de Madrid debe decidir en los próximos días si acuerda el cierre cautelar de la página web como pide Confebus o rechaza esta petición.

La defensa de BlaBlaCar argumentó en la vista celebrada este jueves que no precisa de licencia de transporte porque no tiene vehículos propios ni contrata a conductores, limitándose a poner en contacto a usuarios particulares que pretenden ahorrar gastos al realizar un mismo trayecto como una red social. De esta forma, su actividad no estaría reglamentada por la Ley de Ordenación del Transporte sino por la Ley de Servicios de la Sociedad de la Información (LSSI)

También rechazó que sus usuarios tengan ánimo de lucro, ya que, debido al control de tarifas que realiza la empresa, “es prácticamente imposible que puedan obtener un beneficio de los trayectos” que realizan para compensar los gastos no solo de gasolina , sino de desgaste de los componentes del coche, seguro, impuestos, peajes, etcétera. Cuando se publica un viaje en la web, BlaBlaCar recomienda un precio por cada trayecto, calculado para que los conductores no obtengan ganancias, de acuerdo con la legislación.

En este sentido, indicó que la aportación efectiva media por pasajero es de 5,2 céntimos de euro por kilómetro, frente a los 6 céntimos sugeridos por la plataforma, y los 19 céntimos fijados por la Agencia Tributaria cuando calcula retribuciones en especie en especie por kilometraje. Con estas cifras, y teniendo en cuenta que la ocupación media es de 1,67 pasajeros por trayecto, el cobro efectivo que recauda cada conductor es de 8,7 céntimos por kilómetro, según BlaBlaCar.

La empresa reveló que, según un informe encargado por la firma a la consultora Roland Berger, que el 98% de sus usuarios hace menos de dos viajes al mes, por lo que más del 90% de los particulares que publicaron viajes en los últimos 12 meses ingresaron menos de 50 euros mensuales. En esa cifra están incluidos otro 40% de los usuarios que ni siquiera han llevado viajeros en el último año.

Jaime Rodríguez, director general de BlaBlaCar España, (en primer plano), en un momento del juicio.
Jaime Rodríguez, director general de BlaBlaCar España, (en primer plano), en un momento del juicio.R. M.

Por ello, han pedido al juez Andrés Magro que no aplique ninguna medida cautelar puesto que al no existir ánimo de lucro en los usuarios, la actividad es legal de acuerdo con el artículo 101 de Ley de Ordenación del Transporte Terrestre que permite compartir gastos de viaje y no los considera retribución. Tampoco es posible aumentar el número de pasajeros puesto que BlaBlaCar limita en España a cuatro el número de pasajeros.

Contrariamente, Confebus presentó otro informe, realizado entre julio de 2014 y abril de 2015, y una investigación de una agencia de detectives, por los que, en su opinión, se constata, que BlaBlaCar funciona como una empresa encubierta de transporte por carretera, que se hace cargo de los seguros de los conductores a través de AXA, cobra comisiones de cada pasajero e incluso defiende a los usuarios que han sido investigados por los servicios de inspección del Ministerio de Fomento.

En este sentido, Joaquín Tarazaga, secretario general de Confebus, declaró ante el juez que la incidencia de la actividad de BlaBlaCar suponía ya una competencia desleal de aproximadamente un tercio de la actividad de los asociados a la patronal. Así, según el estudio encargado por Confebus, todos los viernes la plataforma online ofertaba 2.162 plazas frente a las 6.812 de las empresas de autocares, lo que supone un 32% de impacto en el mercado. Aseguró que en algunos trayectos, como Madrid-Valencia o Madrid-Sevilla, las plazas de BlaBlaCar suponían más del 40%v de las ofertadas por las empresas con licencia de transporte.

Confebus también consignó que BlaBlaCar supone un peligro de inseguridad para los viajeros, al no detentar los permisos ni los seguros de una actividad profesional y aportó documentos que, según su defensa, demuestran que algunos conductores de la plataforma tienen a BlaBlaCar como principal actividad profesional. Asimismo, acusó a BlaBlaCar de ejercer como empresa de transporte sin licencia ya que, a diferencia de otras plataformas como Amovens, cobra una comisión del 10% por cada viajero transportado.

En su defensa, BlaBlaCar apuntó ante el juez las medidas de control que realiza para evitar el fraude del que le acusa Confebus, a través de 60 empleados que vigilan cualquier comportamiento anómalo y expulsan a los conductores que infringen las normas, e indicó que, según sus informes, la actividad de sus usuarios apenas supone un 0,3% de la que mueven las empresas de autocares.

El juez Andrés Magro, que es el mismo que decidió la suspensión de Uber, la plataforma de transporte de viajeros urbano, debe decidir en los próximos días si acuerda la suspensión cautelar de BlaBlaCar, aunque paralelamente se iniciará un juicio para decidir sobre el fondo del asunto. A diferencia de lo que ocurrió con Uber, este es el primer juicio al que se enfrenta BlaBlaCar, pese a que opera en 19 países.

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Sobre la firma

Ramón Muñoz
Es periodista de la sección de Economía, especializado en Telecomunicaciones y Transporte. Ha desarrollado su carrera en varios medios como Europa Press, El Mundo y ahora EL PAÍS. Es también autor del libro 'España, destino Tercer Mundo'.

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