El giro en la política cambiaria china siembra dudas en los mercados
Los inversores temen que la nueva devaluación encierre un problema de calado en la economía china
Pekín mueve ficha por segundo día consecutivo. La moneda china, el yuan, volvió a perder terreno este miércoles frente al dólar estadounidense después de que las autoridades del gigante asiático sorprendiesen a expertos y mercados con un nuevo sistema para determinar el tipo de cambio y llevara a cabo la segunda fase de la mayor devaluación de su divisa en más de dos décadas. En un movimiento similar al acometido el martes, el banco central de la segunda economía mundial volvió a depreciar un 1,62% su moneda, que se deja ya un 2,8% frente a la moneda estadounidense en dos días. Las principales Bolsas europeas reaccionaron a este nuevo movimiento de las autoridades chinas con bajadas que van desde el 1,4% de Londres al 3,4% de París.
Los esfuerzos del Banco Popular de China por justificar un movimiento que, a su juicio, facilitará que el valor del yuan lo decida el mercado fueron en vano. Los inversores asiáticos y europeos respondieron este miércoles con serias dudas a una medida que denota la preocupación de Pekín por el cada vez menor ritmo de crecimiento de su economía. A ese factor, no menor en una economía que empieza a disputar el cetro mundial a Estados Unidos, hay que sumar el impacto que la nueva devaluación tendrá sobre las cuentas de resultados de las empresas que tienen a China como uno de sus mercados de referencia.
Los parqués de la región cerraron, mayoritariamente, con pérdidas después de que se conociese la decisión del banco central chino: Tokio cedió un 1,58%, Sídney un 1,66%, Seúl se dejó un 0,56% y Shanghái, pese a seguir intervenida por el Gobierno, cayó un 1,06%. Pero el verdadero terremoto bursátil se produjo, por segundo día consecutivo, en Europa: París se dejó un 3,4%, Fráncfort cayó un 3,27%, Madrid retrocedió un 2,44% y Londres, un 1,4%. Entre las empresas más castigadas este miércoles en el parqué español destacan tres por su exposición a China: Acerinox, ArcelorMittal, e Inditex; informa Álvaro Sánchez.
Más allá de la repercusión comercial y empresarial directa —exportaciones chinas más baratas, importaciones más caras y penalización sobre la repatriación de los beneficios cosechados en el país asiático—, a los mercados les inquieta que la depreciación del yuan pueda alargarse en el tiempo, con su consiguiente efecto negativo sobre la salida de capitales y su potencial para desatar una temida guerra de divisas en todo el mundo.
Hasta el martes, la tasa de referencia diaria del yuan —desde la cual su cotización solamente puede subir o bajar un máximo del 2% por sesión— se establecía sin un patrón específico. Ahora, se obtiene teniendo en cuenta un ramillete de factores: el cierre de la jornada anterior, la oferta y la demanda del mercado y la variación de precios de otras monedas internacionales. Así, si el valor del yuan continúa cayendo, el banco central seguirá rebajando la tasa de referencia hasta que se alcance un punto de equilibrio.
China justifica este cambio en el sistema de cálculo en que el valor del yuan “no es totalmente coherente con las expectativas del mercado”. En otras palabras: Pekín considera que su moneda es demasiado fuerte respecto a otras divisas, entre ellas las de sus principales competidores (el yen japonés o el won surcoreano) y la de su principal socio comercial, el euro. Y esta fortaleza se ha convertido en un importante lastre para sus exportaciones, que caen un 7,3% desde enero.
Férreo control
Pese a los cambios, Pekín sigue ejerciendo un férreo control de los movimientos de capitales y, en caso de bache, podría compensar estas salidas con recortes adicionales del coeficiente de caja de los bancos del país. Este miércoles, poco antes del cierre de la sesión en China, las autoridades dieron buena cuenta de su poder de intervención al actuar para evitar el desplome del yuan frente al dólar. La consigna parece clara: depreciación sí, pero limitada.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha seguido este miércoles los pasos de la Comisión Europea, que el día anterior alabó la primera devaluación del yuan, y aplaudió el nuevo movimiento del Banco Popular de China. El organismo dirigido por Chistine Lagarde valoró positivamente la decisión del Banco Popular chino de reformar el sistema de cálculo del tipo de cambio y lo calificó de “paso bienvenido”. Su toma de posición en este asunto es especilmente importante porque el Fondo tiene la última palabra sobre la inclusión o no del yuan en la cesta de monedas mundiales de referencia, que sirve de base para calcular los derechos especiales de giro (SDR por sus siglas en inglés). Esta es una de las grandes aspiraciones que Pekín persigue con los cambios introducidos ayer.
La agencia de calificación estadounidense Standard & Poor's también se apresuró a respaldar una medida que, a su juicio, redundará en “mayor flexibilidad” en el país asiático.
Menos optimistas se muestra la mayoría de analistas especializados en divisas, que han exhibido este miércoles su “sorpresa” por la nueva devaluación. Juan Ignacio Crespo, estadístico del Estado y autor de Como acabar de una vez por todas con los mercados, alerta de la salida de divisas de China, acelerada por los bandazos de su autoridad monetaria. “Los que tienen yuanes se van a desprender de ellos a todo correr; se acelerará la salida de capitales del país y su economía corre riesgo de entrar en un círculo vicioso”, apunta por teléfono. De la misma opinión es Lei Mao, profesor de la Universidad de Warwick, que apunta un factor fundamental en los círculos financieros: la desconfianza que genera una devaluación en dos etapas. “¿Quién se cree que no pueda haber más?”, se pregunta Crespo. “Las autoridades chinas se han metido en un lío”.
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