“Nuestro crecimiento viene de ‘robar’ clientes a la competencia”
Carlos March Delgado y Juan March de la Lastra, padre e hijo, protagonizan el relevo en la cúpula de la Banca March
El próximo miércoles 22 de julio Juan March de la Lastra tomará el relevo de su padre, Carlos March Delgado, en la presidencia de la Banca March, la entidad que hace 89 años creara el fundador de la estirpe, Juan March Ordinas. "Es un cambio meditado", asegura Carlos March, el último banquero que queda de la transición. En agosto cumplirá 70 años, 41 de los cuales al frente del banco, los mismos que tiene su primogénito y sucesor. En una entrevista con EL PAÍS en la sede madrileña de la entidad, explica que "se trata de una evolución normal; esto es un banco familiar, que ha consolidado un modelo y Juan se ha preparado a conciencia".
Todo queda en familia. Es la cuarta generación que llega a la cúpula del grupo, en el que el 100% del capital está repartido entre los cuatro hermanos de la tercera: Juan y Carlos, que tienen el 34,44% cada uno, y Gloria y Leonor, con el 15,56% cada una. Los cuatro tienen un pacto a 10 años renovable de manera que el que quiera vender puede hacerlo al resto a un precio establecido. Eso fue lo que pasó en los años sesenta cuando Juan March Servera, el padre de los actuales propietarios, compró a su hermano Bartolomé su parte. Carlos seguirá de consejero, así como de vicepresidente de la Fundación March que preside el hermano mayor, Juan.
“Los políticos no invierten en educación porque no da votos”
En la primera entrevista que conceden (y rompen su aversión al protagonismo mediático) muestran una cara afable, de gente cultivada que sabe moverse por las altas esferas. Quizá esa situación privilegiada permite a Carlos March transmitir autoridad cuando habla de la competencia, aborda cuestiones políticas o rememora la transición, en la que fue testigo de excepción, participando en la financiación de partidos políticos, en la construcción del país y en el desarrollo de su grupo. Fue una época en la que hizo amigos en las finanzas y en la política, entre ellos Felipe González, por el que se le notan preferencias frente a otros gobernantes ("aunque no coincida con él en un 80%"). Una muestra clara de que el poder económico no está casado con la política: su abuelo fue encarcelado en la II República y financió a Franco; él, a izquierdas y derechas sin mirar el ideario.
A los dos March se les nota entusiasmados con la evolución del banco, que salió el primero de Europa en los test de estrés de solvencia y al que recientemente la agencia Moody's le ha elevado dos puntos su calificación, uno por encima del Reino de España. Es un banco especial que, salvo en su tierra natal, Baleares, y algo en Canarias, donde compiten como banco universal, se centra en la banca privada y en la gestión de patrimonios de empresas y personas (entre 300.000 euros y 1,5 millones), a los que, además, ofrece asesoramiento.
“Ahora ya hay espíritu crítico en el país y, por eso, hay gente indignada”
Y parece que la crisis ha sonreído a los más poderosos, porque a la Banca March le ha ido mejor que bien, con crecimientos por encima del 20%, incluso en los peores años (el último ejercicio, el 26%). Su cartera de clientes es de 16.688 millones de euros en banca privada y de 12.638 millones en banca de empresas a marzo de 2015, lo que supone un aumento del 18,9% y del 13,1%, respectivamente, con un resultado atribuido de 44 millones (un 12,5% de crecimiento).
"Nuestro crecimiento viene más de robar clientes a la competencia que de generación de riqueza. Vienen insatisfechos de otros bancos. La causa principal es que tenemos un modelo muy definido y una alta imagen de solvencia", explica Carlos March, que abunda sobre el modelo después de recordar que la entidad se aventuró en el antiguo Banco Hispano y, posteriormente, con la compra del Urquijo. "Nos pilló la crisis de los noventa, nos fue mal y decidimos vender porque era un lío tener varios bancos al tiempo. Recuperamos el dinero, pero perdimos independencia, que es lo que a mí me obsesiona", destaca.
Ni ventas ni fusiones
"Vimos que había que especializarse. De lo contrario, teníamos que meternos en fusiones para ser más grandes y poder competir". Pero los March no están dispuestos ni a vender ni a fusionarse. "Por eso optamos por un modelo centrado, más que en los márgenes, en la prestación de servicio para un determinado colectivo de clientes en el que los bancos muy grandes les cuesta mucho trabajo meterse", relata el padre. Es decir, un segmento para rentas altas basado en la fortaleza y en la prudencia. "La crisis y el acierto del modelo nos dieron la oportunidad de ser un banco diferente en un mercado relativamente pequeño", añade el hijo. Aunque el padre matiza: "Pero, ojo, la crisis, aunque nos haya brindado esa oportunidad, nos ha costado mucho dinero y nos ha forzado a convencernos de que teníamos que ir a por ese mercado especializado".
“No hemos tenido que vender preferentes u otros productos complejos”
También influye, a su juicio, el gobierno corporativo, en el que se ha preocupado en fichar a consejeros "realmente independientes y no dependientes del presidente, por imperativo kantiano", ironiza. Hay otros seis dominicales (de la familia) y cuatro ejecutivos. "El gobierno corporativo es un proceso de crítica y autocrítica, aunque sea antipático, y una empresa moderna que no tenga contraste de pareceres no avanza; en España hay muy pocas empresas que tengan un gobierno corporativo de verdad", apunta Carlos March en referencia a los competidores. "Es clave, pero tienes que tener la voluntad de quererlo hacer. Si no, nombras a un amiguete de independiente y ya está", dispara.
La cultura de la Banca March viene de lejos. "Somos un banco familiar con una visión de generación de valor a largo plazo, lo que hace que los clientes vean que corremos riesgos, que tenemos mucho que ver con ellos y que somos diferentes a otros bancos", dice Juan. Según padre e hijo, esa cultura "da solidez". "Si trabajas con seriedad es más rentable que hacer operaciones especulativas y pegar un pelotazo. Eso nos hace más creíbles", afirma el padre, que enfatiza con sarcasmo: "Hemos sido siempre prudentes, nos hemos financiado con recursos propios y no hemos tenido que vender preferentes u otros productos complejos".
Apuesta por la coinversión
Una de las claves del éxito de la Banca March es la coinversión, que consiste en que el banco ofrece al cliente la posibilidad de invertir en los mismos proyectos que los accionistas del banco, algo que no hace ninguna otra entidad en España. El vehículo con el que cuenta es la sicav Torrenova, la mayor de España, con más de 5.000 clientes y 1.200 millones de patrimonio. "Eso se debe a que es abierta y conservadora. Nos comprometemos a sacar dos puntos a la inflación", dice Juan. Pero el que quiera arriesgar más tiene otras dos sicav: Lluch, con la que intenta batir el mercado, y Bellver, que es intermedia.
“La reestructuración financiera fue un auténtico escándalo, aunque inevitable”
"No invertimos en compañías que no podamos vender en menos de un día", prosiguen. Es una especie de capital riesgo conservador en la que los clientes aportan una tercera parte de las inversiones. "El objetivo es el crecimiento de accionistas, empleados y clientes. Queremos que los clientes se sientan partícipes de la misma inquietud que los accionistas y que los empleados se impliquen", amplía el nuevo presidente.
Estas inversiones van en paralelo al brazo inversor del grupo, la Corporación Financiera Alba, el mayor holding de España que copreside Carlos March con su hermano Juan. Alba, que cotiza en Bolsa y en la que la familia controla el 66%, mantiene inversiones en una veintena de empresas con vocación de permanencia, entre ellas ACS, Acerinox, Indra y Ebro.
Carlos March también opina sobre la reestructuración financiera. "Ha sido un auténtico escándalo", prorrumpe. "Le echan la culpa a los bancos de la crisis de las cajas. Los bancos lo hemos hecho mal o bien, pero lo han pagado los accionistas; sin embargo, la crisis de las cajas la hemos pagado la sociedad y, además, los bancos a través del Fondo de Garantía de Depósitos", incide. Pero piensa que la solución era la única posible. "Las cajas llegaron a esa situación por el poder político en gran parte, aunque hubo cajas ejemplares, que son las que han quedado [ahora convertidas en bancos],las demás eran nidos de corrupción política. De una corrupción disimulada", concluye.
“Lo mejor de la crisis es que ha destapado la corrupción”
La conversación con los March, padre e hijo, transcurre de la banca a la actualidad, de sus aficiones (comparten la pasión por el arte y el banco) a sus pasos por universidades públicas (Carlos March sacó 23 matrículas de honor de 25 en Derecho de la Complutense), de España a Europa, de la crítica a las propuestas...
Sobre la salida de la crisis tienen muy claro que “no se pueden echar las campanas al vuelo, porque tenemos una deuda del 100% del PIB y un paro insostenible. El modelo español no funciona. Cuando hay empleo, lo hay en el ladrillo”, resalta Carlos March. Luego mete el dedo en el ojo en algo que es una constante: “No tenemos sistema educativo, que es la solución, porque los políticos no invierten en educación porque no es rentable, porque no da votos”. Para ellos, el modelo productivo pasa por “una mayor conexión entre Universidad y empresa y sector público con el privado, que es inexistente”.
No obstante, destacan que la crisis ha dejado cosas positivas como que las empresas han aprendido a ser competitivas (“se ha visto un dinamismo que era desconocido”). Pero quizá “lo mejor de la crisis es que ha destapado la corrupción”, materia en la que “los Gobiernos no han estado a la altura”. “Ahora, digo yo que los partidos se financiarán con más cuidado y los empresarios incompetentes y corruptos serán menos”, incide Carlos March. “¿Quién es más corrupto, el que cobra o el que monta una red clientelar para conseguir más votos?, ¿qué es mejor hacer una autopista o invertir en la universidad, el eje del Mediterráneo o que los niños tengan más ordenadores y los profesores estén más preparados? Yo pago mis impuestos para que sean progresivos, que se administre de forma correcta, que se gaste en educación o en ambulatorios; no en ahorrar dos minutos de AVE para ir a Valladolid. Faltan prioridades. El país se da cuenta de que le cuentan milongas. Pero ahora ya hay espíritu crítico y, por eso, hay gente indignada”, se explaya.
“Esperemos que la sociedad civil sea lo suficientemente potente como para imponerse porque nos queda mucho camino para colmar la diferencia con los países más avanzados. Tiene que haber más tranquilidad [lo repite tres veces] en la política y en los comportamientos sociales. Intentar que izquierdas y derechas sean lo más moderadas posible”. Y sugiere pactos: “¿Cómo una reforma educativa no se va a hacer por consenso? Como no haya un proyecto país a largo plazo en cuatro años no transformas nada”. Cree que la crisis ha hecho más Europa, pero que “su única salvación es la federalización”.
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