Fundaciones atentas a la cuenta de resultados
La caída de las subvenciones y donaciones hace que estas organizaciones busquen sobrevivir con un enfoque de gestión más empresarial
Delícies de Berguedà, situada en el municipio barcelonés de Cercs, produce y distribuye yogures en hoteles y establecimientos gourmet. Lo hace gracias al trabajo de jóvenes que combinan algún tipo de adicción con un transtorno mental. Sin salir de la capital catalana, Hábitat 3 conecta propietarios de viviendas vacías con personas que necesitan acceder a un alquiler social. Son solo dos ejemplos de nuevas fundaciones que han nacido con una clara vocación de autofinanciación en un entorno en donde las subvenciones y la generosidad de los donativos particulares se han desplomado.
En España hay registradas 13.797 fundaciones, pero de manera efectiva trabajan algo menos de 9.000 y de ellas, sólo 5.500 crean empleo. Dentro de las nacidas desde la iniciativa privada se distingue un gran grupo que tienen como raíz el patrimonio del fundador, como la Ramón Areces, Barrié de la Maza, Rafael del Pino, Juan March, Botín o Germán Sánchez Ruipérez, por citar las mayores. En otro bloque estarían las que tienen un perfil de empresa, como la de La Caixa (la más grande del país), Telefónica, Iberdrola, Santander, BBVA o Mahou. También están las que tienen su origen en otras instituciones (léase la de la CEOE o las Universidades). Otras se vuelcan a un sector concreto, como las sanitarias (con su vertiente de gestión hospitalaria, como la Jiménez Díaz, o de investigación médica). Todas tienen mucho en común: son organizaciones sin ánimo de lucro por voluntad de sus creadores y tienen comprometido su patrimonio para fines de interés general. A cambio se benefician de importantes reducciones fiscales, como la exención en el Impuesto de Patrimonio, y Sucesiones y Donaciones. Si se acogen a un régimen especial tampoco están obligadas a abonar Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales. Pueden estar exentas del IBI, del IAE y del impuesto que grava el incremento del valor de los terrenos de naturaleza urbana. Con la entrada en vigor de la última reforma del Impuesto de Sociedades, este año además se ha incrementado el porcentaje de deducciones aplicables por los donativos que reciben. Pese a todo, están muy lejos de gozar de la fiscalidad de países como Francia u Holanda, una reclamación histórica de la asociación que las agrupa, AEF. “Fortaleciendo las fundaciones se fortalece la sociedad civil”, resume su presidente, Javier Nadal.Los activos de las fundaciones llevan años en declive después de alcanzar un techo en 2009 cifrado en 23.900 millones. En los tres años siguientes perdieron 2.177 millones en ingresos y sólo redujeron gastos en 581 millones. “Eso significa que se están comiendo su activo. Nosotros trabajamos para que se profesionalicen, y si lo necesitan, que se fusionen. A cada euro hay que sacarle lo máximo posible de forma eficiente”. Nadal habla de que el enfoque de gestión está cambiando, algo que comparten otros expertos. “Una fundación sin mentalidad empresarial o es pública o es de un partido político”, resume Ramón Pérez Lucena, abogado especializado en fundaciones. “Estas organizaciones pueden y deben obtener ingresos por sus actividades. No se identifican con la gratuidad de sus prestaciones, como si en una clínica no se pudiera cobrar, o una universidad no pasase sus cuotas, o una residencia de mayores tuviera que atender gratis a sus usuarios”.
Lo que no ha cambiado son las barreras de acceso a su información contable: el Gobierno no ha habilitado el registro centralizado pese a que la ley lo estipula. Así que para saber de forma individual cuánto ingresan o qué deuda tienen, hay que dirigirse a más de medio centenar de protectorados dispersos por ministerios y comunidades autónomas, algo que, para los expertos, introduce una opacidad que puede resultar perniciosa.
falta de formación
La labor social sin pedir nada a cambio está dejando de ser el común denominador, al menos de una parte de ellas. Alberto Fernández Terricabras, profesor del IESE, habla de esa corriente de “empresarializar” proyectos sociales e identifica una resistencia natural a enfocar los proyectos desde el punto de vista de la gestión, ya sea por falta de formación o por una vocación poco mercantilista de los patronos. También ve que afloran nuevas iniciativas. “Uno de los grandes ámbitos de creación de fundaciones está en la salud. Ya sea porque cada vez hay más gente mayor o desde el punto de vista de curación de enfermedades. También estoy viendo muchos proyectos en producción ecológica y temas relacionados con la agricultura y el reciclaje”.
Los nuevos proyectos tienen otro denominador común: la tecnología. En Ship2B, una fundación que a la vez es aceleradora de proyectos de economía social, buscan planes que se puedan autofinanciar dentro del mercado. Apoyan negocios diversos, como una plataforma online que permite intercambiar juguetes entre donantes y compradores u otra de ofertas y servicios en turismo accesible. Clara Navarro, una de sus fundadoras, cree que a veces ese enfoque empresarial no es fácil de aplicar, “porque el propio equipo no tiene background de negocio. Hay otros problemas, como las dificultades para atraer el talento del mundo empresarial, porque los sueldos suelen ser inferiores. Trabajamos con inversores, queremos que su participación en proyectos sociales no la vean ni como un donativo ni como una inversión para forrarse, es un camino intermedio”.
Para Catalina Parra, presidenta y cofundadora de Fundación Hazloposible (cuya actividad genera un 70% de sus recursos), es una tendencia inevitable. “Las fundaciones son conscientes de que tienen que autogenerar recursos, pero algunas están perdidas. Tienen que pensar qué tienen, qué pueden ofrecer para que alguien pague por ello. Hay fundaciones como Ilunion (de la ONCE), que lo tienen perfectamente interiorizado”.
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