Un peso difícil de quitar
La deuda pública se ha triplicado con la crisis; la solución es incentivar la demanda
El nivel de endeudamiento acumulado por la economía española es uno de los obstáculos más importantes a la definitiva normalización de su funcionamiento. Las restricciones que impone son muy distintas ya sean de origen privado o público. Al inicio de la crisis, al final de 2007, la deuda de las familias y empresas españolas era de las más elevadas de Europa; la de naturaleza pública era de las más bajas de las economías avanzadas. La deuda privada apenas se ha reducido en estos años, a pesar de los esfuerzos realizados por empresas y familias; la deuda pública se ha triplicado prácticamente. Los datos conocidos esta semana señalan un nuevo máximo histórico, con mas del billón de euros. En la evolución de ambas las consecuencias de las políticas económicas adoptadas en la gestión de la crisis no han hecho sino empeorar notablemente la situación de partida.
El aumento de la deuda pública, tanto en términos absolutos, como en relación al PIB, no es exclusivo de la economía española. En la mayoría de las economías avanzadas la caída en la recaudación impositiva ha sido el principal factor explicativo de la ampliación de los déficit públicos y del correspondiente volumen de deuda pública. En España, a diciembre de 2007 esa deuda pública era del 36% del PIB, y coexistía con un superávit presupuestario del 2% del PIB. Ahora, las propias finanzas públicas sufren las consecuencias del carácter procíclico de las políticas fiscales adoptadas a partir de mayo de 2010 en la eurozona, al tiempo que los agentes privados encuentran dificultades no solo para refinanciar sus deudas, sino para reducirlas. Y, desde luego, las decisiones de gasto de las familias y de inversión de las empresas siguen manifiestamente inhibidas por ese nivel de endeudamiento y el costoso desapalancamiento. En la medida en que la mayor parte de esa deuda privada tiene como acreedores a los bancos españoles, el mantenimiento de la morosidad en cotas relativamente elevadas, aun cuando vaya cediendo gradualmente, no será precisamente un incentivo a renovar la oferta de crédito más allá de los prestatarios de mayor solvencia, de menor ponderación en el conjunto de activos de riesgo.
Un círculo vicioso que ha estado vigente durante los últimos años, pero que todavía hoy no esta completamente desactivado. En realidad, la digestión de ese elevado endeudamiento se ve seriamente dificultada por la persistencia de ritmos muy bajos de crecimiento de los precios: por las amenazas de deflación que ya son visibles en economías de la eurozona. la española, sin ir mas lejos.
Frente a alternativas radicales, la única vía de escape de ese bucle, de atención de la deuda en los términos en que haya sido contratada, es el aumento de la demanda agregada en la eurozona. Ello significa hoy dejar trabajar al BCE en la concreción de sus propósitos de intensificación de la liquidez. Pero la acción tardía del BCE puede no ser suficiente. Por eso es de todo punto necesario que se concreten planes de inversión paneuropeos que fortaleciendo la demanda agregada lo hagan con las expectativas hoy deprimidas de familias y empresas. Sin crecimiento no se pagan las deudas, por bajos que sean los tipos de interés. Y si no se pagan las deudas, algunos de los aprobados en los exámenes de salud bancaria podrían tornarse nuevos suspensos.
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