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Tribuna
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Un buen amigo y leal competidor

Desde el profundo dolor por la súbita muerte de mi gran y admirado amigo Emilio Botín, escribo estas líneas para intentar glosar su enorme dimensión humana y profesional.

Emilio Botín ha sido un hombre excepcional, dotado de una gran intuición, que ha apoyado su desarrollo personal y el progreso del Banco Santander en el intenso esfuerzo diario, en la voluntad por aprender y mejorar día tras día, en una definición clara de los objetivos, en la adopción de la estrategia adecuada y en saberse rodear del mejor equipo, pensando siempre que no solo trabajaba para él y para el banco, sino también para los empleados, los clientes y los accionistas de la entidad que presidía.

Sin duda, Emilio Botín deja un proyecto consolidado: un gran banco, líder europeo y mundial, ejemplo de eficacia, dinamismo y solvencia, que ha elevado la imagen y el prestigio de España en el mundo, algo que ha supuesto un gran empuje para el país en estos años de severa crisis que nos ha tocado vivir. Una entidad tan potente como la que ha forjado a lo largo de su vida, y su liderazgo emprendedor y entusiasta, han contribuido decisivamente a que el país no sucumbiera en el desánimo y mantuviera en todo momento la confianza en el futuro. El Banco Santander, bajo su presidencia, ha estado en todo momento al servicio de la economía española y de sus instituciones, un hecho que también hay que agradecerle. Al mismo tiempo, ha sabido también ver y comprender las oportunidades que presentaba el mercado global para consolidar el progreso de la entidad.

Audaz, emprendedor, innovador, trabajador incansable, valiente… Son muchas las cualidades de su personalidad que me vienen la mente. Todas ellas son claves para explicar el éxito de su trayectoria bancaria, que rompió moldes y activó al máximo la competencia en el otrora anquilosado sector bancario. Sin ninguna duda, una figura clave en la reestructuración y modernización del sistema financiero español.

Asumió de manos de su padre, en 1986, la presidencia de Banco Santander, que por entonces era el más pequeño de los siete grandes bancos españoles, en el que ya ejercía como director general desde 1964. Supo pilotarlo con éxito, y hasta tal punto que salió fortalecido de la crisis bancaria de los años ochenta y noventa del siglo pasado con la compra de tres de sus grandes competidores: los bancos Central e Hispano, ya fusionados por entonces, y Banesto, creando con todos ellos el que ahora es el principal grupo bancario español, y estableciendo una sólida base interna que luego le permitió su progresiva —y también enérgica— expansión internacional. Hoy, gracias a la formidable capacidad de iniciativa de Emilio Botín, su banco no sólo es el primero de la zona euro, sino que también tiene una amplia presencia en toda Latinoamérica.

Emilio Botín ha sido un ejemplo extraordinario de cómo desde el tesón, el esfuerzo creativo y las nuevas ideas es posible modernizar el modelo de banca y crear un grupo de referencia a nivel mundial. A lo largo de su larga y fructífera trayectoria profesional, ha demostrado una asombrosa intuición, apoyada en su amplia experiencia y preparación, para estar siempre a la vanguardia de los movimientos financieros internacionales. Tanto es así, que su contribución al desarrollo financiero internacional le ha llevado a extender su forma de hacer banca a otros continentes de una forma eficaz, gracias a su continua capacidad para hacer aflorar el talento.

Compartí con Emilio Botín su preocupación y su constante inquietud por la generación de talento y por la adecuada preparación de los ejecutivos y profesionales, no sólo del sector financiero, sino también del conjunto de la economía. No en vano, cuanta más excelencia directiva tengamos en el país, más fácil será afrontar con éxito los difíciles retos que se nos presentan.

La preocupación de Emilio Botín por la generación de talento en España le llevó, precisamente, a prestar una especial atención a la universidad, tanto a través del banco como desde su fundación. Con frecuencia, nuestras conversaciones derivaban, de forma rápida e instintiva, desde aspectos concretos de negocio hacia cuestiones filantrópicas y de mayor alcance, relacionadas con las fundaciones que presidíamos. Coincidíamos en que la universidad debe liderar el gran paso adelante que necesita dar el modelo productivo español a través de la ciencia, la tecnología, el conocimiento y la innovación.

Emilio Botín y yo hemos sido buenos amigos, pero también grandes competidores, al servicio de nuestras respectivas entidades. No ocultaré que a lo largo de nuestra trayectoria profesional, a veces, hemos mantenido puntos de vista diferentes. Por eso me considero legitimado para destacar que, por encima de todo, pese a las discrepancias que hayamos podido tener, ha sido siempre un hombre honesto, fiel a su palabra y a sus compromisos.

Le echaré de menos porque, para mí, además de un buen amigo y de un competidor leal, ha sido siempre una referencia y un estímulo en el camino hacia la excelencia humana y profesional que siempre todos debemos buscar.

Hijo y nieto de banqueros, Emilio Botín supo forjarse un liderazgo indiscutible en el Banco Santander, así como en el conjunto de la banca, por sus propios méritos personales y profesionales. Deja un enorme vacío en el banco y en la sociedad española. En nombre del grupo La Caixa, quiero expresar mi más sincero pésame a su familia y a todos los empleados del Banco Santander, y compartir con ellos una pérdida y un dolor que siento como propios.

Isidro Fainé es presidente del Grupo La Caixa.

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