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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Automoción activa

El sector español del motor recupera el brío, pero siguen siendo necesarios cambios en la industria

El sector del automóvil ocupa una posición destacada en la economía española. Sus principales credenciales, aunque no las únicas, son una contribución al PIB en el entorno del 10%, y una participación de más del 15% en las exportaciones totales de mercancías. En realidad, casi el 90% de esa producción se dedica a la exportación, con las principales economías europeas entre los primeros destinos. Si se contrastan las cifras en el ámbito internacional también el resultado es favorable: España es el segundo fabricante de automóviles de Europa y el primero de vehículos industriales.

Dentro de ese sector no puede minimizarse el peso de las empresas fabricantes de componentes, con algunas de sus compañías situadas entre las principales suministradoras del mundo, con amplia diversificación internacional, y con importantes contribuciones en capítulos tan sensibles como las inversiones en investigación y desarrollo.

Los datos correspondientes a la primera mitad de este año son muy favorables, con una recuperación gradual hacia los niveles de producción previos a la crisis. Hasta el pasado junio la producción creció un 12%, hasta casi 1,3 millones de unidades. Al aumento de las exportaciones en esos seis primeros meses, en un 10%, hay que añadir el de las ventas nacionales (las matriculaciones han crecido un 17% en el primer semestre), amparadas en la continuidad del apoyo público constituido por el Plan PIVE, ya en su sexta edición. Y eso que solo una parte mínima de la producción nacional acaba satisfaciendo la demanda interna, ya que los españoles prefieren vehículos extranjeros.

Así, la contrapartida a ese dinamismo en la producción y exportación de automóviles es el aumento de las importaciones tanto de componentes como de unidades finales. En el pasado junio esas compras de vehículos y componentes aumentaron un 25%.

Ese balance inequívocamente favorable no garantiza su continuidad. A pesar del ajuste salarial en el que el sector ha basado parte de sus ganancias de competitividad, algunos costes, como el de la energía de forma destacada, se mantienen por encima de otros países competidores. A esos factores de oferta hay que incorporar las dudas acerca de la continuidad de la demanda exterior, condicionada por la debilidad de los mercados europeos, los principales entre esos 130 destinos a los que van las exportaciones de autos españoles. Pero también la de la demanda nacional, no tan estrechamente vinculada a subsidios de los contribuyentes como a la confianza en el asentamiento de una recuperación del crecimiento y del empleo, todavía muy vulnerable.

Sería aconsejable que en todos los subsectores, y más en aquellos donde la atomización empresarial es mayor, aumentara la dimensión media de las empresas. Las exigencias de unos mercados cada día más competitivos reclaman generar economías de escala en ámbitos sensibles como las inversiones en nuevas tecnologías o la consolidación de los destinos de producción y comercialización en el exterior. En la tendencia observada de mayor integración no conviene que queden aisladas las empresas españolas. Por eso, tan importante como reclamar apoyos de los contribuyentes sería que los propios empresarios destinaran más esfuerzos a la adaptación estratégica que llevan a cabo los operadores más dinámicos de este sector.

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