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“Ya no es el momento de hacer recortes excesivos y agresivos”

El comisario europeo dice que la recuperación “acumula ya varios trimestres” El vicepresidente económico de la CE aboga por reformas fiscales que favorezcan el crecimiento

Claudi Pérez
Olli Rehn, vicepresidente económico de la Comisión Europea.
Olli Rehn, vicepresidente económico de la Comisión Europea.Peter Morrison (AP)

No parece preocupado por su imagen en los libros de historia, porque dice que habrá al menos dos versiones al respecto: “En el Norte seré un blando; en Sur, el príncipe del rigor”. Olli Rehn (Mikkeli, Finlandia, 1962) detesta esa fractura Norte-Sur que parte en dos la UE, y en esta entrevista con cinco diarios europeos —entre ellos EL PAÍS— reivindica su legado a una semana de dejar su puesto como vicepresidente de Asuntos Económicos de la Comisión, desde el que ha gestionado la peor crisis en décadas. Rehn, que desde el martes se sentará en la bancada liberal de la Eurocámara, es uno de los grandes responsables de una respuesta discutible por parte de las instituciones: a la postre, Europa ha salido del túnel con más retraso y más sufrimiento que otras áreas económicas, capaces de aplicar políticas económicas menos ortodoxas (EE UU, Reino Unido y Japón), pero también con una gobernanza menos endiablada que la europea.

Seguimos necesitando consolidación fiscal y reformas, pero también inversiones”

Distendido y amabilísimo siempre, apenas hay asomo de mea culpa en su discurso, como no lo hay en el de su jefe, José Manuel Barroso. Rehn subraya que el euro sigue ahí “pese al tropel de profetas que auguraban su ruptura”, y destaca que la recuperación “acumula ya varios trimestres, aunque sea moderada y frágil”. Si acaso, achaca a “problemas de comunicación” su fama de rigorista y el hecho de que, junto con las reformas y recortes, no haya habido inversión para reactivar el crecimiento y crear empleo. “Seguimos necesitando consolidación fiscal y reformas, pero también inversiones; se requiere consolidación presupuestaria, pero también crecimiento. Quizá debimos presionar más para activar la inversión. No hemos tenido éxito en eso. Pero nos pasamos años intentando que Alemania eleve la inversión pública y privada”.

Rehn apunta que el debate sobre la flexibilización del Pacto de Estabilidad “será clave” en los próximos tiempos

Rehn apunta que el debate sobre la flexibilización del Pacto de Estabilidad —la posibilidad de suavizar las reglas fiscales y el sacrosanto objetivo del 3% del PIB para el déficit— “será clave” en los próximos tiempos. Y frente a quienes opinan que exigió recortes excesivos, argumenta que aplicó “con flexibilidad”, “con habilidad e inteligencia” los márgenes de discrecionalidad del pacto fiscal: dio más tiempo a España, Francia y Holanda, por ejemplo.

Italia y Francia son las dos próximas paradas importantes de la crisis europea, que ha salido de la UVI pero está en la planta de crónicos. Con serios problemas a la vista, Roma y París quieren algo más de manga ancha para no ahogar sus economías con la misma camisa de fuerza fiscal que en su día se impuso a la periferia. De cómo se apliquen ahora en esos dos países las normas dependerá en parte la suerte de todo el continente, y Rehn es meridianamente claro en ambos casos. “Es importante que sigan haciendo ajustes”, dice, para después matizar lo suficiente como para detectar una inflexión en el discurso de Bruselas, que viene de lejos pero va cogiendo fuerza a medida que los grandes países presionan. “En Italia, como en otros casos, ya no es el momento de hacer recortes excesivos ni agresivos, aunque hay que seguir con la consolidación y las reformas para apuntalar la confianza. A la vez, estoy a favor de hacer inversiones con un enfoque europeo, a través del BEI y los fondos estructurales, y también con las nuevas políticas del BCE para desatascar el crédito; ojalá esas medidas de Fráncfort hubieran llegado dos años antes”.

Con una gestión más europea, menos intergubernamental, hubiéramos obtenido mejores resultados, menos dolor en las sociedades europeas en términos de desempleo”

Puede que la recesión haya acabado, pero la crisis va para largo, con secuelas como una baja inflación que complica todo el ajuste, y sobre todo con unos niveles de paro y unos volúmenes de deuda altos, y en algunos lugares insoportablemente altos. En el discurso institucional no hay referencias a la posibilidad de salir de ahí con inflación (anatema en Alemania) o reestructuración de deuda (anatema en el Norte). Así que solo queda crecer. “Necesitamos avances del PIB de al menos el 2% hasta el final de la década para reducir el paro y la deuda a niveles razonables”. Pero sus propios servicios vaticinan un crecimiento del 1,2% en 2014 y del 1,7% en 2015. Rehn vuelve una y otra vez al capítulo inversor y reformista: “Para reforzar la reactivación hay que hacer un esfuerzo con las inversiones, sin descuidar las reformas: con reformas fiscales que favorezcan el crecimiento, por ejemplo, como las que se están discutiendo en el Eurogrupo, que reduzcan la carga de impuestos que pagan los trabajadores”.

Por ahí asoma la cabeza España, uno de los países que más reformas ha hecho: desde 2010 hay varias rondas en el mercado laboral, en la banca, en las pensiones y la última, sobre el sistema impositivo. A Rehn no acaba de gustarle la reforma fiscal: “El problema es si va a permitir cumplir los objetivos de déficit”. Y todo apunta a que no, aunque ahí el vicepresidente dibuja un elegante pase de pecho: “Me temo que va a ser mi sustituto quien decida sobre este asunto”. Rehn añade una crítica más general: “Hay cosas positivas como la reducción en el impuesto sobre la renta a los trabajadores y la expansión de la base del impuesto de sociedades. Pero al mismo tiempo no se reducen las cotizaciones sociales a cambio de un incremento de los impuestos indirectos, como el IVA o los ambientales, en la línea de las recomendaciones de la Comisión”.

Necesitamos avances del PIB de al menos el 2% hasta el final de la década para reducir el paro y la deuda a niveles razonables”

España ha hecho tres reformas laborales en los últimos cuatro años y el paro está en el 26%. ¿No es ese un indicio de que a pesar de las políticas de oferta en las que se empeña Europa el continente tiene en realidad un problema distinto, de demanda y exceso de deuda? “Las reformas son condición necesaria pero no suficiente para el crecimiento y el empleo. En el caso español, con el ajuste hemos visto una mejora de la competitividad y de las exportaciones. Y la recuperación ha llegado, aunque no se refleje lo suficiente en el empleo”, responde echando balones fuera. Rehn, como Barroso, ve como gran culpable de lo sucedido al Banco de España: “Es evidente que hubo un fracaso en la supervisión bancaria. Pero había también otros problemas: la crisis española viene de una década de desequilibrios acumulados; también hubo fallos en la supervisión macroprudencial, con esa montaña de deuda”.

Los diplomáticos llevan semanas haciendo balance de la Comisión Barroso, que a grandes rasgos describen como sumida en una grave crisis de identidad, desbordada por la crisis económica, impotente ante la supremacía de Berlín y desautorizada por el resultado de las elecciones del 25 de mayo. Rehn echa la vista atrás y ofrece otro relato: “Con una gestión más europea, menos intergubernamental, hubiéramos obtenido mejores resultados, menos dolor en las sociedades europeas en términos de desempleo”. “Me hubiera gustado ver un gran bazuca europeo en la primavera de 2010, pero no pudo ser: los Gobiernos decidieron un fondo de rescate intergubernamental. Si en algo hemos fallado, lo justo es hablar de un error colectivo: la Europa del euro se construyó inicialmente como un poder débil, al que le faltaban parte de las herramientas de gestión de crisis. Estamos retocando el edificio, pero ese es un trabajo incompleto, inacabado”, cierra.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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