Inversión extranjera y sector energético en Latinoamérica
Las últimas décadas han consolidado el papel de América Latina en la geopolítica mundial. Un buen desempeño económico —una vez dejadas atrás las turbulencias económicas y financieras generadas por las crisis recurrentes— y el nuevo escenario político de estos países han posibilitado una mayor independencia política y económica de la región. Tras la crisis de los primeros años 2000, América Latina ha experimentado un significativo crecimiento, impulsado por el contexto mundial favorable y el alza en los precios de las materias primas. La tendencia expansiva tan solo se truncó en 2009 por los efectos de la crisis financiera internacional. Su impacto en la región, sin embargo, ha sido mucho menor que en crisis anteriores. La menor deuda externa de los países latinoamericanos y la acumulación de reservas internacionales en los años expansivos previos hicieron posible que, ya en 2010, la región recuperara ritmos de crecimiento notables.
Estas décadas han sido también las de la plena normalización de las relaciones entre España y Latinoamérica. La región ha pasado a ser fundamental para la política exterior española y España ha asumido un notable protagonismo en la ampliación y fortalecimiento de las relaciones entre Europa y América Latina, con un claro compromiso de favorecer la integración regional. La consolidación de las relaciones en el ámbito de la política exterior ha venido acompañada de unos crecientes flujos económicos (comerciales y, fundamentalmente, de inversión directa) y migratorios. Las empresas españolas se han convertido en agentes clave en las economías latinoamericanas y, en los últimos años, empresas de estos países están teniendo un papel muy relevante como inversoras en la economía española. Las inversiones de grupos latinoamericanos en el sector inmobiliario, financiero, infraestructuras, sector hotelero o sanitario de España han cobrado relevancia en estos años más recientes. Todo ello ha fortalecido los lazos económicos y sociales y la interdependencia entre ambos territorios.
El estudio Inversión extranjera y sector energético en Latinoamérica. Análisis e impacto económico, desarrollado por la Fundación para la Sostenibilidad Energética y Ambiental (Funseam), pone de manifiesto la relevancia de estas relaciones en ambos sentidos. Latinoamérica ha atraído un volumen muy importante de capitales del exterior (en 2011 absorbió el 7,5% de la inversión extranjera mundial) gracias, entre otros factores, a la existencia de recursos naturales y a la dimensión y potencial de sus economías. A estos aspectos cabe añadir la relevancia que tuvo la adopción de importantes reformas estructurales —promovidas por el denominado Consenso de Washington— conducentes a desregular y privatizar amplios sectores económicos considerados estratégicos y que estaban en manos de monopolios estatales. Esto se tradujo en un notable auge de la entrada de empresas extranjeras durante los años noventa y en una creciente relevancia de los flujos dirigidos a sectores como el financiero, las telecomunicaciones o la energía.
En este proceso, España ha jugado un papel clave. Latinoamérica ha tenido un peso preeminente como destino de la inversión española, llegando a suponer más del 50% del total en los años noventa. Y es que a los factores de atracción señalados, debe añadirse la proximidad cultural, la buena marcha de la economía española en ese momento, y la necesidad de aumentar el tamaño empresarial para ser competitivos en un entorno crecientemente globalizado, facilitado por la mayor capacidad de endeudamiento tras la introducción del euro y la reducción de los tipos de interés.
La inversión extranjera ha permitido aumentar el grado de capitalización de las economías receptoras
Latinoamérica y energía conforman un binomio de clara especialización de la actividad inversora de las empresas españolas. La inversión acumulada en este sector es el 20% de la inversión directa española en la región. El 78% de la inversión española registrada se concentra en la década de los noventa, como consecuencia de la relevancia de los montos derivados de la adquisición de empresas estatales privatizadas. La inversión desarrollada por empresas españolas se caracteriza por una clara voluntad de permanencia en los países de destino, sin que se registren desinversiones significativas, cuestión que merece ser subrayada y que expresa la identificación de las empresas españolas con el entorno. Los años más recientes han supuesto la entrada en la región de empresas españolas del segmento de energías renovables que también están desarrollando una actividad importante en proyectos de inversión acogidos al Mecanismo de Desarrollo Limpio en el marco del protocolo de Kioto. Dichas inversiones aportan desarrollos tecnológicos muy avanzados, que en el marco de los Mecanismos de Desarrollo Limpio permiten ventajas recíprocas destacadas.
La ampliación de las relaciones económicas entre ambas áreas genera beneficios en ambas direcciones. El estudio de Funseam muestra la relevancia que los flujos de inversión extranjera tienen como mecanismo de financiación de la economía receptora, en la medida que suponen una entrada directa de divisas en el país que no genera deuda y que se caracteriza por una menor volatilidad que otros flujos de capitales. La inversión extranjera ha permitido también aumentar el grado de capitalización de las economías receptoras, por vía directa e indirecta, indicativo de una cierta complementariedad entre la inversión extranjera y la inversión doméstica. Ello ha repercutido de forma positiva en los niveles de productividad. Por un lado, las empresas multinacionales se caracterizan por mayores niveles de productividad y, a su vez, ello ha contribuido a la mejora de la productividad global de las economías receptoras (efectos spillover positivos). En definitiva, pues, la inversión extranjera ha tenido un impacto positivo en el crecimiento económico esencialmente de forma directa, por medio de la mayor productividad de las filiales y la inversión fija que estas realizan. También contribuye al crecimiento económico del país receptor a través de las externalidades productivas, especialmente spillovers verticales hacia los proveedores locales. La creación de empleo, especialmente en las inversiones relacionadas con proyectos greenfield o de nueva planta, es también un impacto positivo a destacar.
El estudio realizado por Funseam demuestra que un aumento del 1% en la inversión extranjera genera un incremento del 0,2% en el PIB per capita del país receptor. En el caso específico de la inversión en el sector energético el resultado es también positivo. En este caso además debe considerarse su impacto positivo más allá del efecto expansivo sobre el PIB per capita. Se trata de un sector estratégico para el crecimiento económico, de un insumo básico para el normal desenvolvimiento de las actividades productivas y de la vida de los ciudadanos y, por consiguiente, su buen funcionamiento es clave en los procesos de desarrollo económico en marcha. La realización de las inversiones necesarias para mejorar la eficiencia y cobertura de las infraestructuras energéticas se configura, pues, como un elemento fundamental en el desarrollo económico de los países de Latinoamérica. En todo este proceso, y a la vista de los resultados obtenidos en el estudio de Funseam, cabe sostener que la inversión extranjera en el sector energético ha tenido un papel positivo y muy relevante en los países latinoamericanos.
Los flujos de inversión suponen un beneficio tanto para la empresa inversora como para el país destinatario
Ahora bien, la magnitud y relevancia de los efectos positivos que se desprenden de la presencia de inversión extranjera depende, en gran medida, de las características de la economía local y, en especial, de la capacidad de absorción de los posibles beneficios derivados de la Inversión Exterior Directa. En este sentido, un mayor nivel de cualificación de la población, un marco institucional y normativo estable, una mayor seguridad política y jurídica son factores que inciden de forma positiva.
En definitiva, puede señalarse que aquellos países en los que la inversión extranjera se ha dirigido en mayor medida a bienes comercializables, con mayor presencia de proyectos de inversión de nueva planta, o aquellos en los que los sectores energéticos presentan una mayor interrelación con el tejido productivo local, se ven más beneficiados por la presencia de grandes empresas transnacionales. Asimismo, los países que muestran un tejido económico con mayor capacidad de absorber esos posibles efectos positivos serán también los potencialmente más beneficiados de la entrada de capital exterior. Es el caso de aquellos que disponen de una mano de obra más formada o donde ha aumentado más su capital humano. También las características del marco institucional y regulador en el que actúan las empresas extranjeras tiene una especial relevancia. A estos aspectos económicos cabe añadir la mejora de las infraestructuras energéticas y la mejor calidad de vida que de ello pueda derivarse. Las mejoras en la inclusión social, la creación de empleo e infraestructuras en áreas no urbanas y el aumento en los niveles de acceso al servicio de electricidad de la población y la mejora en la competitividad sistémica de los países receptores son aspectos a destacar.
Los flujos de inversión suponen, pues, un beneficio tanto para la empresa inversora como para el país destinatario. Fortalecer este nexo de unión y garantizar la estabilidad regulatoria debe redundar en beneficio mutuo, tanto de los países latinoamericanos como de España.
María Teresa Costa Campí es catedrática de Economía y Gemma García Brosa es profesora de Economía Pública, ambas de la Universidad de Barcelona.
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