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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Préstamos directos a empresas

Las últimas estadísticas publicadas por el Banco de España sobre evolución del crédito bancario a empresas no hacen más que constatar los consabidos problemas de financiación corporativa, con un volumen de concesión que, aunque repunta ligeramente desde septiembre de 2013, sigue en niveles mínimos desde el inicio de la crisis. El proceso de desapalancamiento bancario parece que no frena, por lo que las empresas deben buscar necesariamente fuentes financieras alternativas.

Dentro de estas fuentes, una de las opciones que mayor relevancia está tomando en el mercado español en los últimos meses es la llamada financiación directa a compañías (direct lending, en terminología anglosajona), que es la concesión de préstamos a empresas por parte de agentes distintos de las entidades bancarias, básicamente fondos de distinta tipología (capital riesgo, hedge funds, especialistas en crédito, etcétera), cuyos partícipes son básicamente inversores institucionales, normalmente internacionales. Se trata de una financiación orientada a empresas de mediana o gran dimensión, a diferencia de alternativas con un sesgo más minorista, como el crowdlending.

La financiación directa constituye actualmente un recurso más caro que el crédito bancario, pero presenta otras ventajas para las compañías que en muchos casos compensan el mayor diferencial asumido. Así, se trata de una fuente más ágil en su contratación, más flexible, que trata de adaptarse a las necesidades y capacidad de generación de flujos de la compañía, con plazos atractivos, y cuyas condiciones y garantías (covenants) son claramente menos coercitivos para las empresas en relación con otras operaciones tradicionales, como los sindicados o las emisiones de bonos.

Incluso el hándicap de coste que actualmente tiene deberá irse normalizando, a medida que el mercado se desarrolle y las necesidades de oferta y demanda puedan casarse a precios más bajos. El desarrollo del mercado también debe permitir ir reduciendo el tamaño de las empresas que puedan acceder a estos recursos.

Este tipo de financiación es complementaria a la bancaria, y de hecho puede servir para cubrir huecos a los que no llegan las entidades, por situarse en un tramo de riesgo mayor (más cercano al capital que a la deuda) o por la necesidad de reducir posiciones por unas mayores exigencias de solvencia.

El proceso de desintermediación bancaria no es específico de España, sino que en todo el mercado europeo estamos asistiendo a un fuerte crecimiento de las emisiones corporativas y los préstamos directos a empresas, lo que parece una tendencia a virar hacia un modelo de financiación más dependiente de inversores institucionales y menos de entidades bancarias, como es el caso del mercado estadounidense, en el que aproximadamente tres cuartas partes de las necesidades financieras empresariales son cubiertas por inversores no bancarios, un porcentaje inverso que el que se registra en el mercado europeo, con casi el 75% del crédito corporativo en manos bancarias. Este proceso, aunque será lento en el tiempo, parece inevitable en un contexto de regulación bancaria más exigente en términos de consumo de capital, de necesidad de adelgazamiento de los balances de las entidades y de orientación hacia posiciones más minoristas.

Pablo Mañueco y Marta Aylagas son profesores de Afi, Escuela de Finanzas Aplicadas.

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